Imparcialidad y objetividad
Estos días usted, yo, el vecino, la comadre, la tía o el ahijado, o casi cualquier ciudadano estuvimos escuchando, leyendo y viendo vídeos sobre lo sucedido en Bolivia. Fueron 28 días donde se difundieron las noticias desde el lugar de los hechos, supuestas verdades a medias y, por qué no decirlo, mentiras de gran calibre, que colorearon el tinte de la esfera informativa nacional.
Dentro de ese panorama los periodistas fueron y son el blanco de ataques, amenazas, accidentes y soportaron el juicio parcializado de la ciudadanía que muchas veces los ha acusado de ser vendidos, traidores y de no informar con la verdad en la mano.
Respecto a ello, cabe preguntarse: ¿qué es la verdad? La respuesta posible a esta gran pregunta es que la verdad de uno sea la mentira del otro, con lo que entraríamos a un debate sin fin.
Por eso, amable lector, más bien piense al revés. Si usted sólo escucha los despachos radiales de Radio Kawsachun Coca, verá tan solo una cara de la moneda. Y si le dedica algo de su tiempo a mirar sólo los informativos de las cadenas televisivas como Red Uno o Unitel, también tendrá una sola cara de la moneda, pero no las dos.
Por eso, y a manera de un buen ejercicio, le pediría que dedique unos minutos de su tiempo a escuchar los mensajes que se emiten a través de estos medios. Luego podrá expresar su juicio y decidirá si el periodista es un vendido o un traidor. O, si, simplemente está haciendo su trabajo, cumpliendo con su rol.
Además le pediré que una a su razonamiento los siguientes elementos, que le serán útiles para entender cuál es el delicado equilibrio informativo en el que se balancea cada día un periodista, estos son la objetividad y la imparcialidad, principios fundamentales que hacen al periodismo.
La autora Adriana Morales señala que la objetividad se refiere a expresar la realidad tal cual es y debe indicar aquello que es real y existente, es decir, que es imparcial.
La imparcialidad es la ausencia de inclinación en favor o en contra de una persona o cosa al obrar o al juzgar un asunto.
Demetrio Canelas decía que “la parte trascendental de la vida no está en lo que uno piensa sino en los hechos cotidianos que acontecen”, y sobre ellos se debe hablar “con alguna mayor imparcialidad… para ilustrar y documentar la conciencia pública, antes que para asumir el papel de conversor y catequista”. Agrega que se debe “informar con asiduidad y honestidad profesional” para que el público forme, “sobre los hechos ocurrentes, su propio criterio” y añade este precepto: “Un público bien informado es la mejor defensa para la moral y el orden político.”
La autora es máster en comunicación empresarial y periodista
Columnas de MÓNICA BRIANÇON MESSINGER