Los protectores del río Tuichi
Jhorlan nunca se imaginó liderar un ecoalbergue, menos después de ser ingeniero petrolero, pero hoy enfrenta el reto más grande de su vida: seguir el legado que su padre Martín construyó en vida, trabajar por conservar y respetar la naturaleza. Jhorlan es hoy presidente del directorio de Chalalan, un ecoalbergue histórico, construido por indígenas en la densidad del bosque amazónico boliviano dentro del Parque Nacional Madidi, un universo verde de casi 2 millones de hectáreas, reconocido por ser el territorio más biodiverso del mundo.
Su extraordinaria riqueza biológica y de ecosistemas alberga 1.830 especies de vertebrados confirmados, 5.535 especies de plantas, 1.809 especies y subespecies de mariposas, convirtiéndolo en el refugio de mayor diversidad de vida silvestre confirmado por la ciencia. Este fragmento amazónico es crucial para el equilibrio de todo el planeta Tierra.
En el Parque Nacional Madidi y Área Natural de Manejo Integrado Madidi (PNANMI Madidi) habitan 31 comunidades de origen tacana, leco y quechua, con una población cercana a los 4.000 habitantes. El área del Madidi se superpone íntegramente con los Territorios Comunitario de Origen (TCO) Uchupiamonas y parcialmente con las TCO Tacana I, Lecos de Apolo y Lecos de Larecaja.
Es en este territorio que sus guardianes históricos se paran de frente a los enemigos que acechan su espacio de vida. Selva adentro, bordeando el río Tuichi, principal tributario del Madidi, los habitantes del pueblo indígena de San José de Uchupiamonas decidieron apostar por el turismo comunitario como modelo de desarrollo.
No fue tarea fácil, ni de la noche a la mañana que el pueblo de San José apostó por el turismo comunitario. La falta de atención del Gobierno central en temas de salud, educación y servicios básicos provocó la migración, en los años ochenta del siglo pasado, de muchas familias en busca de mejores condiciones de vida.
—El pueblo se estaba quedando vacío— recuerda Jhorlan Laura Quetegüari —sobre cómo era la vida cuando era chico en su pueblo San José de Uchupiamonas, antes de que exista Chalalan, el primer ecoalbergue de la zona y que ha sido la inspiración, icono y semilla para que otros emprendimientos, igualmente manejados por comunidades indígenas, florezcan en las riberas del río Tuichi.
Una cadena de sucesos que involucran la desaparición de aventureros en la selva, un libro, mucho sudor y esfuerzo colectivo para frenar su gente de migrar, llevaron a toda la comunidad a cuestionarse sobre cómo evitar la desaparición de su pueblo, y cómo crear alternativas de empleo dignos.
En los años ochenta, el río Tuichi, principal arteria y canal que conecta el pueblo de San José de Uchupiamonas con el mundo, seguía siendo desconocido, invisible e indomable. Sus rápidas aguas nacen en la cima de los Andes, cordillera de Apolobamba, zona alta de las montañas del Madidi. Con un curso de 265 kilómetros, el Tuichi no es cualquier río, ya que conecta los Andes con la Amazonía, sus aguas bajan como una serpiente líquida por diversos ecosistemas, y mientras se desliza se va transformando el paisaje, desaparecen los picos nevados a la distancia y empiezan a apreciarse montañas húmedas y frondosas, cubiertas del pico hasta la falda en un abrigo de árboles con todos los verdes imaginables. Es ahí, en plena jungla tropical, que sus aguas cruzan el imponente Cañón del Bala, como si fuera un ritual para mutar en el amplio río Beni, siguiendo su curso más allá de las fronteras de Bolivia, en el río Madeira, convirtiéndose en una de las arterias más importantes que alimenta al río más largo del mundo: el Amazonas.
Todo cambió para el Tuichi y para las comunidades del Madidi en 1990, cuando Yossi Ghinsberg, un israelí aventurero, se cayó de su balsa mientras navegaba el río y fue tragado por el bosque durante 21 días. Luego de una batalla física y mental con los elementos de la naturaleza, lleno de picaduras, hambriento y exhausto, fue rescatado por los comunarios de la zona a los que, desde entonces, considera sus hermanos. La aventura de supervivencia de Jossi fue narrada en su libro “De vuelta al Tuichi”, que se convirtió en un bestseller y catapultó al río como un ícono de la aventura intrépida que simboliza la Amazonía. El libro de su historia provocó una ola de aventureros ansiosos por llegar donde estuvo Jossi, y con ello, las comunidades de la región se tuvieron que adaptar a la lluvia turística que inundaba el Tuichi.
