¿Qué busca los EEUU en La Habana?
Explicación previa: no titulo el presente artículo “Obama en La Habana” para evitar una rima, sino para dejar claro que las decisiones de los EEUU en materia internacional no son unipersonales.
El Presidente norteamericano es máximo portavoz en un sistema presidencialista. Pero hay que tener en cuenta que decisiones tan gravitantes como son las que inciden en espacios hemisféricos tienen razones diferentes al humor con el que cada día se levanta Obama. Lo contrario sería pensar –es lo que imaginan los perfectos idiotas de la derecha sudamericana-- que la historia universal ha sido forjada sólo por semidioses, héroes y villanos. Si así fuera no habríamos avanzado nada desde que Homero escribió La Iliada.
La política de Obama hacia Cuba ha sido configurada después de consultas, reuniones de expertos políticos y militares, incluyendo en ellas a miembros del partido republicano.
En EEUU, a diferencia de otros países, la política internacional es en primera línea una materia de Estado. Entiéndase, de Estado y no de gobierno. Así se explica por qué el mismo Donald Trump no ha puesto el tema de las relaciones con Cuba en el centro de su agitado debate electoral.
La política de Obama con respecto a Cuba continuará por lo tanto después de Obama del mismo modo como la política de Nixon con respecto a China continuó después de Nixon.
La pregunta correcta entonces es ¿qué busca los EEUU en La Habana?
La respuesta no puede ser otra: lo mismo que buscó Nixon a través de Kissinger en Pekín: un medio para estabilizar un espacio internacional. En el caso de Nixon con el Sudeste Asiático y en el caso de Obama con América Latina. Eso quiere decir que la política de los EEUU con respecto a Cuba no ha comenzado ni terminará en Cuba.
La normalización de las relaciones con Cuba tiene lugar sobre la base de un contexto internacional muy diferente al tiempo en el cual ocurrió la ruptura de esas relaciones. Pero, aunque la guerra fría ha finalizado, las amenazas en contra de la seguridad exterior de los EEUU continúan vigentes.
En el Medio Oriente el terrorismo islamista ya ocupa vastos territorios. En el horizonte político ya se dibuja un conflicto militar entre Irán y Arabia Saudita. Si Putin continúa avanzando, un choque entre Turquía y Rusia ya está programado. Por si fuera poco, Putin no oculta sus deseos de desestabilizar a Europa tejiendo alianzas con los populistas de la más extrema derecha.
En todos esos conflictos EEUU deberá tomar nuevas posiciones.
Ahora, si pensamos seriamente más allá de Cuba, comprenderemos por qué al gobierno de los EEUU no le interesa sumar relaciones tensas con sus vecinos del sur. La política de Obama hacia Cuba debe, por lo tanto, ser considerada como una política de distensión: un acto simbólico, un gesto de amistad, una prueba de que las relaciones imperiales entre los EEUU y América Latina están llegando a su fin.
O dicho de otro modo: EEUU busca desactivar, en lo posible, el antiimperialismo ideológico sobre el cual se sustenta la llamada izquierda populista latinoamericana. En cierta medida lo está logrando.
Las derrotas de los populistas en Argentina, Venezuela y Bolivia no son por cierto un producto directo de la nueva política de los EEUU. Pero difícil será negar que los gobernantes procastristas han sido políticamente descolocados y con ello han perdido gran parte de la legitimidad simbólica de su poder.
En la historia quedará constatado el hecho de que la derrota del populismo de izquierda latinoamericano comenzó bajo, y en cierto punto, gracias, a la política del Gobierno de Barack Obama con respecto a Cuba.
El autor es filósofo.
Columnas de FERNANDO MIRES