La huella urbana crecerá 3,5% cada año por migración intensa
Sí, Cochabamba es una ciudad que acoge a migrantes desde hace décadas. Hoy en día ese fenómeno ha aumentado con una fuerte presión sobre la mancha urbana que hace difícil establecer cuál es el límite de la ciudad, el sur y el norte se extienden sin cesar.
Muchos migrantes dejan los valles para venir a la ciudad con la creencia que encontrarán mejores condiciones de vida: trabajo y educación para sus hijos, casa y servicios básicos. La mayoría pasa a engrosar el comercio informal y el transporte, principalmente el libre o vecinal.
La mancha urbana creció un 30 por ciento entre 2010 y 2016, según la tesis de maestría de Nayra Mendoza. De acuerdo a sus proyecciones, esta tendencia se mantendrá con un aumento del 3,5 por ciento anual hasta 2030.
La investigación titulada “Dinámica del cambio de uso de suelo en el área de influencia del componente de riego de Misicuni” incide en las consecuencias de la expansión en la agricultura. En efecto, ahora muchas zonas agrícolas están urbanizadas y los productores buscan otras formas de subsistencia.
Cada año llegan a la ciudad más de 200 familias sólo en la época de Navidad y al menos el 40 por ciento se queda, el restante vuelve a sus comunidades, según informes de la Alcaldía.
A esto se suma que durante el año hay bastante gente que se traslada a la ciudad. Sin embargo, la época de mayor migración es fin de año.
“En esta época se genera una desestructuración”, dice el sociólogo Édgar Rojas. “Llega la familia y el hombre busca trabajo por si tiene suerte. En los casos donde hay suerte se queda el padre de manera inicial; la mujer vuelve a su comunidad a vender todo para comprarse el famoso lote en la zona sur”, explicó.
“¿Por qué vienen a la ciudad?”, Flora Quilla, quien se vino de Independencia hace casi 30 años respondió: “Más que todo por el estudio de nuestros hijos. La educación en nuestras comunidades no es como aquí”.
La segunda razón, indicó, es el sustento económico. “En nuestras comunidades vivimos de la producción, pero ya no nos sustenta”, comentó.
Separada y con el deseo de que sus ocho hijos tengan una mejor vida, Quilla decidió mirar a la ciudad. Llegó a la zona sur, en La Chimba, y se dedicó a lo que sabe, sembrar maíz.
“Viví ocho años en La Chimba, luego me fui a La Maica y ahora estoy en Albarrancho. Me dedico al agro y por eso me moví por esos lugares. Mis ocho hijos han logrado estudiar”, contó.
La historia de Flora no es la única. Gran parte de los pobladores de la zona sur migró de provincias de Oruro, Potosí, La Paz y Cochabamba. “Somos la mayoría”, comenta un grupo de vecinos de La Maica, quienes se conocen entre todos.
El sociólogo explica: “El problema es que mientras la mujer vuelve cargada con los hijos y la poca platita, algunos hombres deciden aprovechar la ciudad para escapar de sus responsabilidades”.
A esto se suma que llegan a zonas sin agua, luz y servicios de salud. Se generan los sindicatos para exigir a la Alcaldía obras. Un ejemplo de ello es K’ara K’ara que ahora está casi con todos los servicios. Otro problema es que la municipalidad no cuenta con políticas para integrar a esta población.
Subsistencia
Una gran parte de las personas que llega no encuentra trabajo. Las opciones se reducen a dos: comercio si es mujer y transporte si se trata del varón. Quienes consiguen casa con tierras viven de la producción, pero este es un grupo reducido.
Sandra llegó del Norte de Potosí con su esposo y sus cuatro hijos. “No teníamos para vivir allá, una helada acabó con toda nuestra producción. Vendimos nuestro terreno y con eso vinimos. Ahora estamos en Uspha Uspha y yo tengo mi puesto por La Pampa. Vendo cosas de costura, hilo, aguja, esas cosas”, contó.
Mientras, su esposo trabaja en la construcción hasta generar ahorros y comprarse un trufi. “Quiere hacer viajes al valle alto”, contó.
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CULTURA
Migrantes traen consigo tradiciones
Quienes llegan de provincias y otros departamentos no suelen estar solos en Cochabamba. Usualmente se congregan en grupos y forman asociaciones de residentes.
Esto trae consigo la reproducción de varias tradiciones, principalmente, las que corresponden a entradas folclóricas para santos, entre otras.
Asimismo, en las efemérides de los departamentos de origen se hacen serenatas o festejos para conmemorar la fecha.
SERVICIOS
Asentamientos no tienen lo básico
Las personas que llegan a la ciudad suelen buscar zonas donde el precio del lote es económico. El problema es que se tratan de lugares que carecen de servicios básicos y de riesgo.
No cuentan con redes de agua potable, alcantarillado, servicio de energía eléctrica o incluso recojo de basura. Aún así las familias deciden construir su hogar sin importar las condiciones precarias en las que se encuentran. Incluso se disponen a vivir en zonas próximas a botaderos o plantas de aguas.
AFECTACIONES
Áreas protegidas en riesgo por loteadores
El Parque Nacional Tunari y el cerro San Pedro son avasallados. Supuestos dueños aparecen para vender lotes donde está prohibido. La gente que llega de provincias es engañada por los precios bajos. En cuestión de días aparecen nuevas urbanizaciones.
Desastres naturales por asentamientos
Uno de los riesgos que advierte Nayra Mendoza en su tesis es que muchos de los asentamientos se emplazaron sobre torrenteras, zonas por las cuales pasa el agua o terreno que no es estable. La profesional advierte que no existen acciones de mitigación ante el crecimiento urbano.
Los municipios con mayor migración
La zona sur de Cochabamba fue la que más creció en los últimos 10 años, un 40 por ciento. Ahora la expansión se trasladó al norte y a otros municipios como: Sacaba, Tiquipaya, Quillacollo y Vinto. Los asentamientos suelen ser en las afueras de la ciudad y sin condiciones para una vida digna, pues la mayoría está fuera de la norma.
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Hay menos tierras para regar con Misicuni
La especialista Nayra Mendoza propone que se replantee el componente de riego del Complejo Múltiple Misicuni, que debía dotar 1.000 litros por segundo para la agricultura.
Según el estudio que hizo sobre el crecimiento de la mancha urbana y la proyección que identificó, considera que no se puede concebir este aspecto de Misicuni igual que hace 10 o 20 años.
La cantidad de hectáreas que necesita riego ha disminuido por el avance urbano, por lo que, la cantidad de agua que se necesita también disminuyó. A esto se suma el cambio climático que hace tres años generó una de las peores sequías para el departamento.
Mendoza explicó que realizó su tesis junto a la empresa Misicuni y presentó los resultados con las recomendaciones. “Ahora será decisión de Misicuni hacer el replanteamiento de este componente”, agregó la profesional.