Las almas son bienvenidas
La fiesta de la vida y la muerte, el 1 y 2 de noviembre, es un homenaje a los santos y difuntos que, a pesar de que ya no están, ocupan un lugar central en este mundo. Los preparativos para darle la bienvenida a las almas el 1 de noviembre al mediodía comienzan con semanas de anticipación, especialmente, si ha pasado un año de la muerte.
De acuerdo con la tradición, las fiestas de Todos Santos y Día de Difuntos tienen objetivos diferentes. La primera está destinada a honrar a los santos, santas y mártires de los cristianos; y la segunda a recordar a todos los difuntos.
La última se expresa con el mast’aku o mesa que es un agasajo en el que se ofrece lo mejor al ser querido.
La Fiesta de Todos Santos
Todos Santos es una fiesta en conmemoración de todos los santos, santas y mártires de la Iglesia Católica que gozan de la presencia de Dios en el cielo. Se originó en la iglesia primitiva cuando los cristianos eran perseguidos por Imperio Romano y se escondían en catacumbas. De esta manera, el papa Gregorio IV estableció el 1 de noviembre como fiesta eclesiástica y, desde entonces, se ha mantenido en el calendario religioso.
La Fiesta de Día de Difuntos
El Día de Difuntos se recuerda el 2 de noviembre y está destinado a recordar a todas las almas. Ese día, la gente acude a los cementerios y arma sus altares dentro o fuera del campo santo. Sin embargo, cada vez son más los municipios que prohíben los altares; aunque la tradición aún perdura en algunas provincias de los valles de Cochabamba.
Según la tradición oral, en principio fue una fiesta pagana que comenzó en los pueblos nórdicos campesinos que creían que los muertos volvían a sus hogares.
Los tres primeros años
Las familias que mantienen la tradición de la fiesta del Día de Difuntos establecen un vínculo muy fuerte con el alma durante los tres primeros años. Pues se cree que se queda tres años junto a sus parientes.
La creencia sostiene que el alma no parte de inmediato, sino que inicia una transición y deben ser atendidos y acompañados en su viaje al otro nivel.
El antropólogo y docente universitario, José Antonio Rocha, explicó que en la cosmovisión andina la existencia tiene tres niveles el Janaq Pacha, que es donde se encuentra el cielo, las estrellas y el sol. Luego, se encuentra el Kay Pacha o mundo terrenal y después Ukhu Pacha o mundo de las profundidades.
Después de los tres años, las almas se marchan y se hace una despedida o kacharpaya. Este ritual se practica sobre todo en las zonas agrícolas, donde es común ver una escenificación en la que los dolientes le piden al alma que se vaya y, si ésta se resiste, la chicotean para que abandone este mundo.
En este momento se identifican las almas nuevas y viejas. Ambas son recordadas en noviembre como una Ñawpa Ajayu o alma lejana.
Por ello, en la Fiesta de Todos Santos el primer año del difunto es importante. Los preparativos de la espera se centran el mast’aku o mesa que es una ofrenda abundante para el alma. Los familiares ponen en la mesa todo lo que en vida le gustaba a la persona.
El segundo año también es relevante para el alma aunque no tan exigente como el primero. El tercer año es más sencillo y se considera la kacharpaya o despedida.
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