Dos filosofías en contraste
En uno de sus últimos libros, H.C.F. Mansilla confronta dos modelos grandes del pensamiento humano: el “occidental” y el “andino”. Las comillas son pertinentes porque es difícil colocar límites nítidos a lo que podrían ser tanto la filosofía occidental como la filosofía andina. De todas formas, con audacia y mérito, el libro Filosofía occidental y filosofía andina: Dos modelos de pensamiento en comparación (Rincón Ediciones, 2016), recientemente (re)presentado en la última Feria Internacional del Libro de La Paz, confronta sendas formas de ver la vida y el mundo, originadas en lugares diferentes y muy distantes entre sí: Europa Occidental y América del Sur. El libro es pertinente no sólo desde el punto de vista académico, sino también desde el político, dadas las corrientes políticas que están hoy en boga en gran parte del mundo y que tienen que ver con las teorías de la descolonización y el posmodernismo, los cuales han puesto en duda muchos de los fundamentos de la ciencia moderna, la filosofía política clásica y la axiología que sustenta la democracia. El libro trata de poner los puntos sobre las íes, desacralizando o al menos matizando aquellos lugares comunes encomiados por los entusiastas tanto de la “civilización occidental” como del mundo prehispánico.
Más del 70 por ciento del libro está dedicado a la revisión de las más importantes corrientes, ideas y teorías de la tradición filosófica occidental, mientas que sólo el 30 por ciento se basa en la filosofía andina. Esa desproporción cuantitativa responde sencillamente a la cantidad de material que poseen ambos modelos de pensamiento: mientras que la filosofía occidental abunda por el motivo de su remota fecha de registro en soportes escritos, la filosofía andina, si bien milenaria oralmente, es minoritaria dado que pudo ser registrada (transmitida y escrita en papel) sólo a partir de la llegada de los conquistadores. Responde, además, a que mientras que en la filosofía occidental existe cantidad de corrientes dispares entre sí y una profundización mayor debida al racionalismo y la duda constante, la filosofía andina está construida sobre una especie de irracionalismo, el sentir colectivo y la intuición, lo cual la hace redundante en muchos de sus puntos fuertes.
La primera parte es un rápido pero sistematizado y bien explicado recuento del pensamiento que va desde los presocráticos hasta Max Weber, Karl Marx y la Escuela de Fráncfort. De manera ordenada y atractiva, Mansilla narra el desarrollo de las principales ideas filosóficas que fueron modelando el desarrollo de la humanidad y que fueron la piedra angular tanto del pensamiento político como de la ciencia modernos. Ilustrativos y didácticos son los capítulos en los que el autor explica elementos como el logos platónico, la duda socrática o la lógica aristotélica, estas dos últimas de los más grandes progresos de la mente humana y que dieron como resultado una explosión intelectual sin precedentes en la historia. Del mismo modo, Mansilla es original a la hora de trabajar la Edad Media —generalmente execrada o cuando menos olvidada por haber sido la época del dogmatismo católico y la Inquisición—, porque rescata los aspectos interesantes y aun imprescindibles de la filosofía de esa época, como la filosofía tomista, irreverente, racionalista y hasta se podría decir crítica para su tiempo, y las utopías y los debates teológicos, en muchos casos antecesores del irracionalismo y las teorías relativistas hoy en boga. Pero en el libro la crítica del filósofo argentino-boliviano no falta: se enfoca en la razón dogmática (valga esa expresión) que puede llegar a ser tiránica y autodestructiva. En este sentido, distingue claramente entre razón instrumental (lo utilitario) y razón global (lo razonable).
La segunda parte es una explicación de la filosofía andina, cuyos aspectos más rescatables serían la sana coexistencia hombre-naturaleza, el sentido de comunidad y ciertos valores de orientación que impiden que el ser humano se vuelva solamente una pequeña tuerca, un número o una estadística, como lo es ahora en la civilización occidental, la cual ya se ha impuesto en gran parte del mundo. Para analizar la filosofía andina, Mansilla recurre a los textos del teólogo y filósofo suizo Josef Estermann, quien, a falta de textos sistemáticos sobre el asunto, trató de reconstruir lo que podría llamarse filosofía andina a partir de fuentes secundarias y hasta terciarias. Colocándola como una suerte de contrapeso de la modernidad política y el racionalismo dogmático occidentales, muy valorados en la actualidad por algunos grupos políticos de derechas, Mansilla rescata ciertos valores de orientación de la filosofía andina, como el sentido de comunidad o el cuidado de los ecosistemas. Pero, al mismo tiempo, critica la brecha que existe entre la filosofía andina, por un lado, y, por otro, la realidad práctica de la mayor parte de los pueblos indígenas (sobre todo del occidente sudamericano), tan prosaica y consumista como la de la mayor parte del mundo.
Filosofía occidental y filosofía andina vale como un curso introductorio a las grandes corrientes de la filosofía universal; su lenguaje es claro y conciso, y por tanto el lector no necesita una formación filosófica para leer el texto, el cual, sin embargo, no es una simple reseña o relación de la historia de las ideas, sino una crítica a las corrientes que no concuerdan con una visión moderada (pacífica y pluralista) de la vida y el mundo. En este sentido, es interesante notar cómo incluso las mentes más despiertas y lúcidas de la humanidad, como las de los filósofos, a veces conciben teoremas que no reconocen el pluralismo y que por eso no son adecuados para una convivencia razonable entre grandes masas o comunidades. Esos teoremas serían las ideas utopistas, los dogmatismos racionalistas o, ya más actualmente, las corrientes relativistas e irracionalistas, que en algún momento se intentaron llevar a la práctica y terminaron siendo experimentos totalitarios y en algunos casos sanguinarios.
Fiel a su estilo, en este libro Mansilla se sitúa firmemente en la orilla socrática del escepticismo y la moderación, y es desde ahí que mira, perplejo, el discurrir de las ideas, los hombres y el tiempo.