DE GUARDAPARQUE A EMPRENDEDOR
Wilmar Janco nació en el corazón de la Amazonía boliviana a orillas del río Tuichi. Su familia vivía en plena selva trabajando el tejido de la palma de jatata para los techos de las casas antes del boom del turismo, antes de que existiera lo que ahora llaman Parque Nacional Madidi. El Tuichi significa su esencia, su vida y sus raíces, pero también significa su futuro, su modo de ganarse la vida, de preservar su cultura indígena y de construir un futuro para sus hijos. Wilmar proviene de Villa Alcira, comunidad indígena de origen tacana que forma parte del Consejo Indígena del pueblo Tacana (Cipta), una de las comunidades que comparten el río.
Trabajó de guardaparque del Madidi por 10 años, metido en todos los rincones del bosque tupido, lo que le permitió conocer mejor el área protegida, y, sobre todo, entender su importancia para la conservación. Observar otros proyectos ecoturísticos exitosos en la zona lo motivaron a incursionar en la actividad turística.
Hoy, Wilmar es gerente general del emprendimiento turístico Mashaquipe, fusión de dos palabras: “masha”, de origen tacana, y “quipe” de origen quechua, que unidas significan ‘varias cosas en un solo viaje’. Mashaquipe Eco Tours comenzó sus operaciones en 2009, propiedad de un grupo de familias indígenas tacanas, y nació con el objetivo de ofrecer actividades ecoturísticas y turismo vivencial, además de ser un medio de subsistencia y apoyo a la conservación de los territorios indígenas.
El emprendimiento ha logrado construir, con sudor y esfuerzo, cabañas ecológicas con materiales locales en dos zonas clave de la Amazonía boliviana: en el Parque Nacional Madidi, a orillas del Taichi, y, a orillas del río Yacuma, en el Área Protegida Municipal Pampas del Yacuma, una región crítica para la conservación .
ARTERIAS ENVENENADAS
El uso del mercurio ya no es secreto para las comunidades de la Amazonía boliviana, son ellos mismos los que han sentido los síntomas y quieren gritar al mundo que los están aniquilando con cada sorbo de agua y cada mordida de pescado fresco. En un estudio realizado por encargo de la Central de Pueblos Indígenas de La Paz (Cpilap), mediante un análisis de los cabellos de las personas, se reveló datos sombríos: 36 comunidades en la cuenca del río Beni y sus afluentes, los ríos Tuichi, Quiquibey, Tequeje y Madre de Dios, están siendo envenenadas con mercurio y un 75% de las personas evaluadas supera el límite de concentración permitida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 1.0 partes por millón (ppm) de este veneno, y el resto permanece expuesto a esta contaminación.
Este es un daño irreparable a la salud de las comunidades y a las futuras generaciones que habitan y dependen de estas aguas que ahora están por siempre contaminadas.
CON ESPÍRITU DE JAGUAR Y ALMA DE RÍO
Marcos Uzquiano indicó que el mercurio también corre por su cuerpo, y que el estudio, a pesar de ser un vistazo al daño de algunas comunidades indígenas, queda corto. Aseguró que, cuando los estudios se hagan también a toda la población urbana de la Amazonía, los resultados arrojarán información reveladora. Lo dijo porque todo su sustento desde que nació ha venido del río Tuichi y sus afluentes.
Chalalan, Mashaquipe y la propuesta de rafting se han convertido en parte de la historia de protección del místico río Tuichi, el cual ahora alberga, cuenca abajo, una diversidad de emprendimientos ecoturísticos, como El Berraco del Madidi EcoGlamp, Yuruma Journeys, Santa Rosa Ecolodge, Corazón del Madidi Ecolodge, Caquihuara Ecolodge, Max Adventure Ecolodge, Tacuaral Ecolodge y San Miguel del Bala. Además de Sadiri Lodge, otro emprendimiento icónico especialista en avistamiento de aves, ubicado en el corazón del bosque húmedo, en el ingreso al Madidi por un camino de tierra. Esta amplia gama de emprendimientos trabaja activamente para mejorar la calidad de vida de sus familias, ofrecer una diversidad de servicios responsables con el medioambiente y resistir el avance de los enemigos del bosque más biodiverso del mundo.