Afrobolivianos luchando ante el racismo estructural
Alrededor de 200 millones de afrodescendientes dispersos en las tres Américas y desde la colonia han sido capaces de articularse y rechazar toda opresión física e ideológica siguiendo legados de lucha cimarrona y pacifista que apropia, negocia y resiste las injusticias e imposiciones de poderes.
El pueblo afroboliviano es de larga data histórica. Se nutre de movimientos culturales, políticos y espirituales como los Raztafaris, los espacios de cofradías en las iglesias coloniales, el Panafricanismo como movimiento de unidad cosmopolita de los nacidos en diferentes regiones de África y los nacidos fuera de ella, reuniones clandestinas que derivan en la lucha por los derechos a la tierra, al voto u otros protagonizados por pongos y mitanis afroyungueños en las haciendas antes de la Revolución Agraria de 1952 (Bolivia) entre otros movimientos sistemáticos y profundos en centros y periferias que generaron procesos estratégicos de lucha muchas veces “desde casa afuera”, es decir, intercultural con matices contrahegemónicas.
Es una lucha que desde la colonia contribuyó al desarrollo social y económico del país. Por tanto, el Estado tiene que hacer cumplir en la realidad lo que estipula en los artículos 3, 32, 100 y 395 de la CPE; pero pareciera que seguimos siendo “invisibilizados” por una lógica monocultural indigenista y un racismo estructurado que afecta al desarrollo del ser afroboliviano. El reconocimiento debe darse en su integridad. Por ejemplo, una de las ausencias de reconocimiento constitucional es la lengua afroboliviana o Habla afroyungueñao que es la fusión de lenguas africanas, el castellano y el aimara. Como en mi caso, pues, cuando me postulé para Defensor del Pueblo no consideraron mi lengua.
Otros aspectos de “inexistencia” es que en la propuesta de emisión de nuevos billetes no aparecen personalidades afrodescendientes que lucharon para la Independencia de Bolivia como Franciscote, o cuando las autoridades sólo destacan lo indígena pareciendo que estamos incluidos en el mismo corpus identitario siendo que nuestra lógica cultural es distinta. Asimismo, en nuestra propia tierra sufrimos xenofobia como los casos de policías que detienen a afrobolivianos exigiéndoles cédula de identidad. Añado a estas situaciones de discriminación y racismo estructural del sistema mundo y estatal los censos de población que hasta el 2001 nunca aparecimos y el 2012 nos consideran aunque los resultados no convencen ya que a algunos sectores de la sociedad no les conviene darnos espacios de decisión política en la Asamblea, pero a pesar de ello los afrobolivanos somos la séptima población mayoritaria de las 36 nacionalidades.
Otro aspecto a considerar por el Día Contra el Racismo que sufren todos los pueblos del mundo y que no es constitutivo de indígenas es la III Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia, realizada en Durban-Sudáfrica, del 31 de agosto al 8 de setiembre de 2001 en la que los afrodescendientes propusieron acciones para erradicar dicha lacra de la sociedad. Como resultado de ello, el Estado boliviano en base también al trabajo del pueblo afroboliviano promulgó la Ley 045; que en la práctica nadie cumple. Por ejemplo, no hay sanciones contra gente que en las calles del occidente del país dicen “suerte negrito” cual si fuéramos amuletos entre otros prejuicios que no favorecen la convivencia.
Es tiempo de trasformar las leyes y la realidad social desde espacios educativos con inclusión real de la “tercera raíz cultural” de las Américas –la afrodescendencia– que como el sonido de los tambores que llegaron del África construyamos un puente de voces polifónicas que posibilite la convivencia armónica entre culturas.
El autor es comunicador social, cursa el doctorado en Comunicación e Información UCB.
Columnas de MARTÍN MIGUEL BALLIVIÁN