Hafefobia, el miedo irracional a ser tocado que aflora ante la covid-19
De la noche a la mañana, tener contacto físico pasó a ser una amenaza e incluso una cuestión de vida o muerte. Y es que con la pandemia se han potenciado ciertas fobias.
La psicóloga y terapeuta Raquel Melgar contextualiza que, en este tiempo en el que han cambiado drásticamente las conductas, las actividades y, sobre todo, nuestros hábitos de convivencia social, han ido surgiendo diversos nombres para tratar de explicar lo que sentimos. Comenzando por el “síndrome de la cabaña”, que intentaba sistematizar desde la teoría, ese impulso de quedarse en casa; “el síndrome de hambre de piel”, con el cual se intenta explicar lo que podría llegar a ocurrirle a los niños, o les está pasando a los adultos mayores que extrañan/necesitan el contacto para desarrollarse emocionalmente; pasando por “la cara vacía” que surge porque ahora debemos usar barbijo. Sobre la hafefobia (miedo extremo a tocar o ser tocado), explica que la denominación existía antes de la pandemia y, aunque su incidencia era muy baja, en este momento nos lleva a generalizar que todos la padecemos.
La psicoterapeuta Cristina Rubín de Celis expone que una de las neurosis más comunes de esta pandemia es la neurosis fóbica y, en ella, existen distintos tipos de fobias. Define que, según el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales V (DSM V), la hafefobia es el miedo irracional a tener contacto físico con otras personas, afectando a quien padece este trastorno de manera conductual, física, emocional, cognitiva y social. Señala que varios estudios que se realizaron desde 2019 revelan que cierto porcentaje de la población, en general, ha experimentado sistemáticamente episodios de hafefobia o padece de ello.
Si bien, el temor a ser contagiado o contagiar produce estados de ansiedad, además de otros trastornos mentales, la experta apunta que, particularmente, la persona que padece hafefobia presenta trastornos fisiológicos (sudoraciones, arritmias cardiacas, falta de sueño, estados de alerta, alteraciones del funcionamiento estomacal y respiratorio y angustia), trastornos conductuales y sociales (evitación de contacto físico y social, irritabilidad, huida, aislamiento, sobresaltos e inseguridad, entre otros), trastornos cognitivos (pensamientos irracionales y repetitivos de contagio o muerte y falta de atención).
UNA ATENCIÓN ESPECIAL A LOS NIÑOS
Rubín de Celis manifiesta que el origen de la hafefobia generalmente se da en las personas de cualquier género y edad. Agrega que éstas tienen en su personalidad el trastorno de neurosis fóbica, han padecido algún acontecimiento traumático que les ha producido miedo irracional o, bien, puede tener un origen epigenético.
“Los niños, que son la población más afectada emocionalmente en esta crisis mundial, pueden generar este trastorno por condicionamiento vicario”, afirma y explica que puede darse ello por lo aprendido mediante la observación a sus familias, al ver noticias, escuchar comentarios sobre la Covid y realizar ciertas conductas). También puede originarse por asociación y repetición de conductas de evitación.
¿Qué pasa con los niños que asocian como un peligro el contacto físico? La psicoterapeuta responde que, al trascurrir el tiempo, generarán conductas similares a la del apego evitativo: se aislarán, tratarán de no demostrar afectos, rechazarán demostraciones físicas, no gestionarán sus emociones y probablemente generarán conductas ansiosas y/o depresivas.
“Es necesario explicar a los niños las razones del cuidado. Enseñar en el hogar a confiar, a respetar, comprender que esta situación es pasajera, para que no se convierta en una forma de vida, sólo en hábito de prevención a una enfermedad. Brindar besos y abrazos dentro del hogar, ya que el distanciamiento social debe ser con las personas ajenas a nuestro entorno cercano, no con las que convivimos”, subraya.
¿CÓMO AFRONTARLO?
