Victoria pírrica
Cuenta la historia que cuando se declaró la guerra entre Roma y Tarento, ésta última requirió la cooperación de Pirro, Rey de Epiro, quien al comprometerse a hacerlo, se involucró en la contienda con Roma, lo que se tradujo en el desembarco en Italia de alrededor de 20 mil hombres y una cantidad importante de elefantes de guerra. Los romanos, bravos guerreros como se los conocía, nunca habían combatido contra estos animales, por lo que Pirro pudo derrotarlos no solamente utilizándolos, sino aplicando las estratagemas de la falange macedónica de Alejandro Magno.
En una segunda batalla, Pirro tuvo que emplear mayor esfuerzo y recursos estratégicos para derrotar a los romanos que hicieron mayor y mejor frente a la embestida de los vencedores, con elefantes incluidos. Al finalizar la segunda batalla, un soldado de Pirro fue a felicitarlo, a lo que éste respondió: “Otra victoria como ésta, y estoy perdido”.
Bueno, sirva la referencia histórica para enfocar el análisis de lo que viene aconteciendo en la preferencia del electorado, si acaso las encuestas se confirmaran y la tendencia mantuviera el casi empate técnico. Es decir, será más o menos como lo acontecido con Pirro en las llamadas Guerras Pírricas allá por el 280 a 275 a.C, que fue lo que dio origen a que se acuñe la frase relacionada con una victoria pírrica, es decir, aquella que se obtiene con mucho sacrificio y con un abatimiento de parte del ganador de tal suerte que, aun siendo victorioso, la sensación y las consecuencias de la victoria no son significativas.
Veamos los hechos. Si triunfa el SÍ con una diferencia escasa, la victoria será pírrica. Varios elementos apuntan a esa afirmación. El primero y el más elocuente, la aseveración casi premonitoria llevada a cabo por Evo Morales, quien aseguró que la victoria del SÍ iba a rondar el 70 por ciento. El segundo, el despliegue logístico, propagandístico y partidario que el MAS y el Gobierno está llevando a cabo. El MAS, con toda la fuerza partidaria abocada a cautivar a ese 20 por ciento del electorado que aún no define su voto; el Gobierno, en campaña a través de la presencia de la administración pública con entrega de obras de por medio y con transmisión televisiva abierta. Bajo esa mirada, el esfuerzo que el MAS está llevando a cabo por garantizar la cuarta reelección es titánico, debido a que como lo dijo uno de sus dirigentes, este referéndum es “de vida o muerte”. Sumemos a ello el costo de la campaña como un tercer elemento, que a estas alturas, probablemente ya ha pasado el nivel presupuestado. En ese sentido, de ganar el SÍ con poca diferencia, la victoria será tan pírrica en términos políticos, que la misma sabrá más a derrota que a triunfo. De ser así, probablemente el NO perdedor, será el ganador con miras al futuro, y no sólo por el estrecho margen, sino porque en la campaña que se está llevado adelante, participan un conjunto de sectores, gremios, colectivos sociales, etc. y no sólo partidos políticos como el Gobierno ha intentado hacer ver, con la falacia incluida de un presunto revocatorio como propósito principal. Por tanto, el NO tiene la posibilidad de verse ganador no solo triunfando claro está, sino perdiendo con una diferencia no mayor respecto al SÍ. ¿En qué escenario podría verse dañado? Seguramente si el SÍ alcanzara una victoria contundente e incuestionable y/o si regionalmente lograra vencer en gobernaciones y municipios donde en este momento la oposición tiene el control. Ahí, la cosa se les puede poner fea. En definitiva, todo quedará claro el 21F.
El autor es abogado.
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