De fantasmas y otras historias del Teatro Achá
Era en el ensayo de un coro de niñas que un día después debía presentarse oficialmente en las tablas del teatro Achá. Un grupo estaba cantando en el escenario y otro, más pequeño, subió a la platea alta para escuchar y evaluar la calidad del sonido de sus compañeras. Cuando de pronto los gritos de este segundo grupo, que no pasaba de cinco jovencitas, acallaron al numeroso grupo de coristas.
Bajaron con tal velocidad las angostas escaleras que en pocos segundos ya estaban cerca de la boletería, especialmente dos de ellas no paraban de llorar y las otras tres estaban pálidas, ¿pero de qué?, de susto. Luego le contaron a la boletera del recinto artístico que estando allá arriba, en la parte más alta del teatro, sonidos extraños, roncos, secos y guturales empezaron a escucharse hasta que una luz, tenue al principio, empezó a agrandarse en el extremo de una fila de asientos, fue cuando las cantantes salieron despavoridas.
Nunca más se mencionó el tema y la historia murió allí, en ese espantoso sonido y la luz saliendo de una butaca.
Y no es la única anécdota que se escucha sobre el supuesto “fantasma del teatro Achá”. Antiguos funcionarios, tramoyistas y artistas de pretéritas gestiones han dejado testimonios orales de cómo ruidos extraños (como de muebles arrastrados por el suelo) se escuchaban especialmente pasada la medianoche y cuando el silencio hacía presa del histórico recinto.
Sin embargo, el actual escenógrafo y tramoyista del teatro Achá, Ramiro Ramírez, quien además es el que mayor tiempo pasa en el teatro Achá, montando y desmontando toda la infraestructura de respaldo a la actuación de los artistas, asegura que él nunca escuchó o vio nada extraño o sobrenatural.
“Yo estoy desde fines de los años 80, y la verdad es que nunca he visto algo raro en este recinto. Mucho menos fantasmas”, confiesa Ramírez, aunque admite también que “sí he escuchado algunas historias, pero mejor por qué no habla con don Simón, él conoce bien de esos temas.
Don Simón es el antiguo tramoyista y escenógrafo del teatro Achá, ahora jubilado y con domicilio desconocido. “Yo no le puedo decir nada, tiene que hablar con don Simón”, recalca Ramírez.
“Incluso le va a contar de cuando vino un grupo de personas con unos aparatos especiales para detectar fantasmas creo. Eso hace muchos años. Pero tiene que ubicarlo a don Simón”.
El arquitecto Hugo Ballivián, quien fue parte del equipo que restauró en 1988 el teatro Achá, admitió que en el largo tiempo que duró ese trabajo, no fue testigo de fenómeno paranormal alguno. “Lo que sí tratamos de encontrar en el proceso de excavado y reconstrucción del teatro fueron los famosos túneles subterráneos que, según dice la tradición oral, comunicaba este recinto con la catedral y la iglesia de San Francisco. Sin embargo no dimos con evidencia alguna que demuestre la existencia de estos túneles”, aseguró Ballivián. En otro capítulo de esta revista el lector encontrará una historia detallada sobre los “túneles del teatro Achá”.
Entre tanto, seguiremos buscando a don Simón para que testimonie si efectivamente hubo o no fantasmas o extraños fenómenos en el teatro.
La fundación del Achá
Más allá de las historias fantásticas que han nacido del interior de las paredes del teatro Achá, este recinto también acoge hechos reales que por lo curiosos y anecdóticos han llamado la atención de escritores e intelectuales que han perpetuado con su pluma maestra las historias en libros y periódicos.
Una de ellas tiene que ver con la fundación del teatro, pocos días antes de su inauguración, exactamente el 9 de agosto de 1864. Don Luis Felipe Guzmán (1839-1919), gran tradicionista cochabambino, escribió así ese memorable acontecimiento (el texto forma parte de la “La tradición en Cochabamba”, un compendio de Héctor Cossío Salinas): “Al cerrar la noche del 9 de agosto tenía lugar en el interior de nuestro flamante y bonito coliseo, iluminado con todas sus luces disponibles, un extraño y pronto inexplicable espectáculo.
Invadían en ruidoso tropel sus diversas y superpuestas galerías, tres batallones de línea provistos con sus fusiles, dos regimientos y un escuadrón armados de sus correspondientes rifles, sables, lanzas y lucientes cascos y corazas de modelo francés”.
“Reducíase todo a que el presidente Achá había determinado que los cuerpos del ejército ocuparan a un tiempo el mencionado local que acababa de ser concluido, poniendo a prueba su solidez y poder de resistencia que cierto rumor inquietante que se difundía entre el público hacia pasar como insuficientes”.
Y claro, el inmueble resistió al tropel de soldados que tomó el teatro como si de un ejercicio de guerra se tratará.
