Vecinos de Sivingani toman sus previsiones contra las pandillas
Un expandillero, de nombre José, que vive en el barrio de Sivingani al sur de la ciudad, donde el pasado 29 de octubre cinco personas quemaron vivo a Javier Canchi Choque (17) por un conflicto pasional, contó que en la zona han proliferado las pandillas y el lugar se ha vuelto más inseguro.
En su opinión, una causa para que los adolescentes se metan en pandillas es que los padres se dedican a trabajar mucho y han dejan que sus hijos crezcan como puedan, sin orientación.
“Necesitamos proyectos de educación, de fomento a la juventud para que pueda rehabilitarse y dejar las pandillas. Los papás también deben entender que no todo es plata, también deben estar con sus hijos”, dijo.
Siguió: “En el barrio hemos fallado como padres, como vecinos, como seres humanos, porque no hemos sabido educar y ayudar a nuestros jóvenes”.
Pero, además, considera que la zona ha sido olvidada por las autoridades y se necesita apoyo para los adolescentes.
“Queremos educación en valores, escuelas de fútbol y desarrollo integral para niños y jóvenes que son abandonados por sus padres y las autoridades”, pidió.
Dijo que la zona ha cambiado desde que las pandillas se volvieron más violentas.
“Primero jugaban futbol y se dedicaban a consumir bebidas alcohólicas, luego comenzaron a asaltar y robar a la gente. La cosa se les ha escapado de las manos, nos duele, estamos indignados con la saña que están actuando los jóvenes de estas pandillas”, lamentó.
Ante la inseguridad, los vecinos han comenzado a tomar sus previsiones. Las tiendas del barrio cierran temprano, a las 18:00, y el transporte público sólo presta servicio hasta las 22:00.
En Sivingani, la mayor parte de las mujeres se dedica al comercio y los hombres trabajan de albañiles. Muchos madrugan y salen del barrio a las 05:00 para volver a las 20:00. Los niños se quedan solos o al cuidado del hijo mayor durante el día.
Una vecina, Trifonia Molina, comentó que cuando se dedicaba a ambular verduras salía de su casa a las 05:30 junto con su amiga y otra mujer para que no ser atracadas por los pandilleros; también volvían juntas.
Hace dos meses, dejó de ambular y abrió una tienda a dos cuadras del puente donde suelen reunirse algunos jóvenes. Por razones de seguridad, cierra temprano por temor a que le roben.
“Ellos caminan toda la noche, se reúnen el puente para asaltar a las personas. Tengo miedo, por eso cierro temprano. No podemos andar solos temprano o tarde porque nos asaltan; cuando salimos en grupo, ellos se escapan”, declaró.
Los trufis trabajan hasta las 22:00 por temor a los asaltos.
“Los pandilleros nos quieren robar la renta, también se suben y no pagan el pasaje, buscan pelea o se van corriendo, cuando se les reclama sacan cuchillo, por eso sólo trabajamos hasta las 22:00 a pesar de que a esa hora hay pasajeros, pero no podemos arriesgar nuestra vida por 2 bolivianos”, dijo un chofer.
En la zona hay cinco chicherías y algunas casas venden bebidas alcohólicas a puerta cerrada, dijo el dirigente del barrio, Sandro Castro. La “Mancomunidad de Sivingani” tiene 19 juntas vecinales, un sindicato agrario y más de 8.000 habitantes.
SIN AGUA, SEGURIDAD Y CAMINOS
La “Mancomunidad de Sivingani” carece de servicios básicos y la gente “vive como puede”, dijo el dirigente Sandro Castro.
En el lugar, un turril de agua se vende entre 8 y 10 bolivianos dependiendo de la distancia. Tampoco hay alcantarillado, por lo que los vecinos tienen pozos sépticos o descargan sus aguas servidas al río Sivingani, ese es el caso de la unidad educativa Antonio Díaz.
“Compramos cada día dos turriles de agua, eso nos duran dos días”, dijo Emilio Canchi que tiene una familia de cinco personas.
Castro gestiona proyectos de empedrado de calles con la Alcaldía y la construcción de un módulo policial, pero todavía no hay proyectos de saneamiento básico.
OPINIONES
Sandro Castro, dirigente Sivingani
“Hay temor en los vecinos”
Después de lo ocurrido, hay temor en la zona. Los vecinos quieren cambiar a sus hijos de colegio. Antes las pandillas sólo se dedicaban a beber, drogarse, asaltar y ahora ya no se conforman, cometen asesinatos. En la zona hay cinco chicherías identificadas, pero también hay casas que venden a puerta cerrada. Necesitamos más seguridad y la construcción un módulo policial para que desaparezcan las cinco pandillas.
Severino Aguilar, vecino Sivingani
“Todos somos migrantes”
Todos somos migrantes, yo soy de Potosí. La zona es peligrosa, por ello los vecinos nos hemos organizado, cuando hay un robo o algo, tenemos que hacer reventar petardos, para que todos salgan. Aquí la Policía no llega, por eso suceden robos, han matado a una cholita y han quemado a un joven. Los pandilleros paran en las chicherías y en los puentes para asaltar. No se pueden dejar la casa sola porque también ingresan a robar.
Martha Mamani, portera de una unidad educativa
“Niños se van solos a sus casas”
Necesitamos un módulo policial en el lugar, muchos niños salen de la escuela y se van solos a sus casas, ellos tiene que pasar por el río y no vienen los patrulleros como pasa en otras escuelas.
Es peligroso, las pandillas lanzan piedras a la puerta del colegio y también rompen los vidrios, nunca se han entrado al establecimiento a robar, pero tengo miedo, los perros ladran toda la noche, yo por miedo no salgo.