Inconcebible manipulación decimonónica
Con estupor, la gente pensante está asistiendo estos últimos días a un hecho que nace de un abominable acto delictivo, de una violación a una niña de 11 años por un anciano degenerado, que por tener relación familiar cometió el bárbaro crimen y que embarazó a esa menor que estaba a su cuidado.
El ordenamiento jurídico boliviano es muy claro, tanto en la normativa contenida en el Código Penal como en el sustento y respaldo de una sentencia constitucional: en caso del tipo criminal que es una violación y que tenga consecuencias con el embarazo de la víctima, se dispone la interrupción del embarazo, precautelando la vida de la víctima —no olvidemos que es una niña— para que siga creciendo y formándose, si bien arrastrando un grave trauma, pero que con el tiempo irá superando.
Acá nos encontramos con una realidad boliviana, de que este tipo de víctimas no tienen ayuda ni apoyo de quienes estarían llamados por ley para superar esa experiencia traumática, mostrando la supremacía de la burocracia y su poco interés en cumplir aquello para lo que fueron designados.
En el caso de análisis, la madre (tutora legal) y con el criterio de la niña, decidieron que se produzca la interrupción del embarazo producto de una violación y acogiéndose a lo que las disposiciones legales lo disponen.
A este nivel de la dramática situación, aparecen, cuando no, los medios de comunicación que buscando únicamente el rating de su audiencia, empiezan a revictimizar en cada entrevista, en cada nota, en cada intervención, a la niña que ya sufre por la agresión que tuvo, y cada día le recuerdan el abuso y traen nuevamente a su memoria esos tremendos momentos vividos, sin que a estos medios de comunicación les interese la salud mental de una pequeña niña de 11 años, a la que ven no como lo que es, una víctima, sino como el objeto principal de la noticia.
No es de extrañarse esta actitud, si vemos como en los canales de televisión se hace cada noche una apología del delito de narcotráfico y de la violencia contra la mujer, en telenovelas donde los héroes son delincuentes que muestran mucha violencia y riqueza y la vida humana no tiene ningún valor.
Por otro lado, aparecen organizaciones sociales y en especial las dependientes de la Iglesia católica, que arguyendo conceptos propios de dogmas decimonónicos que ya están siendo superados en muchos países en el mundo y que, además, quieran o no, se encuentra ya en entredicho dentro de la misma Iglesia, rechazan la posibilidad de que la víctima, esa niña de 11 años, aborte, lo que en estos casos especiales está autorizado por ley.
Es loable que esas organizaciones den hoy apoyo a la niña de 11 años para que pueda finalizar el no querido embarazo y así quedan satisfechas por haber podido evitar el aborto, la pregunta es: ¿dónde van a estar esas organizaciones cuando la criatura producto de la violación empiece a crecer y sus necesidades aumenten en un ambiente de muchas restricciones económicas?, ¿dónde van a estar cuando el niño o niña producto de la violación, tenga 9, 10 u 11 años y no haya accedido (como así será) a una educación formal ni se desarrolle dentro de un hogar (ahora no lo hay, mañana seguro tampoco) que lo respalde y más bien, ojalá no ocurra, empiece a actuar más en la marginalidad social que en el pensamiento religioso?
Habrán tenido una victoria pírrica que les sirva de argumento en los sermones y reuniones sociales, pero en la realidad han creado un problema social cuyos resultados se verán en el futuro.
El autor es abogado
Columnas de FERNANDO RODRIGUEZ MENDOZA