El arquitecto y escritorJorge Urquidi Zambrana, en sus “Anécdotas de un pasado Cochabambino”, se refiere de la siguiente manera al hecho mencionado “(…) hubo franca reticencia en la ciudadanía cochabambina para asistir al acto de inauguración del teatro Achá, debido a que en los palcos del segundo y tercer nivel estaban sustentados por pilares de madera muy esbeltos y había el temor de que no resistiesen el peso de los espectadores. El Gral. Achá, ante esta emergencia, optó por realizar un acto preliminar o demostrativo ordenando que a él concurran tropas del ejército y ocupen todas las aposentadurías, incluyendo naturalmente los palcos, sin que en la singular prueba se hubiera lamentado accidente alguno”.
En su texto, Urquidi deplora que la remodelación del teatro Achá, efectuada a fines de los años 80, “de bastante mal gusto. No solamente eliminó los pilarcitos causantes de aquellas ya lejanas suspicacias relativas a su existencia, sino todo el estilo tradicional clásico, típico del primitivo teatro Achá, restándole su valor arquitectónico e histórico”.
Aquí no se fuma
Luego de la “prueba de fuego”, de la que salió airoso el entonces llamado “Teatro de la Unión Americana” ycomo era de esperarse la inauguración y posterior fiesta en los salones del recinto transcurrieron con normalidad, salvo algunos incidentes, como el que nos sigue contado don Luis Felipe Guzmán: “(…) no acababa de pronunciar esa frase (el Gral. José María Achá) cuando el honorable munícipe, comisionado de teatro, se le acercaba con todo comedimiento a intimarle el pago de la respectiva multa por fumar en aquel sitio enmaderado, contra lo prohibido expresamente en el artículo 15 del reglamento.
Señor edecán, exclamó el Presidente, dirigiéndose al que le hacía la guardia, sírvase abonar la multa que me cobra el señor munícipe, Y usted caballero –agregó saludando al digno edil– quiera disimilar mi falta, pues no conocía la disposición a la que acaba de referirse… La multa fue exhibida en el acto. Sólo que el celo del señor comisionado ya no ha tenido imitadores… ni tampoco la ductilidad de aquel ejemplar mandatario”,concluye Guzmán en su relato.
Una mujerrebelde
Y las anécdotas de la fiesta de inauguración del teatro Achá continúan. En su “Cochabamba de ayer”, don Rodolfo Torrico Arias cuentas que esa noche “damas y damiselas se preparaban para el baile, manteniendo estricto secreto con relación a vestidos, peinados, joyas y otros detalles que lucirían. Llegó por fin el ansiado día y siguiendo la costumbre de la época mi abuela y su hermana, ya listas para partir se presentaron ante sumadre para recibir la bendición.
Esplendidos vestidos blancos con recogidos que sostenían guindas artificiales. La abuela con el cuello cerrado con graciosa cascada de rojas guindas, su hermana con apreciable cantidad de las mismas que festoneaban su muy pronunciado escote. Con pendientes y collares de esmeraldas, que hacían resaltar sus maravillosos ojos verdes, su juventud desbordante y alegre picardía.
La severísima bisabuela no estaba de acuerdo con el atuendo de la joven y escandalizada de semejante atrevimiento exclamó: “¡Válgame Dios que yo permita que una hija mía se presente tan provocativa!; de inmediato que le suban ese escandaloso escote”, a lo que la aludida respondía con gran calma: “Pero mamay, no te exaltes tanto, unos frutos deben ir entreverados con los otros”.
Semejante insolencia hizo perder la paciencia a la buena señora que dando un jalón al elaborado peinado de su hija, hizo subir, con la ayuda de una empleada, el escote a decente altura y de muy mal humor dio por fin la ansiada bendición. Partieron.
En el trayecto, la atrevida joven se detuvo en casa de una amiga y recompuso el escote haciéndolo más atractivo.
Cuentan que entre la numerosa y selecta concurrencia, fue la escotada la que más llamó la atención y cómo generó elogios; el señor Presidente rompió el baile eligiéndola su pareja”, termina su historia don Rodolfo Torrico.
Así, no solamente fantasmas pueblan los recovecos del teatro Achá, sino que cada una sus paredes, escenario, butacas y pisos guardan memoria de hechos y anécdotas dignos de contarse a esta y a las generaciones venideras.
ANÉCDOTAS
Entre la fantasía y los hechos reales
Se ha hablado mucho de teatro Achá, ese emblemático inmueble que caracteriza e identifica a la ciudad de Cochabamba. En esta crónica rescatamos algunas historias fantásticas que sobre el recinto se han contado, así como anécdotas rescatadas por varios tradicionistas que tienen que ver con el día de su inauguración o días antes, en aquel agosto de 1864.