El impacto del entorno urbano en la salud mental
Si consideramos que la ecología es la salud del planeta, deberíamos analizar la influencia del hombre sobre la tierra y de la tierra sobre hombre. Existe una interacción entre los seres vivos con el medio físico, incluyendo al hombre como aspecto modificador y cultural.
La salud es el estado de completo bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de infecciones o enfermedades —según la definición de la Organización Mundial de la Salud— la cual está estrechamente relacionada con la ecología y el medio ambiente.
Emile Durkheim, uno de los padres de la Sociología, afirma que vivir en un medio urbano afecta a la salud mental. Este autor, en su obra “El Suicidio”, introdujo el concepto de “anomia” que significa “sin norma”, para explicar el suicidio y otras patologías.
Según Durkheim, la anomia aparece cuando hay una carencia de la estructura social que genera una disociación entre los objetivos sociales y los medios para alcanzarlos. Hay una disociación cuando lo que deseamos y se supone que deberíamos hacer o tener, no se corresponde con lo que podemos hacer o tener. Esto se dará de una forma especialmente marcada en espacios urbanos con sus particulares formas de organización social.
En un entorno urbano agreste, cada vez más desertizado, donde el propio hombre destruye su hábitat de una forma absolutamente cruel con todas las especies con las que cohabita, donde talar un árbol a las puertas de un nuevo componente de la selva de cemento en que se convierte nuestra ciudad, es ya una norma, al eliminar esas fuentes de vida que son los pulmones de la ciudad, definitivamente afectamos nuestra salud y en medio del caos generado por el parque automotor que ha crecido en una forma absolutamente desproporcionada, somos candidatos a que el estrés vaya minando lentamente nuestra salud.
Se dice que “la mente destruye el cuerpo” y es así como aparecen enfermedades derivadas del estrés como migrañas y dolores de cabeza, gastritis, alteraciones del sueño, problemas en la piel, caída del cabello, sudoración excesiva, además de ansiedad, ataques de pánico y neurosis. El sistema inmunológico se debilita dando lugar a enfermedades virales.
¿La ciudad es la causa de que actuemos fuera de la norma? ¿Somos conscientes de las presiones a las que somos sometidos?
¿Qué podemos hacer para tener una vida más natural y saludable?
Se ha comprobado que el contacto con la naturaleza, disfrutar de la brisa de los árboles, oír el canto de las aves, acariciar una mascota, disminuye los niveles de tensión arterial en pacientes hipertensos.
Si no es ahora, ¿cuándo? ¿Será posible que podamos tomar conciencia y defendamos nuestro hábitat? Que con nuestras acciones contrarrestemos el inexorable y detestable avance del cemento, recuperando un aire más puro y que las lluvias sean algo tan natural como hace unos años y no un motivo de alegría colectiva como ocurre ahora con una llovizna fugaz.
Dejemos a las generaciones futuras un entorno que genere salud y una sensación de apacible tranquilidad al contemplar hermosos molles, jacarandás, sauces… mientras respiran aire puro otra vez.
NOTA.- El artículo es una contribución del colectivo No a la Tala de Árboles Cochabamba a través de su comisión de educación.