Sabina admite reposar luego de 76 conciertos en un año
Madrid
El País y Agencias
Cuando Joaquín Sabina anunció hace un año que comenzaba una gira con más de 80 conciertos, su público alternó una alegría y un suspiro. A partes iguales. Con una pregunta inquietante: ¿podrá? Pues, como admite en "Quien más quien menos", la cosa quedó con un pie en el tango y otro en el ojalá.
Un maratón así, a sus 69 años era un riesgo. Un esfuerzo físico y anímico —cantar ciertas letras resulta una temeridad que carga el diablo—, bien podía acabar en descalabro. Casi. Sería injusto decir que no llegó hasta el final de ese maratón. Se quedó a cuatro conciertos de la meta, pero cumplió con creces la inmensa mayoría de compromisos en España, América y Europa.
Los médicos le repelen y ya sólo acude a una consulta cuando el dolor le paraliza. Come poco, pero bebe y fuma mucho. Resiste tratando de ser fiel a sí mismo. Pero conserva una salud que lo mantiene activo después de una operación de divertículos que le afectó al estómago.
Lo que cada vez parece más probable es que reducirá sus giras y apariciones para dedicarse a lo que más le gusta: leer sus colecciones de incunables, otear los periódicos, poner la oreja en la telerrealidad, entregarse a sus aficiones taurinas, futboleras, literarias, cinéfilas y musicales, disfrutar de los amigos, de sus hijas y de Jimena Coronado, su pilar… Y, recalca ella, escribir. Vivir más tranquilo, en suma.
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