Los detonantes del feminicidio
Tristemente, en estos primeros meses del año se registró un número alarmante de casos de feminicidio y agresiones violentas a mujeres y niñas. En otras recurrentes columnas se expuso las causas más próximas del instinto primitivo que las provoca.
Observe la lectora que mientras se cobije en el espíritu del hombre la posesión, siempre las relaciones serán tortuosas pues implica sumisión y subestimación a la mujer, lo cual hoy es parte de la noble lucha de la mujer por la igualdad plena de género.
Ilustrativo para los lectores es distinguir los celos de otras pasiones que le son parecidas. Suele denominarse amor a varios sentimientos que tienen raíces instintivas diversas y no presentan un homogéneo contenido afectivo.
Y con la misma imprecisión se denominan celos a varias formas de egoísmo o de envidia; los niños, se dice, celan a sus hermanos cuando los suponen preferidos, los padres se celan entre sí cuando se concede a otros la confianza que cada uno ansiaría le estuviese reservada en exclusividad.
Es en el amor, propiamente dicho, donde los celos expresan pasión desequilibrada y casi siempre dramática, conmovedora e infelizmente trágica.
Cuando la persona solo se ama a sí misma, no puede seguir llamando amor a su vanidad, a su odio. El mal ajeno nunca fue remedio al dolor propio pues se extraña la dignidad en los celos que no perdonan ni olvidan. Por ello la moral cristiana no es obsecuente cuando pregona que debe preferirse al celoso que sufre y perdona al celoso que odia y mata.
Hoy convivimos con horror el incremento espeluznante de casos de feminicidio en América Latina, especialmente en Bolivia, Perú y Ecuador como efecto, teniendo como causa o fundamento a los celosos imaginativos cuyos celos son odio que ciega, vanidad que los convierte en verdugos y en víctimas.
Lo razonable, en este inextricable tema que se analiza en esta columna, debería conducir a que todo hombre sea digno y renuncie al amor de la persona cuya ilusión sentimental no ha podido preservar, por su obcecado y no superado machismo y su afán de posesión, de lo contrario, está latente la potencialidad a la comisión de violencia verbal, agresiones físicas hasta decantar en el feminicidio.
Será un imperativo que la felicidad de los amantes se emancipe de los prejuicios egoístas que envenenan toda experiencia sentimental, obteniendo como corolario importantísimo que se debe respetar profundamente a la mujer y con convicción pues es el ser más importante de la creación, y ese respeto implica no agredirla, respetarla, honrarla y no sentir un ápice de discriminación o superioridad.
El autor es abogado con varios diplomas de posgrado
Columnas de RAÚL PINO-ICHAZO TERRAZAS