Juan Cristobal Soruco: Crónica de una vida dedicada al periodismo
“El primer artículo que yo escribí, el año 1979, era sobre la reunificación del sindicalismo campesino, bajo la conducción de Genaro Flores. Hice todo un tratado de 10 páginas y creí, así, que era el articulazo. Mi director, Jaime Vergara, un hombre muy fino, muy generoso, se sentó a mi lado y empezamos a editarlo: el artículo terminó en dos carillas. ¡De un plumazo se redujo de 10 a dos páginas!”, recuerda el flamante Premio Nacional de Periodismo 2017, Juan Cristóbal Soruco Quiroga.
Desde entonces, hasta hoy, cuando ocupa por última vez la dirección de un periódico, Los Tiempos, este periodista asegura que aprendió dos lecciones que cree “haber tratado de seguir hasta ahora: primero, la concisión: para qué decir en 10 palabras lo que puedes decir en tres; y, segundo, la humildad: estar abierto a que te hagan notar tus errores y corregirlos. Yo lo viví entre el dolor y la alegría, porque salió una buena nota, concisa, directa”, dice al terminar de contar esa anécdota.
Lecciones
Seguro que aprendió la lección Soruco Quiroga: sus respuestas claras, precisas, concisas lo confirman... Y complican la tarea, ya de por sí complicada para un periodista, de escribir sobre otro que, además, es su director y Premio Nacional.
Y por lo de la humildad, tampoco hay duda. Este hombre, que tiene de qué sentirse orgulloso, emana una autoridad profesional y una calidad humana casi tangibles.
La noche del viernes, en La Paz, el actual director de Los Tiempos –puesto que ocupa desde 2010– fue distinguido con el trigésimo Premio Nacional de Periodismo, galardón que merecieron 29 personalidades antes que él.
Periodistas prestigiosos de la talla de Huáscar Cajías, que fue fundador y director del desaparecido matutino Presencia; Ana maría Romero de Campero, también directora de ese medio; José Gramunt, director de la Agencia de Noticias Fides; José Nogales, jefe de redacción de Los Tiempos; Jorge Canelas, fundador y director de La Razón y del también desaparecido semanario Pulso; o Luis Ramiro Beltrán, eximio periodista, escritor y teórico de la comunicación.
“Este es el principal y más antiguo reconocimiento a una trayectoria de vida y de trabajo en los medios de comunicación”, anuncia la Asociación de Periodistas de La Paz, institución que lo otorga.
¿Por qué cree usted que merece este premio?
Es una pregunta muy difícil. Imposible de responder… imposible de responder…
Tengo, sin falsa modestia, algo que creo que muchos de esos Premios que han sido mis generosos maestros –directos o indirectos– han sabido inculcarme con su palabra y su actitud, sobre todo: la necesidad de creer en principios, y la necesidad de aplicarlos, no con rigidez así sectaria u ortodoxia dura, sino haciendo que el principio se imponga a la coyuntura. Creo que algo ha podido ayudarme eso, que haya aprendido bien esa enseñanza. Es decir, medir a todos con la misma vara. Creo que para el buen ejercicio del periodismo, eso es importante. Y la justicia... son dos temas esenciales: el que se corrompe es corrupto, así sea mi amigo o mi desconocido. Así crea como yo o no crea lo que yo creo.
Y creo que la necesidad de tener ciertos valores permanentes hace que uno pueda –sin ofender, sin dañar– actuar en una cierta línea permanente, consecuente. Tal vez eso ha podido ayudar.
Otro aspecto es una sucesión de elementos de suerte, por la que doy gracias a Dios: desde mis propios maestros ¿no? He sido editor y jefe de Redacción de Ana María Romero de Campero; don Huáscar Cajías no ha sido mi maestro directo, pero tenía la generosidad durante esas tres funciones que tuve en Presencia, antes de venir a charlar conmigo –normalmente los sábados– durante unas dos horas en las que me transmitía de una manera tan pedagógica y humana, una serie de pautas de vida en el periodismo, que me resultaron muy útiles. El “Tata” Gramunt, de quien también aprendí, y otros colegas…
¿Cómo es que Juan Cristóbal Soruco deviene periodista?
