“María Magdalena”, la mujer en la vida de Jesús
En esta semana santa, una buena opción para ir al cine y disfrutar del feriado es la película “María Magdalena”.
Los personajes históricos cuyas vidas giran alrededor de un pensamiento religioso, quedan muchas veces en una especie de tierra de nadie o limbo entre la certeza y la imaginación piadosa o no de sus seguidores o detractores.
María Magdalena, seguidora de Jesús en su momento, es un personaje difícil para mostrar con debida exactitud histórica. Ahora, el cine retoma dicha figura para la película con su nombre como título: María Magdalena, producción anglo-australiana bajo la dirección de Garth Davis.
El filme se basa más en la tradición gnóstica que en la versión de los cristianos que dieron lugar al catolicismo, o sea, se siente más presencia de los evangelios apócrifos que de aquellos otros que sí entraron a la Biblia como textos inspirados (de Lucas, Mateo, Marcos y Juan).
Sin duda, los guionistas acudieron al Evangelio escrito por la propia María Magdalena (apócrifo) y, así, evitaron la confusión de presentarla como prostituta, adúltera o mujer arrepentida, como se dijo a partir del papa Gregorio Magno, en el año 591.
Todo lo contrario, el filme nos muestra a una mujer inteligente, valiente y sensible que rompe con su familia para ir tras de Jesús, al punto de convertirse en lo que Juan Pablo II llamó la apóstol de los apóstoles.
Desde su guion, María Magdalena se convierte en historia que rompe con la tradición patriarcal del cristianismo, porque muestra el coraje de una mujer de Magdala ante su propio pensamiento. Es la mujer que aconseja y acompaña a Jesús hasta la cruz y a quien este escoge para dar la noticia de su resurrección.
El problema del filme es su pausado manejo de los tiempos, por lo que se torna monótono. A ello contribuye la fragilidad de los diálogos, al punto que Jesús parece levitar casi siempre sin decir nada importante. Es notorio que a la película la afecta su ardor feminista, válido como concepto, pero desequilibrante en términos dramáticos o narrativos, tal vez históricos.
Aunque bien lograda en lo melódico, la música también confabula en contra por su presencia harto constante y porque se desvía de cualquier ánimo trascendental de lo narrado.