“Jeepers Creepers: El regreso” Ni asusta ni asquea
La primera entrega de Jeepers Creepers fue una bocanada de aire fresco dentro del género. Presentaba una road movie de clima inquietante, dos personajes empáticos y sobre todo un monstruo terrorífico, original e inolvidable.
A veces lo berreta o trash seduce. Otras veces, como sucede con “Jeepers Creepers: El regreso”, es todo lo contrario. Son tan básicos, por no decir baratos, los efectos de la película, que denota un presupuesto bien, bien bajo, lo cual no estaría mal si la “credibilidad” no dependiera de ellos.
Porque en un filme de terror en el que lo brutal es lo que prima, por lo menos debería asustar, generar algo de temor, o un asquito. Pero no. Nada.
Para quienes no conocen la historia, el Creeper del título es un ser que, cada 23 años, y por 23 días consecutivos se alimenta de humanos. Nada que ver con el Payaso de It, eh. Creeper conduce una camioneta algo destartalada, pero llena de gadgets.
Pero no, tampoco vayan a ilusionarse. Algún gancho con el que cazar adolescentes aparece como el arma más letal, además de la puntería que tiene el protagonista con algo similar a una jabalina.
Esta película se ubica entre la primera, de 2001, y su secuela, de 2003, o sea que es una secuela de la primera y una precuela de la segunda. Si no vio la uno, ni la dos, tampoco importa.
Sí debería saber que este asesino que guarda cadáveres en bolsas en la parte posterior de su camión es sanguinario, y regresa a un pueblito rural por algo.
La secuela bajó varios puntos con respecto a la iniciadora de la saga. Ya no tenía la atmósfera opresiva y el manejo de la tensión, y sin embargo se reservaba algunos momentos inolvidables, como aquella climática escena de los espantapájaros. Esta tercera parte parece una caricatura de sus predecesoras, un producto destinado a la pantalla chica, hecho a las apuradas, con un guión muy elemental y sin una pizca de horror genuino.
No importa que la brigada de policías que lo persigue diga que “no asesina en un mismo lugar el mismo día” y los cuerpos sin vida se apilen en la camioneta en una misma jornada. Ese dato se le puede pasar a cualquiera.
Y ahora que corren tiempos de ventilar abusos y acosos sexuales, el director Victor Salva fue en su momento acusado de estupro (violación de un actor de 12 años en el rodaje de su película Clownhouse -el clan Coppola participó en su producción-, posesión de pornografía infantil y condenado a prisión, cumpliendo la mitad de la condena (15 meses a la sombra). Esto, que podría acabar con la carrera de varios, vaya a saber si lo hace con Salva, o si se salva.
Quizás los fanáticos de la serie disfruten al reencontrarse con este demonio sediento de sangre, pero, a juzgar por los resultados artísticos, al bueno del Creeper no le vendría nada mal desaparecer de las pantallas por unos 23 años más.