Creciendo con cicatrices
En muchos países de habla hispana, el Día del Niño se celebra el 12 de abril. Esta fecha se estableció para conmemorar y reconocer los derechos de los niños y promover su bienestar en la sociedad. De eso justamente hoy te quiero hablar, de los derechos de los niños y de promover su bienestar en la sociedad.
Así como el Día del Padre poco a poco va tomando más protagonismo en Bolivia y pasa de un simple agasajo con empanada y gaseosa a una conmemoración al ser que dio la existencia junto con la madre y acompaña en el camino de la vida a los hijos; de igual forma, anhelo que el Día del Niño pase de ser un día únicamente de festejos para ellos, que bien lo merecen y que lo disfruten al máximo, a un acto reflexivo de parte de los adultos y una toma de conciencia que vaya mucho más allá de llevarlos a tomar helados en un parque.
Los niños, al igual que todas las personas, tienen derechos, y aclaro que no es algo que les debemos dar porque alguien lo dice, no, no, no; al contrario, es algo que no se los podemos quitar porque simplemente están y son inherentes a ellos. Estos derechos son principios básicos que deben garantizar su bienestar, protección y desarrollo como el derecho a la vida; a la educación; a la salud y atención médica; a un entorno seguro y protección contra cualquier forma de abuso o explotación; a la alimentación adecuada; a la identidad y nacionalidad; a la recreación y al juego; a la familia y a un ambiente afectivo, y también derecho a la protección frente a la guerra y a los conflictos armados.
Si bien es cierto que la conmemoración por el Día del Niño se recuerda este mes en algunos países occidentales, existen otros y al otro lado del mundo donde recordar un día para ellos es impensable considerando que no tienen que comer, saquean sus casas, matan a sus padres, destruyen sus escuelas, los confunden con su identidad y nacionalidad, no tienen opción a recrearse o jugar, son abusados, en fin… expuestos a guerras y conflictos armados ¡Cero Derechos! ¡Cero festejos!
Sólo veamos algunos rostros de niños sirios, desplazados y traumatizados; niños en Yemen mal alimentados y expuestos a ataques aéreos; niños afganos ofrecidos a la venta por sus propios padres para que tengan con qué alimentar al resto de los hijos; niños del Congo rodeados de violencia 24/7; niños somalíes cuya desnutrición ya ni es noticia; sumamos a los niños ucranianos quienes no dejan de ver desplomarse los edificios que alguna vez los cobijaron incrementando su inseguridad y ni qué decir de los niños palestinos cuyas expresiones de dolor y de miedo arrancan las más horrendos de los sentimientos.
En ese escenario, ¿cómo podemos conmemorar y reconocer los derechos de los niños y promover su bienestar en la sociedad? Si bien es cierto que los niños bolivianos están aventajados comparándolos con los que mencioné; sin embargo, no los exime de traumas psicológicos por el maltrato de sus padres, de riesgos callejeros, de exposición constante al alcohol y a las drogas, de un sistema de salud precario y de una educación mediocre.
Insto a través de este escrito a que hagamos lo que podamos para que en ellos sean más las sonrisas que los llantos, las horas de comida más que las de hambre, que vean más juegos que guerras y que en ninguno de ellos desfallezca la fe de que podrán vivir en un mundo mejor, donde esas cicatrices que algunos llevan en el cuerpo y otros en el alma pasen a ser parte de un pasado.
Que esta conmemoración nos invite a pensar en todos los niños del mundo, en las heridas invisibles, en el dolor que no se ve, en las narrativas de su niñez herida, en lo que existe detrás de las sonrisas a medias, en los sueños derrumbados y en los miles de niños que ni alcanzaron a soñar.