Cinco razones para seguir sin entender
Una amiga rusa añoraba la parte más emotiva de la primavera de su país: contaba que surgía una humilde flor roja en la nívea inmensidad invernal. Quizá una versión boliviana pueda ser algo que afloró con el dedito autócrata de Evo Morales ante una audiencia binacional: el deseo de exportar gas natural licuado (GNL) boliviano por el puerto de Ilo. Poco después, su ministro de Hidrocarburos habló de una planta de licuefacción, cuyo objetivo de construir en Ilo “es fortalecer la venta de GNL en el mercado peruano y principalmente a mercados de ultramar”, declaró.
Se me encendieron varias lucecitas rojas, y no eran flores primaverales.
Una, celebraron el arribo del primer buque con carga boliviana el puerto de Ilo. Sin embargo, leí que necesitaban 300 millones, no de “bolis” sino de “whashingtones”, para invertir en el puerto de Ilo y competir con el de Arica. Pronto habrán desperdiciado un cuarto de la centena de años que Perú cediera Ilo en comodato. Arica sigue comiéndose la parte del león del comercio boliviano, así los connacionales corcoveen cambios que ellos imponen en el libre tránsito según el Tratado de 1904.
Dos. Sería oportuno que dieran a conocer sobre las inversiones en curso y aquellas por venir. La carretera pavimentada a Ilo, el ferrocarril bioceánico; sumen a ellos el puerto en Ilo, la planta de LNG. ¿Tal vez costaría menos el tren, la carretera pavimentada y la infraestructura portuaria en la Punta Man Césped, si no fuera parte, tal vez, del precio de la obsecuencia de milicos que invierten en escuela naval en una laguna artificial y turbia?
La tercera florecita de alarma tiene que ver con la llamada “Guerra del Gas” en 2003. ¿Acaso la planta de licuefacción en Ilo no costaría lo mismo que el pacific LNG que tenía mercado asegurado en México y California, mientras resucita ahora sin clientela concreta un conflicto que costó decenas de muertos?
Cuarto, el jingoísmo populachero (empeorado por el desvío del río Lauca, el impago uso de aguas de Silala y el contrabando cómplice), dio vigencia al “ni una molécula de gas por Chile” que de poco le sirvió a Carlos Mesa. El vecino país se mantiene en sus trece negando siquiera el trueque de territorio chileno por agua o por gas. ¿No parece que tiene huecos que la estatal YPFB prevé la venta de GNL, garrafas de GLP seguro de contrabando, gas natural y urea al Perú, Brasil, Paraguay y Argentina?
Cinco, no es solo que el comodato de Ilo no es eterno. Tampoco Perú cederá su territorio a Bolivia. Al cabo, al tener Chile la llave y Perú el candado del acceso al océano Pacífico, la postura del segundo es una incógnita. No me la charlen con hermanazgos ilusos, que los países tienen intereses, no amigos, “Teddy” Roosevelt dixit. Y si de intereses se trata, a Perú poco le convendría tener en Ilo un competidor de su negocio de exportar gas natural. Es gas de Camisea, adonde volaron las palomas ahuyentadas por la llamada “nacionalización de hidrocarburos” boliviana.
Insisto en que Bolivia tiene la prioridad de volcarse hacia el este platense y norte amazónico. Dejar de ser un país andinocéntrico que otea lloroso el mar perdido. ¿Qué pasó con la base de operaciones especiales en Puerto Villarroel?, pregunté a un amigo militar. Pues ahora no existe, en vez de adosarlo al ocioso aeropuerto internacional en Chimoré, haciendo de esa localidad vecina al Ichilo la punta de lanza de un verdadero puerto en ese Rin boliviano de mil kilómetros de largo que es la hidrovía Ichilo-Mamoré.
Mal se puede pedir esclusas en las hidroeléctricas que Brasil ha construido en el río Madera, si no tiene prioridad para Bolivia acceder al gran Amazonas, en camino al océano Atlántico. De igual manera, se relegan a un plano secundario las inversiones –carretera, tren, infraestructura portuaria y barcazas– para hacer realidad la hidrovía Paraguay-Paraná y el acceso al Atlántico vía el río de la Plata. Y pese a que Paraguay y Uruguay facilitan el trayecto boliviano al mar, me late que Argentina olvidará la torva conducta de Chile en la guerra de las Malvinas, y acordarán corredor transcontinental antes del que unirá Brasil y Perú a través de Bolivia.
Me refugio en celebrar el Día Mundial de la Libertad de Prensa, a pesar de que los maten en México, secuestren en Colombia y coarten su accionar en Venezuela. Me pongo mi sardónica máscara enterándome que Reporteros sin Frontera alerta que “jefes de Estado electos democráticamente ven a la prensa como un adversario”, o que regímenes autoritarios en Turquía o Egipto acusan de terrorismo y encarcelan a periodistas “que no son leales”. Y me río del desafío del ministro de Hidrocarburos “a realizar un comentario negativo” sobre la gestión en hidrocarburos.
El autor es antropólogo
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Columnas de WINSTON ESTREMADOIRO