¡Olé! a las hermanas del Alba
Paula Jordán
García Lorca estaría complacido. Las hermanas del Alba (una adaptación boliviana de La Casa de Bernarda Alba) y el flamenco que tanto amó el autor español, se conjugaron por primera vez en Cochabamba el pasado fin de semana, de la mano de Yadir Vázquez y su compañía de danzas españolas A Compás.
La secuencia de escenas recibe influencia del ballet español de Cuba, donde Vázquez destacó como primer bailarín. Originalmente, era él quien interpretaría el papel de la autoritaria matriarca Bernarda Alba, pero, finalmente, decantó por la laureada actriz Marta Monzón, quien aceptó interpretar aquel que ella denomina “el sueño de toda actriz” y para quien “el flamenco le aporta la sangre” a esta propuesta, aunque Bernarda baila poco en esta versión.
El protagonismo de la danza se lo llevan las figuras de A Compás; ninguna con experiencia actoral. La débil y destemplada voz de una de las hermanas, al inicio y al final de la obra, son evidencia; sin embargo, y por suerte, los diálogos son pocos y la trama se desarrolla a través del flamenco, donde radica el alma de la propuesta.
El flamenco requiere una fuerza interpretativa extraordinaria. Como decía García Lorca: “El duende sube por dentro desde la planta de los pies”. El duende, ese algo inefable que logra conmover al público y sin el cual no hay experiencia mística en el arte.
El solo de Helena Bravo, quien interpreta a la hija rebelde de Bernarda, Adela, tiene duende. No sólo por su técnica de zapateo, la fuerza expresiva de sus movimientos y su rostro, capaz de transmitir la angustia y la ilusión de su amor prohibido. Su entrega en esos minutos es sobrecogedora y coronada por el olé (que muchos etimólogos remiten al árabe Alá) y aplausos del público.
El otro solo, el de la criada, la Poncia, (Kantuta Cavour), regaló una actuación y un baile convincentes; mientras que el duelo entre Adela (Helena Bravo) y Martirio (Ximena Vidaurre) ofreció más simetría, tanto de las figuras como en las interpretaciones, que en aquella ejecutada por Bravo y Paola Cabrera, en la segunda función.
Hubo improvisación dos horas antes de la primera presentación, pues un vuelo cancelado desde La Paz impidió que llegara una de sus personajes principales (Martirio). La solidez del director y de su elenco entonces destacaron.
El vestuario del primer día (debido al percance) permitía diferenciar mejor a las cinco hermanas, dado que los trajes de la segunda presentación eran tan similares. El recurso a la tos, en el personaje de Angustias, resultó clave para este objetivo.
Aunque otro planteamiento de la iluminación ayudaría a crear más planos en el escenario. Aún queda en la retina la iracunda Bernarda, en la piel de Monzón, quien es capaz de llevarnos a la evidencia de la locura social que representa su personaje, bajo el discurso de las buenas costumbres.
Han pasado 80 años desde que García Lorca escribiera esta obra basada en su pariente Frasquita Alba (que García Lorca bautizó como Bernarda en la obra). Meses después, fue asesinado y hasta hoy no se sabe dónde yacen sus restos. Lo que queda de él son sus obras, con un interés en lo femenino, en la fuerza del amor pasional que siempre acaba en tragedia, en la dicotomía entre autoridad y libertad y la invitación, como no, a que se revele el duende, que Vázquez y la compañía A Compás despiertan en sus actuaciones.
*La autora es periodista y crítica de teatro.