Creo que hay varios orígenes. Tuve un abuelo que había sido político y alguna vez ejerció de periodista. Entonces, en la familia había una tendencia a la escritura sobre todo, lectura-escritura, luego en el colegio, en el San Agustín, teníamos un periódico: La Kantuta, del que fui primero colaborador y luego responsable, al salir bachiller.
Intenté entrar en Sociología, pero la dictadura cerró las universidades, era 1971. De ahí salí a Chile, donde conocí a un hombre que todavía no era periodista, pero siempre fue inteligente: Eduardo Pérez. Él trabajaba allá, daba clases. Poco hablamos de periodismo, pero entró muy fuerte el tema de las comunicaciones, esta nueva ciencia que aparecía junto con libros como, “Para leer el pato Donald”, de Mattelart, y una serie de análisis estructuralistas de contenido sobre cómics, periódicos, el proceso dictatorial chileno y el papel de El Mercurio.
Luego volví y entré a Economía. Hice dos o tres semestres, entonces llegué a derivadas (concepto básico del análisis matemático) y dije no, no, esto no es para mí. Y me enteré de la carrera de Comunicación Social en la Católica de La Paz y ahí me fui. En un principio estaba más bien –por la orientación de la Carrera– un poco interesado en la investigación, en la comunicación y desarrollo.
Y entre cierre y cierre de universidades durante la dictadura de Banzer, ya casados, mi esposa y yo nos fuimos –gracias a un amigo– a San Ignacio de Velazco (Santa Cruz) a trabajar en la radio casi un año. Y ahí sí empecé a agarrar comunicación operativa, trabajando con las comunidades en alfabetización, desarrollo y demás, todo eso directamente ligado al medio que era la radio.
Volvimos a La Paz y en 1979, por primera vez, fui contratado como periodista en un quincenario que se llamaba Coyuntura, que fue destruido por García Meza.
Y a partir de eso hice periodismo. Y nunca más dejé de hacer periodismo, primero en boletines quincenales, semanales, lo que se llamaba comunicación alternativa. Incluso, el 84, creé un semanario de análisis político: De Todos, que circuló casi exclusivamente en La Paz. Y hacia el 85, 86 me invitaron a dirigir el Centro de Documentación e Información, editábamos un quincenario que se llamaba Informe R.
Estando en Informe R, primero Ana María de Campero, que asumió como directora de Presencia, me invitó a ser columnista; tenía la columna El Tejo, luego me invitó a ser Jefe de Redacción y así entré a los medios masivos, estuve de jefe de Redacción, de editor, dejé un tiempo… Luego hice tres meses de televisión…
¿Qué lugar tiene el periodismo en esta época en la que la tecnología permite a cualquier ciudadano acceder a una masa inmensa de información y, a su vez, difundirla con la posibilidad de llegar a otra inmensa masa de personas?
Se requiere del periodismo, el canal puede ser el periódico, pero el periodista, aquel ciudadano con compromiso moral y ético selecciona la información.
Precisamente por el avance de la tecnología, el ciudadano tiene acceso a un mega volumen de información, a millones de datos.
Eso suscita dos preguntas: Uno, ¿cómo selecciona el ciudadano lo que le interesa en su cotidianeidad? Dos, ¿cómo le da credibilidad a la información?
Y ahí aparecemos nosotros, como el profesional que, por un lado, selecciona la información, en función de su criterio, de su leal saber y comprender. Estructura esa información y la distribuye, dándole una firma de credibilidad y de seriedad. Porque el periodista institucional, finalmente, firma y a él se puede acceder y pedir explicaciones. A la persona que sube información a la web y manda un exabrupto, ¿qué se le puede hacer?
Un ejemplo que hemos tenido (el día de las elecciones judiciales), una persona amiga me manda una información sobre los bolígrafos que se estaban utilizando en el proceso electoral, cuya escritura se podía borrar, y el que me manda no aclara que eso le habían enviado, sino que señala que era jurado y lo de los bolígrafos borrables le habían pasado a él. Inmediatamente yo alerto a gente del periódico, les digo: esto me ha llegado de una fuente confiable, cuando a los tres, cuatro minutos, recibo de otro lado el mismo mensaje: había sido una cadena. Imaginemos que por mi irresponsabilidad se habría publicado eso, felizmente se comprobó si la denuncia era cierta o no. Pero en muchos círculos la gente dice: Internet ha dicho y debe ser cierto.
