En Tarata las abuelas tejen una gran tradición
La tradición del tejido artesanal corre el riesgo de perderse en Tarata por falta de un mercado que aprecie las frazadas, ponchos, medias y chuspas que las manos de decenas de mujeres elaboran con paciencia y creatividad.
Una de las tejedoras más antiguas de esta población colonial del valle alto, Juliana Montes, afirmó que existen dos de formas de tejer: una consiste en el tejido en telar de marco y la otra con varios palillos.
El telar es un marco de madera de casi un metro donde se colocan los hilos en los extremos y luego se entrelazan en una tercera vara con la que se va formando el phullo o frazada colorida y gruesa.
Como la gran mayoría de las mujeres tarateñas, Juliana aprendió a tejer por su madre, que desde los cinco años le enseñó a hilar y ahora transmitió sus conocimientos a su hija. Sin embargo, la tradición que pasaba de generación en generación entró en una pausa desde que se dejaron las comunidades para vivir en la capital del municipio.
“Tengo harto producto, pero no hay a quién vender. Por eso, ahora sólo tejo en mi tiempo libre, porque tengo que dedicarme a otras cosas”, señaló Montes.
Por otro lado, otra de las técnicas de tejido se realiza con los palillos. Este método es utilizado para hacer medias especiales de lana para los mineros. En este caso, se emplean hasta cinco palillos que permiten dar una forma más cómoda a la prenda.
En ambos métodos se utiliza la anilina para teñir la lana de oveja, en algunos casos de alpaca. El objetivo es mantener el tejido artesanal ancestral en el que predominan los colores rojo, blanco, negro y verde. Pero los diseños han variado con el tiempo.
“Mientras más pequeño y detallado, Toro Ñawi (ojo de toro), se demora más en hacer y se necesita paciencia y tiempo. Antes, había familias enteras que se dedicaban al tejido, pero con la falta de mercado esto se fue reduciendo”, señaló el responsable de Cultura y Turismo de Tarata, Mario Gonzáles.
Por este motivo, algunas mujeres, como Angelina Claros, decidieron llevar sus productos a ciudades como Cercado, Quillacollo y Sacaba para venderlas. Los ponchos cuestan entre 60 a 150 bolivianos, según el tamaño. En tanto, los phullus están a más de 100 bolivianos.
Mientras se recorren las calles de Tarata, se puede encontrar algunas mujeres sentadas tejiendo en las puertas de sus casas. La mayoría de las tejedoras tienen más de 40 años; las nuevas generaciones casi desconocen esta técnica.
Por su parte, Bárbara Morales se concentra más en el tejido con palillos para hacer medias, dejó de lado los phullus por la falta de mercado. Teje desde niña, pero es la última en seguir la tradición.
En la actualidad, el telar que antes se encontraba en todas las calles ahora forma parte del museo de historia de Tarata. Se encontraron dos en exposición: uno que tiene más de 100 años, que tiene ruedas y poleas, porque además se hacían los hilos.
En tanto, el otro telar es uno que aún utilizan algunas mujeres. Este oficio es bastante apreciado por turistas extranjeros.
Las tejedoras utilizan las ferias para exponer sus productos. Esto ocurrirá en la Feria del Toro Tinku que se llevará a cabo el 23 de abril en Tarata.