Bicentenario Cicatrices y paradojas que forjaron la identidad de Bolivia
En el marco del Coloquio “200 Años, Bolivia en su Recorrido Histórico”, organizado por el Instituto de Investigaciones en Ciencias Sociales perteneciente a la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Mayor de San Simón, expertos desentrañan una historia nacional marcada no por un relato lineal, sino por una compleja trama de rupturas, traiciones y luchas persistentes que definen a la Bolivia de hoy.
El sociólogo e investigador Alber Quispe plantea un enfoque novedoso para entender el nacimiento de la república y explica que la guerra de la Independencia (1809-1825) no fue solo un conflicto bélico, sino un crisol de transformaciones políticas y sociales.
Lejos de ser un bloque homogéneo, el bando “patriota” era un hervidero de pugnas internas, cambios de lealtades y juegos de poder que dieron origen a la figura del caudillo, una herencia que marcaría a fuego la política boliviana. “No es casual que de estos casi 15 años de guerra haya aparecido toda una generación de militares relacionados con la política, por ahí cabe bien el término de caudillo, que se va a hacer del mando del Estado boliviano durante buena parte del siglo XIX”, señaló.
En este periodo, conceptos como “patria” comenzaron a resignificarse y múltiples vertientes del liberalismo —desde el emanado de la Constitución de Cádiz de 1812 hasta el de los líderes bonaerenses— desgastaron las viejas estructuras monárquicas, ensayando nuevas formas de ciudadanía que, sin embargo, nacerían con una contradicción fundamental: la exclusión sistemática de la población indígena, añade.
La primera Constitución, en 1826, les negó la ciudadanía bajo criterios de analfabetismo, perpetuando las relaciones de colonialidad a pesar del cambio de régimen, recordaron los expertos durante el coloquio.
Esta exclusión, como explica la socióloga e investigadora Dyan Sotez, se formalizó en las constituciones y en los primeros códigos legales de la República. El Código Civil de 1831, por ejemplo, establecía que “la mujer está bajo la protección del varón y por ello le debe obediencia”, mientras que el Código Penal dividía a las mujeres entre “públicas” y “privadas” o de “buena” y “mala honra”, categorías que determinaban la severidad del castigo para sus agresores, detalló.
Los archivos judiciales de la época revelan una crueldad despiadada hacia el cuerpo femenino, pero también las primeras “agencias” de mujeres que, a pesar de su exclusión ciudadana, se apropiaban de la ley para buscar justicia.
Sotez relató el caso de una madre que, en una “acción detectivesca”, investigó por su cuenta el asesinato de su hija y entregó al culpable a la policía. Este fenómeno, según Sotez, muestra una dolorosa continuidad: la violencia y el juicio de valor sobre el comportamiento de las mujeres en el siglo XIX son un eco que resuena en las noticias periodísticas de la actualidad.
La historia política del país también está marcada por paradojas. La socióloga Rocío Estremadoiro recordó cómo los primeros partidos políticos, Conservadores y Liberales, representaban en realidad a dos facciones de la misma oligarquía. Su rivalidad, que desató una sangrienta guerra civil a finales del siglo XIX, no se basaba en proyectos de nación distintos, sino en intereses económicos —la plata versus el estaño— y regionales —Sucre-Potosí versus La Paz-Oruro—.
Los liberales, que llegaron al poder con la promesa de un Estado federal y el apoyo de un ejército indígena liderado por Zárate Willka, al que le prometieron una reforma agraria, terminaron traicionando ambas causas, mencionó. “Lo único que cambió fue la sede de gobierno y nunca se cambió el modelo de Estado. El modelo de Estado continuó siendo unitario, profundamente centralista”, expresó.
En una ironía final -dijo-los mismos liberales que se opusieron ferozmente a cualquier acuerdo con Chile, una vez en el poder, firmaron el oneroso Tratado de 1904, entregando el Litoral a cambio de un ferrocarril.
