Resistir
Vivimos en un país que una liebre puede recorrer saltando de corrupto en corrupto sin tocar el suelo, no solamente por las malas políticas y la tendencia delictiva de los gobernantes, sino también por la ignorancia sin límite de la sociedad. Las cosas van de la mano, sin víctimas fáciles no hay verdugos impunes. Los pueblos analfabetos no son libres ni gozan de la democracia a plenitud porque están sometidos a los caprichos de cualquier pequeño caudillo, tan solo un pelo más astuto que ellos. Y ese contexto adverso, para quienes rodeamos los 30 y comenzamos a formar nuevas familias, no es para nada alentador. ¿Qué debemos hacer? ¿Nos quedamos inmóviles y adormecidos, resignados y sumergidos en el fango de la mediocridad y la corrupción? ¿Nos vestimos de superhéroes y dedicamos nuestra vida a luchar por cambiar esta realidad tan gris? ¿O mejor aprendemos rápidamente otro idioma y nos largamos pronto de aquí?
Si es así, vámonos bien lejos, porque los Gobiernos populistas dejaron en cenizas varios países de América Latina, y en su fuga se robaron hasta la primavera. Y en esas anda Bolivia, cuyo Gobierno no aprovechó correctamente el periodo de auge en el precio del petróleo y los minerales, e invirtió en una serie de proyectos monumentales caracterizados por la falta de sustento técnico, irregularidades legales y una altísima corrupción, que convirtió en millonarios a varios impostores y oportunistas que juran con un puño en alto, fungen como revolucionarios y hablan pestes contra el imperio, pero que en muy poco tiempo acumularon una fortuna infinitamente superior a la que cualquier capitalista, socio del Country y con visa vigente, podría lograr de manera independiente. Y es ése ambiente de contradicción y sospecha el que nos confunde y nos detiene a quienes quisiéramos solamente vivir y morir en paz, de manera anónima, lícita y personal. ¿Será una decisión sensata crear una empresa, ahorrar en un banco, comprar un lote, construir una casa o reservar un espacio en el cementerio?
El Presidente dice que sí, pero también dijo que no le gustaban las rubias y que respetaría los resultados del referendo, y entonces a mí ya me cuesta creerle, y pienso que aunque haya reemplazado el traje y la corbata por una chompita de alpaca, es igual de maniobrero que cualquier político tradicional, de cualquier sigla, esos son puros tecnicismos, e incluso tiene menos herramientas que ellos porque no se atreve a debatir. Todos menos él sabemos que está muy mal asesorado por aquellos aduladores e improvisados hombres que conforman su círculo íntimo y que no están a la altura de su responsabilidad ni de su cargo, y que no solamente distorsionan y maquillan la realidad en patéticas conferencias de prensa y están envueltos en numerosos escándalos de corrupción, abuso de poder y tráfico de influencias, sino que tienen un discurso violento y amenazante, y denuncian, señalan y miran el fascismo en todas partes menos en ellos mismos. Por eso yo no soy tan optimista como aquellos periodistas a sueldo y escritores indignos que le escriben a su jefazo dulces loas con la máquina en el suelo y ellos de rodillas, nunca sentados en un escritorio, y más bien creo que el futuro puede ser inseguro e inestable para quienes no estamos ni queremos estar relacionados con la gente del poder, y más bien esperamos con ansias el día en que se vuelque la tortilla y ellos ya no ocupen altos cargos y los encontremos en la calle sin guardaespaldas y podamos acercarnos y pedirles una explicación.
¡Qué difícil resulta planificar un futuro personal y familiar en Bolivia! A veces dan ganas de irse y, parafraseando a Serrat, buscar otra luna (…Tal vez mañana sonría la fortuna. Y si te toca llorar, es mejor frente al mar…). Pero aquello no es tan fácil y finalmente aquí, todavía, no se vive tan mal, ¿o es que ya nos contentamos con poco? De todas maneras, mientras tomemos una decisión pienso que si no estamos conformes con la sociedad y el país donde vivimos, debemos participar en el debate público, pero sin abusar de la impunidad de las redes sociales, donde acudimos como tiburones al olor de la sangre cuando se trata de criticar e insultar, pero es muy extraña la ocasión en que damos sugerencias o proponemos alternativas. Debemos aportar al desarrollo del país desde los escenarios donde nos desenvolvemos, y estar conscientes de que si no elevamos nuestro nivel ni desarrollamos una opinión crítica de nada servirán las urnas y seremos manipulados y cautivos en cualquier parte del mundo, y que antes de dejarse oprimir será mejor resistir y vender cara la vida.
El autor es arquitecto.
Columnas de DENNIS LEMA ANDRADE