Es urgente replantear el sistema educativo de Bolivia
Es necesario trabajar en el replanteo del sistema educativo boliviano, luego de 14 años de dedicarse tozudamente a ponerlo al servicio de una sola y parcial visión de la sociedad y el Estado.
Pero no se debe caer en el mismo error, es decir tratar de que el nuevo sistema a construir sea a su vez solo la expresión de la visión de un otro sector. El sistema educativo boliviano debe corresponder a la realidad social e histórica diversa que constituye el país, tiene que comprender y expresar a la pluralidad en una gran visión de unidad y destino compartidos, en una gran propuesta que no excluya a nadie y en la que se sientan presentes y reconocidos quechuas, aymaras, guaraníes, en general habitantes de las tierras altas, de los valles y de la Amazonía, junto a la mayoría que constituye la población mestiza.
En este camino es necesario recuperar un valor, idea fundamental: hay una relación intrínseca entre ética y educación. El sistema educativo debe expresar –en un profundo respeto la diversidad del país– y construir, en base al consenso, la idea de unidad en un proyecto común que nos dé sentido en la historia como país. Debe contener esos principios sociales básicos así establecidos y todos sus componentes deben trabajar respetándolos, siendo esto un componente fundamental del seguimiento y evaluación que ahora tiene que hacerse periódicamente.
En ese marco, hay que señalar que, de ninguna manera, podemos continuar con una educación en gran medida memorística y repetitiva de contenidos. Debemos ya abandonar la idea de que los niños y jóvenes van a la escuela y al colegio únicamente a aprender contenidos ya elaborados, a aprender a resolver ecuaciones o a realizar reacciones químicas, es decir a “aprender cosas”.
Parafraseando a Franz Tamayo, hay que acabar con la instrucción para empezar con la educación que hoy es el proceso en el que el niño y el joven aprenden a pensar, a razonar, a analizar, a resolver problemas, a proponer soluciones, a buscar y construir conocimientos, a saber utilizarlos para trabajar propositivamente con los otros, en la mejora de sí mismo y de su entorno. No se trata de “meterles” una posición política sino de hacerlos “librepensadores”.
No perdamos nuevamente tiempo y recursos. Trabajemos buscando el consenso y el acuerdo en la construcción del arquetipo de la educación boliviana que nos permita la construcción de un sistema educativo inclusivo y respetuoso de la diversidad en la unidad de perspectiva, un sistema que sea diverso, integrador y acorde con el siglo XXI, del que se puedan formular las nuevas políticas, instituciones, normas y procedimientos para salvar a la educación de Bolivia. Hagamos de las escuelas y colegios espacios para el desarrollo de las capacidades cognitiva y emocionales de nuestros jóvenes. Esperemos que no sea tarde.
El autor es doctor en sociología y docente universitario
Columnas de GUSTAVO DEHEZA