Hoy es el Día del Mar
Hoy los bolivianos celebramos —de manera oficial desde hace 52 años— el Día del Mar, una fecha en la que conmemoramos el heroísmo de un puñado de bolivianos, entre los que se destaca Eduardo Abaroa por su acción durante la batalla del Topáter, en 1879, el primer choque armado entre Bolivia y Chile en el inicio de una guerra que perdimos y nos despojó del acceso soberano a las costas del Pacífico.
Como todos los años, desde hace casi un siglo y medio, Bolivia reafirma su irrenunciable reivindicación marítima.
Y desde hace más de un lustro, de manera inevitable, se renueva en el imaginario colectivo nacional la desazón provocada por la derrota del 1 de octubre de 2018 en la Corte de La Haya, cuando un fallo de ese tribunal liquidó las esperanzas —alimentadas con decidido triunfalismo por el Gobierno de entonces— de que Chile se vea obligado a negociar nuestro acceso al mar.
La conmemoración del Día del Mar, con mayor fuerza desde entonces, impone también una reflexión acerca de la actitud del Héroe del Topáter y la de los Gobiernos nacionales respecto de la reivindicación marítima, siempre grandilocuentes en esta ocasión y a menudo utilizada con fines políticos.
Esa utilización política del tema marítimo ha dejado marcas en nuestra historia: como el “abrazo de Charaña”, de febrero de 1975 entre los dictadores boliviano y chileno: Banzer y Pinochet, y la aparatosa campaña desplegada por el Gobierno de Evo Morales el último de los cinco años que duró la controversia entre Bolivia y Chile en la Corte Internacional de Justicia de La Haya, cuando el país ya vivía un ambiente de precampaña para las elecciones generales de octubre de 2019, en las que Morales impuso su ilegal y controvertida repostulación.
Ese aspecto pone de relieve otro más duradero y esencial: la carencia que tiene Bolivia de una política de Estado acerca del tema marítimo y —en un plano más amplio y urgente— de sus relaciones con Chile.
Relaciones que la diplomacia de los gobiernos bolivianos manejó de manera poco satisfactoria para el país, y que implican temas de necesario acuerdo binacional como las mejoras para el tratamiento de la carga boliviana en el puerto de Arica y los problemas migratorios y delincuenciales en la frontera común.
Ese aspecto, sin embargo, no tiene porqué opacar la memoria de “la valerosa resistencia del ilustre boliviano que prefirió morir antes que rendirse” —como enuncia en sus considerandos el decreto supremo de diciembre de 1962 que instituye “Día del Mar, el 23 de marzo de cada año, en homenaje a don Eduardo Abaroa”.
El ejemplo de ese boliviano cuyo heroísmo recordamos hoy debe inspirarnos cada día y en cada uno de nuestros actos, pues en todas nuestras acciones —como ciudadanos de a pie o autoridades y funcionarios de cualquier instancia del Estado— los bolivianos construimos o fragilizamos esa idea matriz que llamamos patria.