Arauco Prado
Alfredo Terrazas, de 72 años, un antiguo vecino de La Recoleta, recuerda que uno los párrocos, el más querido, fue el sacerdote Andrés Oporto quien junto con el dueño del Hotel Cochabamba, Julio Arauco Prado, fundó el Club Arauco Prado, una agrupación deportiva que cambio la vida de los niños y jóvenes, quienes tuvieron la oportunidad de ser grandes jugadores.
Este club fue semillero de grandes deportistas del balompié, quienes participaron en equipos de renombre como Aurora, Wilstermann, Bolívar, Strongest, Ferroviario, entre otros como el deportivo Bata, señala Terrazas.
También recuerda a quienes apoyaron a los deportistas, la familia Rivera, dueño de Ciarave, que hizo que los jugadores tengan un plato de comida (chanq´a de pollo).
El vecino recuerda que allá por 1955, los niños jugaban fútbol en las calles, era su pasión. No importaba cómo era el balón que usaban, en ese entonces un amarro de bolsas de plástico servía para patear y meter goles.
“Los únicos que tenían balones eran los del Hotel Cochabamba, teníamos que esperarles hasta las 5 o 6 de la tarde para que saquen su pelota y juguemos un clásico”, relata.
Él recuerda del padre Oporto que era un apasionado de este deporte, “primero tocaba las campanas a las 5:30 o 6:45 para que vayan los jóvenes a entrenar al estadio, él era uno de los primeros que correteaba detrás del balón”, destaca.
Otra de las anécdotas que cuentan, es que después de jugar fútbol, los niños del barrio conseguían algunos elementos para preparar un tradicional k´allu. Con una sonrisa en el rostro, confiesa que k’ukeaban (robaban) lechugas y cebollas de los huertos para darse la comilona.
“Jugábamos fútbol y luego le robábamos a Don Fausto Valencia las lechugas y las cebollas. Después del partido cada uno iba a su casa y sacaba locoto, sal y tomate, lo picábamos, éramos especialistas en los k´allus y comprábamos pan si teníamos dinero y si no comíamos así”.
También recuerda que la plaza Ubaldo Anze, en ese entonces, no había flores, por eso, dijo, se conocía a La Recoleta como “el Jardín sin Flores”.
Otra de las características de los vecinos era la hermandad que los unía, dice Terrazas, unos y otros siempre estaban para apoyarse en los buenos momentos y en los malos, la iglesia también unía a quienes venían de otros sectores.
En la actualidad, los recoleteños hacen trabajos de carácter social que va enfocado al apoyo y reconocimiento a quienes construyeron lo que es ahora La Recoleta.
Entre sus proyectos está la construcción de un mural recordando a los fundadores de La Recoleta, muchos ya fallecieron. El proyecto se encuentra en tratativas para ser materializada posiblemente dentro del templo.
Para las fiestas centrales, llegan recoleteños que ahora radican en el exterior, señalan, como James Velazco, David Guerra, Jorge y Carlos Morales.
Juan Carlos Cremer, quien vive en la zona desde sus 13 años, hace 47 años, recuerda que el templo era un referente de la zona, a la que era complicado llegar, y las pocas casonas que existían en el lugar tenían muchos árboles frutales, “la casa de los Olmedos tenía un gran árbol de pacay” del que todos los jóvenes del barrio iban a sacar sus frutos”.
La casona de su familia, señala, sirvió de hospedaje del mariscal Tito, quien llegó a Cochabamba, y en ese entonces la calle Potosí estaba asfaltada sólo hasta la curva (la primera cuadra).
Los primeros balones en La Recoleta
Los pobladores de La Recoleta eran amantes del fútbol, por ello practicaban este deporte día y noche, afirma Alfredo Terrazas.
1. Balones de vejiga de buey. En 1935, los niños y jóvenes jugaban con balones hechos de la vejiga del buey, que eran inflados y amarrados. No eran circulares, pero servían para la diversión.
2. Balones de caucho. En 1937, aparecen los balones de caucho, denominados “mojeños”, que llegaban desde Beni.
3. Balones de cuero. En 1942, los niños de La Recoleta conocieron los balones de cuero, que al principio fueron un lujo que no todos podían acceder.