Cambio de época o época de cambios educativos
Hace muchos años leí el libro El cambio de Poder, de Alwin Toffler (Barcelona, 1991) que como toda obra tiene distintos puntos de vista y percepción, pero de ella me interesa una frase que quedó grabada: “cambio de época o época de cambios”, la cual me llevó a variadas discusiones, de la más diversa índole, al igual en cuanto a la discusión sobre si “la realidad es compleja o si ella simplemente es”, en una percepción del “Ser ahí”, la discusión sigue en la mesa.
Tomando en cuenta dicha frase, podemos integrar a la educación, para en un parafraseo, decir: “Cambio de época educativa” o “época de cambios educativos”, dicha frase nos lleva a un cuestionarnos en qué medida las distintas propuestas teóricas realmente entienden o dinamizan a la necesidad de un estilo o modelo de educación.
Si hablamos de un cambio de “época educativa”, nos permitirá delimitar y especificar concretamente los momentos y contextos concretos en la relación tiempo espacio en los cuales se dan o dieron las distintas propuestas educativas, las cuales se puede diferenciar con claridad meridiana su presencia, lo cual es todavía del parecer de muchos fundamentalistas educativos, quienes asumen el principio de universalidad y replicabilidad de la ciencia clásica.
Esa propuesta es la que más se maneja y se enuncia en los distintos espacios, lo cual nos lleva a grandes discusiones en cuanto a la relación gestión-proceso y didáctica, pues si bien se dan distintas posibilidades debido a nuestra racionalidad muchos exigimos una serie de fórmulas para ser aplicadas o ideologizadas, sea cual sea la instancia socio-política-antropológica que ofrece.
Ya desde la propuesta de una “época de cambios educativos”, llega a ser un desafío a la zona de confort en la cual se mueven los distintos actores educativos, es decir, que ya sea desde la perspectiva de los padres de familia, los educadores, los dicentes, son cuestionados con relación al mundo hacía el cual se va orientando la educación en nuestras distintas instancias de educación regular y no formal, entre otras.
Desde ahí nos cuestionamos para qué estamos educando, pues parece que todos queremos un empleo mejor remunerado y quienes tienen la capacidad de decidir sobre los estudiantes, deciden llevarlos a una sociedad domesticada.
Ahí viene la maravilla del cuestionamiento educativo, pues si es una época de cambios, sabemos que eso implica dinamicidad en todo sentido, implica el cuestionarnos qué enseñamos, qué aprendemos y a qué sociedad queremos responder.
Los distintos modelos sociopolíticos eternizaron una sociedad del contentamiento, donde la clave del estudio se va confundiendo con la cantidad de horas que se pasa en una determinada institución educativa, ella debe responder de alguna manera a un modelo de aparente seguridad de aquellos que pasan por las aulas.
Asumir la época de cambio en la educación es descubrir que debemos aprender a renovar, innovar y cuestionar los distintos procesos desde una apertura a lo nuevo, lo otro diferente, no cómo lo único o como la presencia del nuevo “pachacuti”, en dicha confusión se hace realidad de manera opuesta “fobias y filias” replicadas.
Si asumimos la época de cambios educativos, debemos intentar asumir que no hay un modelo único. Estudiantes, docentes y sociedad tenemos que abrirnos a nuevas posturas de diálogo, pues los distintos modelos de alienación lastimosamente sólo están llevando al ser humano a un proceso de autodestrucción por su egocentrismo.
Ahora bien, entender la posibilidad dinámica de los proceso educativos no es tirar todo por la ventana, no es pedir que los estudiantes tengan dos profesiones o posgrados de lujo. Considero que una lectura primera que vamos olvidando es la lectura del libro de la vida, el motivar a nuestros estudiantes a la relación: ciencia, investigación y tecnología, elementos maravillosos que en los últimos años nos ha permitido superar límites inimaginables a nuestros congéneres, de los cuales tenemos muchos.
Es asumir que no podemos seguir siendo extractivistas y esclavistas de seres humanos que lastimosamente por mirarse al ombligo van teniendo generaciones del mínimo esfuerzo y máximo rendimiento, es volver a pensar que no somos eternos y que educamos para crear alternativas de libertad, no de cadenas dogmáticas tan criticadas a las instituciones religiosas y asumidas seudo triunfalmente por vendedores de ilusiones educativas.
El autor es coordinador del doctorado en educación EMI Cochabamba