Sombrereros: creadores de piezas únicas que perduran en el tiempo
“¿A cuánto está el sombrero?”, pregunta un anciano que pasa por la sombrerería La Joyita, que está en una estrecha caseta del mercado La Cancha, donde cientos de sombreros sonríen a los compradores. “A 60 bolivianos, señor, de material finito y nuevo”, responde con amabilidad, don Julio, quien lleva más de 35 años como artesano de sombreros.
En este rincón del mercado, ocho “sombrereros” son los sobrevivientes del oficio de enmienda y creación del sombrero de cuero. Su talento y dedicación hace que cada uno sea una pieza especial.
Dependiendo del material, los sombreros pueden costar desde 60 bolivianos (de lana de oveja), hasta 600 bolivianos (de pelo de conejo).
Los colores, lazos, bordados y otros detalles se ajustan a las preferencias de los clientes, que sin duda quedan contentos al recibir un objeto personalizado. Los “sombreros” son conocidos por su labor que perdura en el tiempo.
“Jamás cambiaría de oficio, esto ya es mi vida”, dice don Julio, uno de los sombrereros que a diario enmienda 10 sombreros y crea otras dos docenas. Las festividades y vivo folklore del país ayudan a eternizar su trabajo. “Ahora estamos en época alta, desde junio con la fiesta del Tata Bombori, hasta agosto con Urkupiña”, cuenta Julio, mientras recibe más pedidos de sus clientes.
La creación de un sombrero empieza por dar forma a la “campana” de cuero, un trozo redondo que llega de fábrica. Luego, el artesano, con ayuda de una plancha metálica y la “horma”, da forma al sombrero con una altura de hasta 40 centímetros.
“Hay todo tipo de sombreros y las alturas de la copa van cambiando según el pedido de la clientela, los más comunes son los paceños”, relató Juan Aduviri, el sombrerero “más antiguo” de Cochabamba, con 40 años en el oficio. Con detalle, borda a mano las piezas de cuero.
Los sombrereros aprenden su oficio desde muy jóvenes. Máximo Ortiz quedó huérfano y lo primero que aprendió fue fabricar sombreros. Desde sus 14 años es un “maestro” creador de estas piezas. “Yo me he valido de esto y hoy puedo hacer cualquier sombrero que me pidan”, asegura mostrando su mejor sombrero, valorado en 700 bolivianos.
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OCHO
Artesanos sobrevivientes
En el mercado La Cancha, en los pasillos que conectan a la calle San Martín y Punata, están estos artesanos.
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