Rubín de Celis afirma que toda fobia debe ser tratada con psicoterapia y, en algunos casos crónicos, también con farmacoterapia. Recalca que en esta pandemia se puede lidiar con las personas que padecen esta fobia, “ya que somos seres empáticos”. “Sabemos que el riesgo a perder la vida o a padecer la enfermedad ha afectado a la mayoría de la población. No sabemos la realidad de cada persona, por eso es que es necesario respetar el distanciamiento social, sin dejar a un lado la cordialidad”, expresa. Alerta además que los pensamientos negativos e irracionales afectarán más nuestra salud mental, debilitando nuestro sistema inmune por el estrés.
Melgar señala que, ante el incremento en consulta relacionado con la ansiedad, depresión, ataques de pánico y estrés, más que poner distintos nombres a lo que estamos sintiendo, los siguientes consejos que comparte han demostrado ser efectivos para lograr una transformación y mejorar nuestra resiliencia:
- “Comprender que intentar revisar el pasado para prever el futuro sólo nos trae más de lo mismo, pues nuestra atención consciente está puesta en lo que no queremos que se repita”, afirma. Añade que, al centrar los pensamientos en todas las “horribles posibilidades”, la mente sigue activando las hormonas y los neurotransmisores que funcionan cuando uno se ve en situación de peligro. “Con ello, se incrementa la sensación de malestar, y cualquier evento externo puede ser magnificado y convertirse en una amenaza aún más grande”, acota.
- Manifiesta que, para transformar las sensaciones, la invitación es “sentir eso de lo que estoy escapando”, aunque parezca contradictorio. “Si siento miedo, me siento vulnerable, estoy ansiosa o frustrada. Qué tal si me permito identificar ¿de dónde viene esa sensación? ¿cuál es el pensamiento que la alimenta?”, reflexiona.
- Una vez identificado el pensamiento que puede ser desde “tengo que pagar mis cuentas a fin de mes”, “voy a enfermar”, hasta “las personas que quiero pueden llegar a morir”, Melgar aconseja ver si “en este instante está pasando esto que tanto temes”. “Te darás cuenta de que el 90 por ciento de los casos no están ocurriendo”, enfatiza. Señala que, si, por el contrario, estás en ese otro 10 por ciento, tienes dos posibilidades: la primera volver a anticipar (otra vez) el peor escenario posible, lo cual posiblemente te lleve a paralizarte o comenzar a revisar las mejores posibilidades para salir de esa situación. “Atender lo que en este momento puedo hacer, en lugar de preocuparme por lo que debería estar haciendo o, como suele ocurrir, lamentarme porque las cosas no deberían ser así”, subraya.
- Cuando estés en ese 90 por ciento y puedas identificar que lo que estás sintiendo responde sólo a “un pensamiento y no a un hecho”, Melgar comparte el siguiente ejercicio: siente en tu cuerpo qué ocurre, dónde se aloja la sensación. Si lo tuvieras que describir como si fuese un objeto, ¿qué forma, color, temperatura, textura, tamaño tendría?
- “Una vez realizada esta tarea —para hacerla debes tomar la decisión de vencer el miedo a enfrentarla—, ¿te animas a aceptar que todas esas emociones son humanas? Es decir, vivir tus emociones sin juzgarlas”, cuestiona Melgar.
- La especialista enfatiza que no es lo mismo imaginar un peligro, una situación o un problema que vivirlo. “Al imaginarlo, lo sufrimos dos veces. Siempre es peor nuestra imaginación que lo que realmente ocurre”, añade.
Melgar recuerda que, para la mente, no existe diferencia entre realidad y fantasía. Escenifica que, si estás viendo una película en el cine y presencias una escena de terror, tu cuerpo reaccionará como si tú estuvieses en riesgo y es posible que grites, transpires o se te acelere el corazón.
“Si este fenómeno es conocido y utilizado desde hace ya tanto tiempo, ¿por qué no nos proponemos comenzar a utilizar de otra manera nuestros sentidos, acariciar con la mirada, sentir el contacto de nuestros seres queridos con el corazón y permitir expresar lo que sentimos con palabras”, manifiesta. La experta persiste en que cuidarnos y cuidar a los demás no impide utilizar los medios que tenemos a disposición para amar, sentir lo que sentimos y comunicarlo.
“Reaprendamos a comunicarnos, confiemos en la vida, que hoy por hoy nos tiene vivos y nos brinda la oportunidad de resignificar muchas cosas”, concluye.