El partido de los siglos por todos los siglos
Buenos Aires parece una ciudad de zombis futboleros: los hinchas de River y Boca, alrededor del 65 o 70% de la población, duermen mal, tienen pesadillas, sueñan goles, se confiesan en los pasillos del trabajo. Está en juego algo más determinante que la Libertadores. Porque a pesar de los millones en juego —la recaudación será de 2.800.000 dólares, de los que un tercio proviene de los palcos vip—, el River-Boca es ante todo una supervivencia tribal.
River salió de la Bombonera tras el partido de ida con mejor sabor: resolver ante su público en el Monumental, donde nunca perdió una final internacional, podría ser interpretado como una (relativa) ventaja. A ello suma el regreso de su capitán, Leonardo Ponzio. Pero durante la semana sufrió la importante baja del goleador Ignacio Scocco, que se une a la del mejor delantero de River en la Libertadores, el colombiano Rafael Santos Borré, suspendido por acumulación de amarillas. Si el fútbol se definiera como un juego, River sería el candidato: el equipo de Gallardo mezcla el espíritu cooperativo con la creación. Pero Boca, con una economía que debería valerle el apodo del millonario actual, es el poder del gol: Ramón Ábila, Darío Benedetto, Carlos Tévez, Mauro Zárate, Sebastián Villa y Edwin Cardona son capaces de marcar en un chasquido de dedos. De los 11 últimos superclásicos que no terminaron 0-0, nueve los ganó el equipo que marcó el primer gol y los otros dos fueron empates, entre ellos el 2-2 de la ida.
Es una final tan fantástica que permite jugar con los mejores cuentos de la literatura futbolera argentina. Si Osvaldo Soriano escribió “El penal más largo del mundo”, alguien debería escribir “La previa más larga del mundo”. Y cómo no pensar el “19 de diciembre de 1971”, el cuento de Roberto Fontanarrosa que narra la muerte del Viejo Casale, fanático de Central, después de un triunfo de su equipo ante Newell’s en el clásico rosarino, justo en las tribunas del Monumental. “Se murió feliz”, escribió El Negro. A más de uno se le habrá ocurrido.
Boca ha hecho de esta Copa una obsesión, pues persigue el séptimo título para igualar al también argentino Independiente como los máximos ganadores de la Libertadores, mientras que River, que ganó la última hace tres años, busca su cuarta corona.
“¡Son unos afortunados de estar en esta final!”, aseguró el máximo ídolo en la historia de Boca, el exquisito “10” Juan Román Riquelme.
“Los envidio, me hubiese encantado jugar este partido pero no queda otra que verlo como hincha. Ojalá que a Boca le vaya bien y que pueda ganar esta Copa”, apuntó Riquelme, campeón de la Copa Libertadores con el Xeneize en 2000, 2001 y 2007.
“Si perdés no podés salir por tres meses de la casa. Es imposible dar la cara porque el resultado, sea cual sea, te marcará toda la vida”, aseguró el campeón mundial albiceleste de 1978 Américo “el Tolo” Gallego, exjugador y exentrenador de River Plate, con el que ganó como jugador la Libertadores de América en 1986.