Seleccionas las informaciones, las elaboras, las pones en su contexto y las difundes. Es decir que la gente sabe que lo que está así difundido tiene autor, tiene institucionalidad. Si hay error se puede reclamar.
Esa es la vital importancia del periodismo, como profesión u oficio especializado en seleccionar la información que se sabe interesa a la gente, elaborarla, contextualizarla y difundirla. El que agarra diversas opiniones sobre un tema y se las da al ciudadano para que él tome sus decisiones. No se le dice: hay que hacer esto o lo otro, sino se le dice: hay esto, esto se piensa, esto se dice. Entonces se transmite todo ello al ciudadano, de forma clara, transparente.
¿Por qué el ciudadano necesita información fidedigna? No sólo es por curiosidad. El ciudadano necesita información para tomar decisiones en su vida cotidiana. Por lo tanto, nuestra responsabilidad es muy grande.
¿Alguna vez tuvo dudas de su vocación de servicio como periodista?
Soy sincero, no me gusta, no he pensado nunca en vocación de servicio. Es una función de la sociedad que se llama periodismo y que implica la obligación de hacer eso. Es como el que estudia medicina: Está obligado a salvar vidas, no por servicio, sino porque le gusta ser médico, además le gusta ser buen médico…
¿Dudó alguna vez del gusto que tiene por el periodismo?
No, no, no nunca… Alguna vez sí he dudado, no del periodismo como tal, sino de si lo estoy haciendo bien.
¿Y cómo se ha respondido?
Con dos o tres referentes: Primero, yo tengo un ancla en tierra que es mi esposa, mi gran aliada. La segunda es la gente que a uno le dice cosas, no esa retroalimentación facilona en la que a uno le dicen siempre que está bien… Y el trabajo en equipo es lo que más ayuda a enfrentar las dudas.
Si no se tiene un equipo de trabajo, difícilmente se va a poder cumplir la labor.
¿Cómo se siente ahora que recibe este premio a pocos meses de jubilarse?
¡Feliz! ¡Feliz! Porque, si bien tengo hasta febrero como director de Los Tiempos, después voy a volver a ser periodista. Es decir voy a volver a ser reconocido como periodista, no como director. Porque el problema sobre lo que soy no es conmigo es con la gente que me ve como director. Yo saldría a la calle a hacer entrevistas, a hacer una nota. Me encantaría. Quiero volver a ser columnista, por ejemplo, si puedo hacer periodismo como tal, algunas crónicas. Me gustaría. Entonces… voy a recuperar a fondo el oficio…
Quiero recuperar mi columna: “El tejo”. El tejo es para la boca del sapo. Normalmente, cuando no tienes buena puntería puede llegar a una cabeza y lamento que duela porque no es intencional.
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Perfil
Juan Cristóbal Soruco Quiroga
Fecha de nacimiento:
29 de enero de 1953
Lugar: La Paz, Bolivia
Estado civil: Casado, dos hijos
Resumen profesional:
Licenciado en Comunicación Social de la Universidad Católica Boliviana “San Pablo” (UCB). Actualmente, es Director del periódico Los Tiempos de Cochabamba y forma parte de la Junta Nacional de la UCB y del directorio de la Fundación PUMA. Ha sido Director del Departamento de Ciencias de la Comunicación Social de la UCB/La Paz; Director de los periódicos Presencia, La Razón y La Prensa de La Paz, del Centro de Documentación e Información (Cedoin) y Director adjunto de Extend, así como consultor en varias organizaciones. Ha escrito varios ensayos sobre comunicación. Es candidato a maestrante en Derecho Constitucional en la Universidad Andina Simón Bolívar.
CONFLICTOS
“En los años que he sido director de periódico siempre he tenido conflicto con el poder, el político, pero también el económico, social, sindical…”
ACTITUDES
“hay esa actitud de querer culpar a los mensajeros de lo que sucede y se evita concentrar la atención en por qué sucede”.
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