La resiliencia de la economía boliviana
Bolivia mantiene una década de crecimiento sostenido y un buen desempeño en comparación a otras regiones del mundo. Con datos del Banco Mundial se puede constatar que el crecimiento boliviano de los últimos 10 años fue de 5% y es superior al crecimiento mundial de 2,6%, mayor al crecimiento de América Latina y el Caribe de 2,7% y muy similar al de los países considerados de ingresos medios de 5,5%.
Bolivia es uno de los países que mejor aprovechó el ciclo de precios altos de las materias primas y el de mayor resiliencia en la baja de precios. En el último decenio, el crecimiento promedio boliviano supera al de países hidrocarburíferos como Arabia Saudita 3,7%, Estados Unidos 1,45%, Rusia 2,3% e Irán 2,27%, sólo por debajo de Nigeria y Qatar que lo hicieron en un 5,2% y 11,4%, pero con una marcada desaceleración en los últimos tres años llegando a tasas del 2,4% y 3,2%.
En cambio, en Bolivia la tasa de variación del PIB entre 2014 y 2016 tuvo un promedio del 4,9%. Resultado de ello, la previsión de los organismos internacionales es que este año, por cuarto consecutivo, el país continúe posicionándose como el de mayor dinamismo en la región. De confirmarse estas proyecciones, Bolivia pasaría a ser el que más veces lideró el podio de crecimiento regional desde comienzos del nuevo siglo.
En la región, los principales países productores de hidrocarburos presentaron expansiones más moderadas en los últimos 10 años: México (2,4%), Colombia (4,3%), Ecuador (3,5%), Venezuela (3,8%) y Trinidad y Tobago (1,6%). Bolivia comparte, junto a Uruguay, Colombia y Perú, el hecho de no haber experimentado una recesión económica (tasa de crecimiento negativo) desde 2006.
Esta ínfula de datos, aunque pequen de presumidos, son veraces.
¿Por qué el país continúa creciendo? La explicación inmediata es la demanda interna. Mientras Bolivia apuesta por fortalecer y engrosar el consumo interno de las familias, la inversión de las empresas y el gasto de capital del propio Gobierno con políticas redistributivas y de infraestructura, otros países la contrajeron por medio de recortes al gasto fiscal, ajustes tributarios, menores salarios y pensiones, despidos, entre otros. Los factores que explican la recesión en algunos países y la desaceleración en otros, en los últimos dos años, son la caída del consumo y la inversión.
A pesar de esta evidencia contundente, existen detractores de esta forma de hacer políticas contracíclicas, que las han catalogado como la fiesta del consumo porque, a su entender, el Estado está acentuando los déficits fiscales y comerciales. Lo que no ven es el cambio cualitativo en la composición del gasto del Gobierno. En los años 90, el país también tenía déficit y no por ello logramos reducir la pobreza o crecer al doble que nuestros vecinos, pero seguro que eso no es parte de su análisis. El sostenimiento de la demanda interna va más allá del corto plazo. Se trata de un cambio en la estructura productiva y en el perfil de consumo de nuestros conciudadanos.
El buen desempeño de la economía boliviana no sólo se debe valorar por lo sucedido hacia atrás, sino por lo que se espera en adelante. En 2015 varios organismos internacionales destacaron que Bolivia es uno de los países mejor preparados para la caída de precios internacionales. Durante los años de precios extraordinarios, fue de los que más colchones financieros acumuló. Las reservas respecto del PIB llegaron a sobrepasar el 50% en 2012 y la deuda externa se redujo del 63% en 2003, al 18% en 2014. En cambio, otros países no lograron acumular reservas internacionales a la misma velocidad que la nuestra e incluso aumentaron su nivel de endeudamiento en el periodo de auge, esa fue la verdadera fiesta del consumo.
Es este espacio de recursos acumulados en gestiones anteriores los que permiten que hoy Bolivia sortee con éxito los embates del contexto económico internacional adverso y promueva una tasa de crecimiento sostenida.
El autor es docente de la UMSA.
Columnas de OMAR RILVER VELASCO PORTILLO