El show de los inocentes
¿Qué hizo el Gobierno para enfurecer tanto a su socio preferido? Visiblemente dos cosas: retirar los privilegios de que gozaba y promulgar ruidosamente una ley, con discursos altisonantes, en la Coronilla. La respuesta inmediata fue la paralización del país con los bloqueos. El mismo recurso se utilizó en octubre de 2003 para derribar a un Gobierno constitucional. De entonces a esta parte cogobiernan los cocaleros del Chapare y los cooperativistas mineros. Ése es el núcleo del poder. En el camino, los comunistas de todo pelaje se subieron al carro.
El diálogo no pudo efectuarse por las condiciones impuestas de ambos lados: “Primero levanten la medida; no, primero suelten a los detenidos”. En ese contexto, se dio la aventura peligrosa de internarse a la cueva del lobo, tratando de coordinar un entendimiento con los dinamiteros. ¿Le ordenaron o lo dejaron ir por su cuenta al Viceministro? De cualquier forma, por acción o por omisión, aquí surge claramente la responsabilidad de una autoridad superior. Además de las palabras, los hechos también hablan.
Bajo amenaza de muerte lo tenían acorralado; desde esa situación clamó auxilio varias veces. Para liberarlo, se exigía el inmediato repliegue de los policías y la liberación de los cooperativistas detenidos. Según el Ministro de Gobierno, “casi” de inmediato se ordenó el repliegue, y lo otro estaba bajo la jurisdicción de la justicia. Con voluntad política era posible hacer ambas cosas, y rápidamente. Como se sabe, la independencia de poderes es una ilusión. Para muchas cosas le sobra astucia al Gobierno; ahora le faltó. Entre las 17:00 y 18:00 horas asesinaron al Viceministro; a esa hora la muerte de otro cooperativista fue el detonante.
Además de levantar la mano, los “honorables” deben fiscalizar las acciones del Gobierno. La interpelación es un recurso que habitualmente utiliza la oposición para pedir explicaciones a los ministros. Pero esta vez, como la anterior con Achacollo, el oficialismo les madrugó a los adormilados opositores que se quedaron parados, mascullando su protesta. Obviamente, la información de los “interpelados” fue satisfactoria. Dizque realizaron el mayor esfuerzo; pero si los resultados cuentan, no hicieron nada. De todos modos, son inocentes; aunque para un diputado opositor sólo fue un show de la demagogia.
No será una definición simple. “El Gobierno nos mandó a la lona, pero nos vamos a levantar”, dijo desafiante un cooperativista. Sí, ya se están levantando. Rechazaron los decretos emitidos por el Ejecutivo y no acatarán la prohibición de la dinamita, porque es “histórico y reivindicativo; por ella está donde está el Evo”. También pedirán indemnizaciones por sus muertos y no saben nada de los asesinos porque la acción de Panduro no fue planificada. Por tanto, son también inocentes.
Pero a la hora de las cuentas, ¿quién indemniza a los viajeros por los daños y perjuicios causados? Era oportuno reivindicar ahora el precepto constitucional sobre el libre tránsito y prohibir con cárcel el bloqueo, aunque se considere como una conquista entre los “usos y costumbres” de la masa incivilizada.
El autor es escritor, miembro del PEN Bolivia.
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