Pese a la adversidad, las familias luchan para salir adelante
Cargando dos canastas llenas de pan, rollos y empanadas, Marisol Fernández sale de su casa, donde aún se encuentran vestigios de lo que dejó el paso de la riada y el lodazal, la tarde del 6 de febrero por la zona de Molle Molle, al noroeste de Tiquipaya.
“Poco a poco estamos intentando levantarnos, por suerte mi cocina hemos logrado recuperar y me la arreglaron. Con eso estoy comenzando de nuevo”, expresó.
Fernández contó que perdió todo su material de trabajo. Sus garrafas, latas y demás implementos fueron arrastrados por el lodazal.
En la parte posterior a la casa de Marisol se encontraban las viviendas de personas que se dedican a la costura, varias de estas casas continúan en riesgo de colapsar.
Sentado en lo que antes fue la puerta de ingreso a su domicilio se encontraban Mario Tola y su familia, que contemplaban las huellas de lo que fue un parque de niños.
“Después de todo lo que hemos pasado, recién las autoridades hablan de franjas de seguridad. ¿Por qué en su momento no nos dijeron que era una zona de riesgo? ¿Por qué el municipio autorizó la construcción de viviendas en esta zona?”, expresó preocupado.
Tola contó que las autoridades del municipio ya no se dirigen a este sector. “Nos sentimos realmente abandonados, no sabemos cuál será nuestro futuro”, señaló.
La maquinaria continúa haciendo la limpieza de las calles y viviendas. “Nosotros realmente hemos perdido todo, mi casa y todas mis cosas quedaron bajo el lodo; ahora estoy viendo si puedo recuperar por lo menos una garrafa”, dijo Víctor Flores, mientras esperaba recuperar algo de lo que una vez fue su hogar.
Varias viviendas que se encuentran en el manzano 78 de la zona de Juventud Chilimarca no cuentan con los papeles que certifiquen su legalidad. “Nosotros sólo contamos con minutas, pero vivimos aquí más de 18 años. Realmente no tenemos la certeza que la ayuda del Gobierno nos beneficiará”, dijo.
Varias personas que vivían en este sector fueron víctimas de los denominados loteadores. “Se aprovecharon de la necesidad que teníamos de contar con un lugar propio donde vivir. Realmente nosotros hemos sufrido bastante”, contó uno de los vecinos.
Este sector en particular aún no cuenta con los servicios básicos (luz, agua y gas domiciliario). Las empresas responsables de estos servicios no realizaron mantenimiento ni cambio de medidores, denunció Limber Cruz, vecino de la zona.
“Aún estamos viviendo en carpas, no tenemos acceso a duchas ni baños, enviamos a los niños a sus escuelas en condiciones precarias”, dijo.
Algunos voluntarios del municipio de Quillacollo continúan brindando su ayuda, para rescatar algunos objetos de las casas de las víctimas de la riada.
OPINIONES
"Recién hablan de la franja de seguridad. ¿Por qué cuando estábamos comprando no nos han explicado del riesgo que había al vivir aquí?" Mario Tola. Costurero
"Esta madrugada se ha dado una tormenta que no nos dejó dormir, la gente aquí vive con bastante miedo. No hay condiciones para volver". Limber Cruz. Costurero
"Sólo mi cocina he logrado recuperar. Elaborando pan nos estamos tratando de levantar después de haber perdido todo". Marisol Fernández. Vecina
"En vano nos han hecho alegrar con las viviendas sociales, pero no van a poder cubrir con todas las familias. Pero a ver, veremos qué hacen las autoridades". Víctor Flores. Vecino
KERMÉS “POR NUESTRO MURO DE CONTENCIÓN”
Vecinos de la zona Molle Molle, noroeste, determinaron organizarse para realizar una kermés denominada “Por nuestro muro de contención”, misma que se desarrollará el domingo en la avenida Ecológica.
Una vecina de la zona, Marisol Fernández, dijo que todo lo recaudado en esta actividad será destinado a este objetivo.
“Con la llegada del lodazal hemos perdido los soportes de seguridad que existían en el río, necesitamos urgentemente un muro de contención que nos brinde seguridad”, explicó.
“Es lamentable que nuestras autoridades sólo se aparezcan cuando hay cámaras, después se olvidan de nosotros; por eso vimos necesario organizarnos y no esperar su ayuda”, declaró Fernando Tola, de profesión costurero.
Las personas que continúan viviendo en este sector afirman que viven en constante zozobra, sobre todo cuando cae una intensa lluvia en la zona.