Concepto para redescubrir
Las críticas se han vuelto tan recurrentes y hasta agravadas cada año que pasa que, paradójicamente, si hay un tema difícil de encarar en Navidad es el amor. La sociedad planetaria parece vivir un desencanto colectivo consigo misma. Observa, con cada vez más acostumbrado dolor que asombro, cómo sus líderes políticos asumen comportamientos más destructivos y cínicos. Sin embargo, no halla en sus entrañas a quienes puedan relevarlos bajo mínimos valores de humanismo.
Basta recorrer la mirada por América, por la América sea de Maduro, Trump o Bolsonaro, para advertir tales extremos. Corrupción, narcotráfico, siembra de antivalores, destrucción del medioambiente, desigualdad, desprecio por los desvalidos parecen sus sellos de marca. Sus expresiones y decisiones indignan y decepcionan a menudo, pero irremediablemente tienen en sus manos el destino de cientos de millones de personas.
No hay demasiados ejemplos de lo contrario precisamente en otros continentes ni entre sus opositores políticos. Más de lo mismo, con otros matices. En Francia estalló una virtual convulsión social, España va ingresando en una crisis crónica. No cesa la violencia en el mundo árabe ni en Israel. El África muestra al mundo su enésima tragedia de espeluznante hambruna. China es un mundo de explotación y represión férrea.
Eso, en la muestra global de las sociedades. Ya en los microcosmos regionales, barriales y hasta hogareños las cosas no marchan mejor. Basta ver los índices de violencia intrafamiliar, de divorcios, feminicidios, etc. Se añaden a eso los diversos grados de adicciones y problemas psicológicos como la depresión. Hay que recordar que la violencia va desde el acoso escolar hasta las incomprensibles barras bravas futboleras, capaces de matar a quien tiene otra camiseta. También suman los indicadores de desempleo o sobreexplotación.
Todo eso, sin olvidar los inauditos negocios ilícitos que florecen al son de cada vez más poderosas mafias. ¿O podemos olvidar que en este mundo se trafica con gente peor que en tiempos de la esclavitud? ¿O ignoramos que se venden órganos y se negocia con drogas que matan en escasos meses de consumo? ¿U olvidamos a quienes queman bosques o matan jaguares y osos? ¿O nos hacemos a los locos con esa gente que vende armas?
En ese escenario, hablar de la paz, del amor y de la Navidad resulta verdaderamente cada vez más complejo. Si se ha entendido su significado, ¿por qué el mundo transita en sentido contrario y no resulta un lugar mínimamente armónico y protegido? Si esos conceptos están claros, ¿por qué cunden el dolor, la violencia y los vicios destruyendo al supuesto “rey de la creación”?
Tal vez lo urgente, y no sólo en Navidad, para el mundo sea sincerarse consigo mismo y buscar redescubrir lo que los sabios enseñaron cuando hablaron del amor. Quizás toque entender eso de dar la otra mejilla, de darlo todo por el prójimo y, más aún, de amar al enemigo. Probablemente no sean simples lecciones para contadas almas de buena voluntad. Quien sabe si por no haberlo entendido bien esta sociedad esté marchando sobre seguro hacia su propia destrucción. Y ojalá, que descubrir ese poder encerrado en el amor, no resulte demasiado tardío.
PAULA MUÑOZ ENCINAS
Editora OH!