Reencauzar las energías
Cochabamba tiene varios desafíos que racionalmente encarados podrían abrir senderos de convergencia si de veras interesara el bien común. Intentando hacer una síntesis de lo que en muchos espacios se ha planteado, se puede mencionar, entre ellos, los siguientes:
La cada vez más urgente necesidad de debatir sobre nuestro destino económico-productivo en el país y la manera de recuperar el papel articulador de la nación que, en muchas oportunidades de la historia, Cochabamba ha cumplido.
Salvo para el reclamo, soslayamos la dotación de servicios básicos, entre los cuales el agua es fundamental, más si ya llega el invierno –que amenaza ser duro— y no se sabe si avanza la construcción de los sistemas de distribución del agua de Misicuni, y si se han adoptado las precauciones debidas para evitar que se desperdicie por problemas de tuberías y su racionamiento.
En directa relación con lo señalado, y sin negar que algo se ha avanzado, es indispensable hacer realidad la coordinación institucional pública y privada en el eje metropolitano, así como establecer fluidas relaciones entre las diversas regiones que tiene Cochabamba. Ello, no sólo como factor aglutinador, sino también para el mejor uso de los recursos, y desde ese ámbito, poder encarar exigencias como:
La reorganización del transporte urbano, intermunicipal e interprovincial. De principio, se debe sentar las bases para controlar y doblegar los intereses corporativos (que hoy son los que definen las políticas en este campo), así como los proyectos definidos en el gobierno central, más preocupado por construir, sin estudios ni consultas previas, mega proyectos que más huelen a irregularidades que a atender necesidades.
El tratamiento de la basura en tiempos en que ésta puede ser incluso fuente de recursos económicos frescos. El sectarismo y, probablemente, intereses non sanctos han impedido hasta ahora que se desarrollen proyectos viables que permitan dejar en el recuerdo los botaderos que tanto daño hacen a la comunidad.
La inseguridad ciudadana, desafío en el que se debe enfrentar factores como el cada vez peor comportamiento de la Policía, cuyos excesos han sobrepasado los límites de lo tolerable; el incremento de la violencia ciudadana; la tendencia a incumplir toda norma de segura convivencia; la crisis terminal de la administración de justicia y el Ministerio Público, y el fenómeno de la cadena coca-cocaína y sus derivados.
El combate a la contaminación, que no se acaba con los días del peatón ni salvar uno que otro árbol (sin quitar su importancia). También se requiere coordinación y autoridad racional. Parte de este tema es el de la reforestación –que se ha convertido en un espacio que se aprovecha para cometer irregularidades o propaganda.
Se trata de temas que afectan la vida cotidiana de la gente y el futuro de la región, sobre los cuales, lamentablemente, poco se quiere debatir pese a que en muchos sectores hay conciencia de que, si no se los encara con visión de futuro, compromiso, energía (esa energía que se está derrochando en pugnas estériles de capilla para beneficio de intereses individuales), conducirán a Cochabamba al desastre.
Además, se requiere, como condición fundamental, establecer un escenario de diálogo democrático en el que, sin arriar banderas sectoriales legítimas, haya capacidad para subordinarlas al interés común.
Todos, sin duda, tenemos una cuota de responsabilidad y compromiso, pero particularmente la tienen, por un lado, las autoridades políticas (gobernador y alcaldes) que deberían concertar acciones superando la triste tradición (muy incentivada en este período) de aprovechar toda acción para agredir al adversario. Por el otro, los representantes de las organizaciones de la sociedad que, sin arrogarse funciones que no les competen ni velando sólo por sus intereses corporativos, pueden ser el fermento de estos espacios. Y cada ciudadano, hombre y mujer, individualmente, pues los cambios, para ser tales, necesitan de la voluntad de cada persona.
Hoy, existe la sensación de que Cochabamba ha perdido peso específico en el país por estar enfrascados, como estamos, en nuestros problemas de campanario, cuando podría ser, como ha sido su vocación e historia, garante del desarrollo, la unidad y la convergencia nacional.
El autor fue director de Los Tiempos
Columnas de JUAN CRISTÓBAL SORUCO QUIROGA