Este patrón de cambios profundos que no logran resolver las tensiones estructurales se repite, según expuso la politóloga María Teresa Zegada, en la Revolución Nacional de 1952. Aunque fue el cambio más importante de la historia republicana, dando paso a un nuevo ciclo histórico “nacional-popular”, tuvo sus propias limitaciones. Su sujeto protagonista era “el pueblo”, una construcción homogénea que invisibilizó y relegó a un segundo plano las profundas fracturas étnicas del país, indicó.
Las grandes medidas como la Reforma Agraria, la nacionalización de las minas y el voto universal fueron parte de dos objetivos centrales: la integración social y el desarrollo nacional. Sin embargo, las contradicciones internas, la crisis económica y la injerencia norteamericana terminaron frustrando el proceso revolucionario.
“Las tensiones que no se resuelven en su momento se arrastran a lo largo del tiempo”, concluyó Zegada.
De esta forma, los grandes clivajes históricos de Bolivia —la tensión territorial, la fractura étnica y la contradicción de clases— no han sido resueltos y continúan manifestándose en el presente, reflexionaron durante el coloquio.
Por lo que, la celebración de los 200 años se convierte en una oportunidad no solo para conmemorar las glorias del pasado, sino para confrontar estas deudas históricas y que la población se pregunte, como sociedad, si está finalmente lista para construir ese proyecto de nación incluyente y sostenible que se buscó, y a menudo fue frustrado, a lo largo de dos siglos.
El Plan para Construir la “Bolivia que Soñamos”
El Estado Plurinacional de Bolivia puso en marcha el Plan Estratégico Nacional del Bicentenario (PENB), una hoja de ruta que busca transformar la conmemoración de los 200 años de independencia en una palanca de desarrollo. Bajo el lema “¡La Bolivia que soñamos al 2025!”, el plan convoca “a atrevernos a soñar y construir el futuro”, articulando proyectos en infraestructura, salud, educación y cultura con el objetivo de consolidar una nación unida, sin racismo, con justicia social y en armonía con la Madre Tierra.
En infraestructura, se creará el “Sello del Bicentenario” para identificar las obras más importantes del quinquenio, como la Planta Siderúrgica del Mutún y la Hidroeléctrica de Ivirizu, y se construirán “Plazas del Bicentenario” en las nueve capitales de departamento. En el ámbito social y educativo, destaca la iniciativa “Escuelas Abiertas”, que busca abrir los colegios los fines de semana para convertirlos en centros comunitarios de actividades culturales y deportivas, fomentando el protagonismo de la “Generación del Bicentenario”.
Además, se trazó la meta de declarar a Bolivia como un “territorio libre de indocumentados” para 2025, a través de una masiva campaña de cedulación.
El plan también incluye una “masiva movilización cultural” que busca ponerle rostro y banda sonora a la conmemoración, con concursos nacionales para producir la “Película del Bicentenario” y componer el “Himno y la Canción Juvenil” de los 200 años. A nivel internacional, se proyecta la “Semana del Bicentenario de Bolivia en el mundo”, iluminando monumentos globales con los colores de la bandera y la wiphala.
Corazón del Bicentenario de Bolivia
El mes de agosto será el epicentro de las celebraciones por los 200 años de la independencia de Bolivia. Con un programa que combina actos cívicos, eventos culturales, hitos sociales y presencia internacional, estas son las fechas clave que marcarán un mes histórico para el país:
- 4 de agosto: Presentación y entrega del billete y la moneda del Bicentenario.
- 5 de agosto: Serenata a Bolivia: En todo el país se realizarán conciertos y actos culturales para recibir el día del aniversario.
- 6 de agosto: El día central de los festejos tendrá a Sucre como sede principal de una jornada cargada de simbolismo y actos de Estado.
- 7 de agosto: Homenaje de las Fuerzas Armadas. Jura a la Bandera y Parada Militar de Países Bolivarianos: Sucre será el escenario de una imponente parada militar.
- 15 de agosto: Entrega del Edificio Restaurado del Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia (ABNB), ubicado en Sucre.
- 26 de agosto: Presentación del “Estudio de la Historia Económica de Bolivia”, un evento académico en La Paz donde se analizarán los hitos económicos que han marcado los 200 años de la república.