Historia y leyendas que encierra La Recoleta
Si bien La Recoleta es una OTB nueva, según su documento de constitución, su historia se remonta a muchas décadas, cuando la modernidad aún era un sueño y reinaba la tranquilidad de sus habitantes que se transportaban a pie y se oía el trinar de las aves, el relajante sonido del río Rocha y la risa de los niños que compartían juegos en las calles.
Los recuerdos de sus antiguos habitantes dan cuenta que La Recoleta estaba llena de árboles frutales, sembradíos de verduras y haciendas típicas de la época, caminos de tierra y el templo que tuvo varios cambios con el paso del tiempo.
Uno de los recoleteños más antiguos, Francisco Mancilla, describe la vida en la zona en los años 1930, en su texto “Reminiscencias de mi infancia y posteriores”. Mancilla nació en una vivienda ubicada a la entrada de la hoy plazuela de La Recoleta, denominada Ubaldo Anze, a pocos pasos del puente metálico, que unía este sector con el casco viejo.
Relata cómo eran las casas en ese tiempo, hechas de adobe con techo de teja de arcilla cocida. En su memoria está muy marcada cómo era el río Rocha: “Resultaba siendo nuestro balneario con agua cristalina en invierno y turbiones frecuentes en la época de lluvia”. Desbordaba trayendo consigo basura, víboras y toda clase de alimañas, además, causaba desastres en las vetustas casas próximas a sus riberas, la corriente del río también cobró la vida de niños y personas mayores. La iluminación era escasa, sólo había dos focos, uno cerca de su casa y el otro en el centro de la plazuela, en las viviendas sólo había velas que daban una luz tenue.
Mancilla recuerda que en ese entonces había una escuelita que funcionaba donde hoy está el Gran Hotel Cochabamba, que tenía un solo curso. Había varias chicherías, entre ellas “Las Cañahuequitas” y todas las casas de la zona tenían grandes sembradíos y gozaban de mitas de agua que provenían de vertientes, entre ellas “manzana pila”, “waca mik’u” y “peras pilas”. Según cuenta, existía una pileta pública que se encontraba casi en la puerta del templo, que funcionaba las 24 horas, provista por la familia Anze.
Entre otro de sus recuerdos importantes está el del hotel Cochabamba, que fue construido en 1940, el mismo adquirió un colectivo que recorría el sector y que no sólo recogía huéspedes, sino también a algunos pobladores. Hace referencia que este punto en la historia pudo haber influido en la desaparición de los sombreros de chola de copa alta, debido a que las mujeres de pollera, no lograban pasar por la puerta del colectivo con sus sombreros puestos y se veían obligadas a llevarlos en el brazo y por el poco espacio que había se arruinaban y su reparación era costosa, entonces muchas dejaron de usarlo o acortaron el tamaño de la copa.
Recuerda que el templo de La Recoleta, cuando vivía en la zona, ya no tenía el muro frontal de adobe con arco al centro del ingreso del atrio, que se ve en las fotos antiguas de éste.
Francisco Mancilla
Vecino de la zona
El puente metálico, que unía este sector (La Recoleta) con el casco viejo (el centro de la ciudad) era angosto y tenía unas hermosas protecciones en la parte posterior de los costados, con arcos en los que jugábamos con frecuencia, dada la escasa circulación vehicular (1932).