Bufeos, príncipes bondadosos y galantes de los ríos
Un hombre apuesto y galante, un forastero con apariencia de “gringo” asiste a una fiesta y enamora a una chica de un pueblo, ubicado en la ribera de un río. El pretendiente es muy atento con ella, la visita siempre por las noches y la deja antes de que amanezca. Al poco tiempo, la muchacha queda embarazada y él desaparece.
Esta historia parecida a la de La Cenicienta, pero en versión masculina, es la estructura básica de los relatos que circulan de boca a oreja sobre el bufeo (delfín de río) a lo largo y ancho de los ríos Ichilo y Mamoré, desde Cochabamba, pasando por Santa Cruz y hasta orillas del Beni, y siguiendo más al norte, por el Amazonas y el Orinoco, en Brasil y Colombia.
En la misma línea, hay una versión similar de la historia, pero en la que el final del relato es más fantástico y menos trágico. Un bufeo se enamora de una muchacha en un pueblo, éste asiste a una fiesta a la que también irá la joven y cuando se encuentran la seduce y la conquista. Ella siente que ama a ese hombre apuesto y quiere estar todo el tiempo junto al río, tanto así que termina arrojándose a él para estar siempre junto a su amado bufeo.
Las variantes del aspecto del bufeo, cómo se comporta, cómo se viste, cómo es el lugar donde vive y por qué corteja a las mujeres para llevárselas a las profundidades del río cambian según las zonas donde se crearon y recrearon las historias.
Algunas de las comunidades originarias bolivianas como los Itonamas o Baurenses, en Beni, creen que los bufeos fueron personas y que por castigo divino se convirtieron en criaturas de las profundidades de los ríos (Ribera 2000); también imaginan, como anteriormente lo dijimos, que los bufeos se transforman en humanos, seduciendo a las muchachas de los poblados (Yáñez 1999).
Según otro mito, los bufeos pueden transformarse en personas y ser hombres convertidos en peces o demonios. Los machos buscan a las mujeres y las hembras a los hombres. En la mayoría de los casos, el bufeo toma la apariencia de un gringo, asiste a una fiesta, se enamora de una chica y la deja embarazada (Regan: 1993).
En el Ichilo
En un viaje por el Ichilo en junio de 2007 y ante la impotencia de no verlos debido a que estaban muy tímidos y huidizos, no me abstuve de confesar mi decepción a un grupo de pobladores de la zona que viajaba en la misión de científicos de varios países para contar a los bufeos (Inia boliviensis). El navegante Rigoberto Sanjinés, Mireya Masabe, cocinera, y Dillmar Pérez, guía de turismo, tenían historias tiernas para contar las andanzas de los bufeos.
Mireya, sin dejar de freír yuca para el almuerzo, comentó que los bufeos tienen una preferencia muy especial por las mujeres y los niños.
– Una vez viajé junto a una religiosa en una canoa a remo por más de seis horas –dijo–. Los bufeos nos escoltaron todo el tiempo, saltaban, se mostraban y no nos dejaron ni un solo momento hasta que llegamos a nuestro destino. Parecía que nos cuidaban.
– ¡Eso me sucedió en dos oportunidades! –dijo la mujer con los ojos muy abiertos y la frente fruncida–.
– Todos saben que los bufeos persiguen a las mujeres que están menstruando o que están embarazadas –comentó–.
Guillmar también contó su experiencia.
– Hace aproximadamente cinco años, una mujer embarazada fue salvada por un bufeo de morir ahogada. La mujer se cayó al agua en el río y no sabía nadar. De pronto vimos que alguien la empujaba hacia la orilla y ese alguien era un bufeo. La empujó hasta llevarla a la orilla –dijo–.
– ¡Yo he visto eso! ¡Yo he visto con mis propios ojos!, dijo mirándonos a los ojos para asegurarse de que le creyéramos.
Rigoberto, un navegante conocedor del río Ichilo-Mamoré,dijo que algunas veces, cuando van de pesca por el río, parece que los bufeos movieran las ramas que estorban en el camino de los navegantes. “¡Eso es verdad, aunque no lo crea!”.
Según Gillmar, los pescadores le tienen mucho respeto al bufeo y nunca lo atrapan deliberadamente, excepto cuando se queda enredado en las redes tendidas para peces.
– Cuando el bufeo queda atrapado, se malogra sus aletas y tiene una muerte terrible debido a que no salen a respirar y mueren ahogados. En ese caso, usamos su grasa como medicina para el reumatismo, los resfríos y la tuberculosis –aseguró–.
Los comunarios aprecian a los bufeos debido a que dicen que estos cetáceos ahuyentan a los caimanes y las boas cerca de las riberas de las comunidades.
El bufeo también tiene fama de ser un gran amante, de llevarse a las hembras a las riberas de los ríos y de aparearse con varias al mismo tiempo.
Sin embargo, la mayoría de estos relatos corresponde a creencias anecdóticas erróneas, referidas a su historia natural. Por ejemplo, que los bufeos tienen glándulas mamarias iguales a las humanas o que los delfines salen fuera del agua a las orillas de las playas para reproducirse.
Otra leyenda del delfín de río dice que son una raza de gente que vive en ciudades ubicadas en el fondo del río Amazonas y de otros ríos y lagos. Los bufeos necesitan venir a tierra y por ello se mezclan con humanos una y otra vez, sin importar si son hembras o machos, porque hay historias que relatan de secuestros de hombres.
Para evitar que eso se pase, los moradores siempre desconfían de personas que aparecen de la nada. Una de las técnicas para decidir si las personas son delfines rosados o gente, es encontrar una manera de quitarle el sombrero. Si en el topo de la cabeza, hay un agujero, el visitante es un bufeo. Al transformarse en humano éste no consigue ocultar o disfrazar el hueco (hoyo) que utiliza para respirar. En las leyendas modernas del Amazonas, hay muchos relatos de turistas alemanes, ingleses, rusos y todos aquellos que después de una demorada exposición al sol no son recibidos por comunidades mestizas o indias. El motivo es que hay la posibilidad de que gente rosada sea, en realidad, un bufeo disfrazado de “turista”.
Siempre sonriente
Debido a la línea de la boca, que lo hace verse como si sonriera todo el tiempo, (esto es válido para casi todas las especies de delfines, sólo que esta es la única que ha entrado en amplio contacto con el ser humano), se ha hecho un mito en torno a su felicidad perpetua.
Se lo considera totalmente inofensivo para el hombre, en realidad, es un animal como cualquier otro y, por lo tanto, debe ser respetado en su ambiente natural.
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AMORES FURTIVOS
Contra las andanzas de forasteros
Los mitos reglamentan la convivencia social en las comunidades; es decir, en el caso de los bufeos, éste es un personaje que previene a las mujeres a salir con forasteros que quieren divertirse sólo por un momento o de aquellos varones que tienen alma de marinero, cuya máxima es tener “un amor en cada puerto”.