La base de Jiuquan, un oasis espacial en el desierto chino de Gobi
JIUQUAN |
Rodeada de secretismo y sacudida por los vientos del desierto de Gobi, la base de Jiuquan, corazón del programa espacial chino y desde donde ayer despegó la misión tripulada Shenzhou-11, es un oasis en medio de la nada.
El centro espacial más antiguo del gigante asiático, inaugurado en 1958, es un lugar prácticamente vetado para la prensa extranjera, aunque esta semana acudió allí un reducido grupo de corresponsales, entre ellos de Efe, para presenciar el lanzamiento de la Shenzhou-11, la sexta misión tripulada en la historia de China.
A pesar de tomar su nombre de la ciudad de Jiuquan, en la provincia de Gansu (norte), la base se encuentra a más de 200 kilómetros de ese núcleo urbano, dentro ya de la demarcación de la región autónoma de Mongolia Interior.
El viaje por carretera desde Jiuquan hasta el centro espacial lleva unas cuatro horas por caminos tortuosos, llenos de baches, con agujeros y no siempre asfaltados, por lo que las autoridades locales desaconsejan realizarlo cuando se pone el sol.
La base está mejor conectada por ferrocarril, el medio de transporte por el que llegan algunos de los componentes aeronáuticos de las naves espaciales o los satélites que desde allí despegan -otros vuelan en aviones de carga-.
Entre kilómetros y kilómetros de explanadas secas y yermas, sólo la presencia de un control militar avisa de la entrada al centro, porque gran parte de los terrenos dentro de este inmenso recinto vallado son desierto.
El aislamiento de este centro, al igual que el de los recintos espaciales de Taiyuan (fundado en 1966 y especializado en el envío de satélites para órbitas medias y bajas) y Xichang (que abrió en 1984 para lanzamientos a órbitas geoestacionarias), contribuye a su opacidad, pero supone un obstáculo para su funcionamiento.
Pekín buscó una zona más desarrollada y con más facilidades para el transporte para el nuevo centro espacial de Wenchang, el cuarto que ha construido, situado en la isla de Hainan (sureste) y que se estrenó el pasado mes de junio con el lanzamiento del cohete Larga Marcha-7.
Con todo, Jiuquan, una base bajo control militar pero dedicada sobre todo a operaciones civiles, sigue siendo el principal centro del programa espacial chino con varias plataformas de lanzamiento, de las que sólo una, la sur, se mantiene activa.
La vida del recinto se concentra en su complejo administrativo, que constituye, literalmente, un oasis artificial en pleno Gobi, con arboledas, campos de césped y canales.
El agua fluye a raudales, en claro contraste con la aridez del entorno, en esta especie de ciudad donde las calles -todas con nombre-, están adornadas con esculturas futuristas y referencias al programa espacial chino como réplicas de los cohetes Larga Marcha o carteles con la imagen de Yang Liwei, primer astronauta del país.
Edificios de oficinas, residencias de trabajadores -incluidos los astronautas-, restaurantes, escuelas, pistas deportivas, oficinas postales y hasta tiendas de plantas forman la geografía urbana de esta "ciudad espacial". Y se sigue construyendo.
Los soldados, que corren en sus ejercicios matinales o barren las hojas de la carretera, son casi la única presencia en las calles, ya que el lanzamiento de la Shenzhou-11 concentra toda la atención del complejo.
Al igual que en esta ocasión, las cinco misiones tripuladas previas de China partieron de Jiuquan, que también fue el sitio de lanzamiento del primer misil del país (en 1960) y del primer satélite (1970) o, más recientemente, de los laboratorios espaciales Tiangong-1, en 2011, y Tiangong-2, el pasado 15 de septiembre.
La sequedad del clima desértico del Gobi, con escasas lluvias y una baja humedad relativa, dan a la zona las condiciones ideales para el lanzamiento de cohetes espaciales.
Aunque albergue en su seno algunas de las tecnologías más avanzadas del mundo, esta base no es tan moderna como podría esperarse de una instalación espacial y, por ejemplo, sus hoteles sólo aceptan pago en efectivo, algo cada vez más raro de ver en ciudades como Pekín o Shanghái por la prevalencia del pago con teléfono móvil.
Jiuquan conserva cierta apariencia vetusta y soviética, y los carteles que anunciaban la Shenzhou-11, una misión en la que dos astronautas pasarán un mes en el espacio investigando para el desarrollo de la ciencia, eran telas sujetadas con chinchetas.