El nuevo orden del gas
La negociación de un nuevo contrato de venta de gas a Brasil es un buen motivo para recordar las condiciones actuales de su comercio.
El mercado actual es un mercado de compradores por la abundancia de gas debido a la tecnología que hizo comercial el shale gas y la irrupción global del gas natural licuado (LNG). Estos dos factores han obligado a los vendedores a flexibilizar sus condiciones de venta.
La flexibilidad se manifiesta en contratos de corto plazo, interrumpibles e incluso de realización inmediata (spot), en precios reales de mercado y en penalidades menos estrictas, (take or pay).
En la década de los 90 la vinculación de precios del gas a petróleo o sus derivados fue un buen mecanismo para establecer los precios, así como para incentivar inversiones y minimizar el riesgo del comprador de sustituir líquidos por otro combustible y, para el vendedor, aseguraba la recuperación de su inversión en infraestructura.
Actualmente en el comercio internacional del gas, los precios se están determinando a través de la competencia de gas con gas, es decir entre varias fuentes de gas, no sólo propias del comprador o importadas por gasoducto sino de LNG de ultramar. En el mundo, el 45% del precio de los contratos se establece en competencia gas a gas, 30% mediante precios regulados y solo el 20% con indexación a precios de petróleo. Además, se ha producido una divergencia entre el petróleo y el gas, tanto en mercados como en precios, debido a la gran expansión del comercio de LNG. Esto significa que quienes creen que se lograrían mejores precios para el gas alejándose de la referencia petrolera, pueden equivocarse dada la volatilidad de precios existente y la gran abundancia de gas, sin embargo, la ventaja de esta modalidad radica en que se podrá tener precios del gas dados por el mercado sin que esté referido al valor de otro producto. De esta manera los precios se están moviendo al ritmo de la oferta y demanda de gas en los mercados.
Estados Unidos que es el mayor productor mundial de gas, que hasta el 2019 será también de petróleo y que a mediados de la próxima década será el mayor exportador de LNG, es el país que lidera los cambios del nuevo orden. El precio de todos sus contratos se fija en competencia de gas a gas en comparación a Europa donde sólo el 65% se determina de esta manera. Los contratos de exportación de gas por tubería tienen la misma tendencia, hace cinco años sólo el 35% de los precios se determinaban bajo esta modalidad, actualmente el 60% lo hacen, forzando a los exportadores a adaptarse a nuevos términos de precios (Gazprom en Europa p.e.). Si los precios del petróleo se mantuvieran, la rapidez del cambio hacia la competencia gas a gas se acelerará.
Sin embargo, existen algunas condiciones que deben darse para que la competencia de gas a gas opere de manera transparente:
Debe haber varias fuentes de suministro de gas que compitan entre sí. En el mercado brasileño hay gas boliviano, gas brasileño y LNG de ultramar.
- El comprador debe tener la libertad de revender el gas a otros compradores en el mismo mercado. Esta condición se cumple en Brasil.
- Los mercados deben estar desregulados, especialmente el del comprador. Brasil está avanzando en esta dirección, pero el mercado boliviano está totalmente estatizado y regulado.
- Debe haber un punto referencial de precios o hub donde converjan distintas modalidades de transacción (Incluyendo ventas spot ) y diferentes compradores y vendedores. Esta condición no existe en Latinoamérica, el hub más próximo es el Henry Hub en Louisiana, EEUU.
Además, los países vendedores deben empeñarse en transmitir las seguridades de que el gas ofertado es de suministro confiable y accesible en precio, que su producción es resultado de un contexto favorable para las inversiones y que tenga una política institucional seria y efectiva.
Como se puede observar, no se puso en cuestión la disponibilidad o no de gas por parte de Bolivia, que es crucial en las negociaciones con Brasil y una gran falencia para los negociadores bolivianos dada la dudosa capacidad de suministro de Bolivia por la declinación de sus reservas; tampoco la capacidad de Brasil para proveerse de fuentes propias como son las del pre sal que, según el IEA harán que hasta el 2030 sea autosuficiente.
Está claro que en muchas de las condiciones descritas del nuevo orden del gas, el Gobierno no tiene posibilidades de influir, sin embargo, hay otras en las que podía haber desarrollado políticas de modernización como la desregulación de precios en el mercado interno, (la última medida en contrario ha sido la de establecer un precio de 0,97 $us/MMBTU para la planta de Bulo Bulo); la institucionalización del sector y un clima adecuado para las inversiones. Al no hacerlo, el Gobierno está posibilitando que Brasil fije las condiciones de negociación.
Columnas de HUGO DEL GRANADO COSIO