Las diosas del olimpo
Las gestas heroicas me apasionan, igual que las historias detrás de las gestas deportivas. En todo caso, el orden olímpico en el mundo clásico de los griegos va a ser el que inaugura la glorificación de los héroes.
Es así que los Juegos Olímpicos 2024 en París develaron las historias de años de trabajo incansable, entrenamiento sin tregua e ilusiones de muchísimas atletas en un amplio abanico de deportes. Estos últimos con un componente de equiparación genérica, más allá de la belleza como horizonte.
El espíritu humano fuerte, el que no se arredra ante las dificultades, el que se erige ganador luego de tantas batallas perdidas, es una vez más el triunfador en esta fiesta conmemorativa del carácter, la voluntad indómita y el tesón, donde “lo importante no es ganar, sino competir” en el espíritu de Pierre de Coubertin, impulsor de los juegos Olímpicos actuales.
La fiesta deportiva mundial también ha mostrado las fisuras económicas de los países o la esperanza que se va construyendo en los países chicos cuando se invierte en los ciudadanos para proveerlos, no solamente de recursos tangibles, sino también de infraestructura y escuelas deportivas para niños, niñas y jóvenes. Ahí está el semillero de las preseas olímpicas y una de las formas más ciertas de luchar contra las desigualdades y generar oportunidades de vidas dignas.
Si bien, la gloria es efímera, el sueño olímpico ha dejado historias maravillosas que acrecientan el poder y la fortaleza humana fincada en la confianza en sí mismo y la confianza en la victoria. Por eso, la humildad, el talento de Neisi Dajomes, medallista olímpica de Ecuador; el humor y el sentido de sí misma de Rebeca Andrade de Brasil en gimnasia artística; la tenacidad heroica de Glenda Morejón, deportista de marcha atlética de Ecuador; la firmeza de metas de la velocista Julien Alfred de la Isla de Santa Lucía; la búsqueda de objetivos del equipo femenino de baloncesto de Estados Unidos o la extraordinaria performance del equipo de rugby femenino de Nueva Zelanda al ejecutar la danza maorí “Haka” al ganar la medalla de oro, seguirán fascinando a niñas y a jovencitas, que se visualizan a sí mismas como ellas, inspiradoras y capaces de inventarse y reinventarse a través de sus sueños.
El poder de los sueños en las vidas jóvenes es infinito; sin embargo, los ejemplos de otras mujeres referenciales, es vital. Existe un momento en las vidas de las chicas, que los ejemplos de las presencias inspiradoras arrastran, porque “forjar tu historia requiere paciencia y rigor a partes iguales”, como expresa Michelle Obama. Si esta historia va acompañada de modelados de ejemplaridad, mucho mejor.
En este sentido, la historia personal de las luchas, los fracasos y los éxitos de las deportistas olímpicas resurgen de nueva manera en la experiencia de las más jóvenes que al reflejarse en ellas, encuentran que no deben existir obstáculos que no se puedan vencer en el camino de construirse a sí mismas. Ajenas a las expectativas de género convencionales de exigencias infinitas y mandatos, han expresado el regocijo de la fuerza de sus cuerpos y una imagen afirmada de sí mismas.
La poderosa feminidad de las atletas y sus victorias son expresión inequívoca del entendimiento y la aceptación desde el amor propio y sus potencialidades, pero además de la serena armonía de cada una consigo misma y el universo.
Entonces, tiene sentido reflexionar en las palabras de Simone Biles, gimnasta y ganadora de varias preseas olímpicas: “No puedes volver atrás y cambiar el comienzo, pero puedes empezar donde estás y cambiar el final”. Y esta autoestima solamente puede ser construida desde lo que cada una ha experimentado en su ejercicio de vida.
Columnas de NELLY BALDA CABELLO