Crítica al Grupo de Puebla
El Grupo de Puebla, cuyos fundadores son, entre otros, Evo Morales Ayma, Alvaro García Linera y Adriana Salvatierra, emitió un comunicado de prensa el 10 de junio de 2020, en el que expresamente “solicita a la OEA que convalide los resultados electorales del 20 de octubre de 2019 y declare la legitimidad de la elección a la presidencia de Evo Morales”. Firmaron esta petición escrita un conjunto de 18 políticos ligados a la izquierda latinoamericana, sobre la base –según dice el comunicado– de investigaciones de la Universidad de Pensilvania y la Universidad de Tulane, Rodríguez, Idrobo y Kronick, referenciado por el New York Times.
A nadie en sus cabales le interesa ciertamente lo dicho por un grupo compuesto precisamente por los artífices máximos del fraude electoral del año 2019; salvo a quiénes pretenden con esta “mágica posición” violentar nuevamente el país, en una contraofensiva que tiene su sede, claro está, en La Habana y Caracas. Quiénes intentan por todos los medios detentar una vez más el poder menoscabando la realidad democrática que vive y le toca vivir a Bolivia, olvidan que el mismo pueblo boliviano dijo no a la reelección ilegal de Evo Morales Ayma, y fue testigo de hechos de violencia y crímenes cometidos por funcionarios en contra de la población boliviana.
Pero el Grupo de Puebla es, más que un grupo político, un canto de sirena. Según su propio sitio web, no tiene ninguna finalidad u objetivo que les sean propios; por lo tanto, reviste una falta de seriedad que un conjunto de políticos ligados a los oscuros intereses de Morales Ayma y su entorno pretenda ahora encasillar el curso histórico de los hechos, atribuyendo a la OEA un papel de no le corresponde: declarar la legitimidad del usurpador de funciones, y a costa del pueblo boliviano, que vio mancillada su dignidad en las innumerables ocasiones que el líder cocalero se mofaba con creces de los propios bolivianos, a guisa ciertamente de un Nerón o Calígula.
Por otro lado, el Grupo de Puebla es un experimento societario que no tiene ninguna base teórica ni argumental o fáctica para presumir que el voto del soberano se dirigía a la perpetuación en el poder del ya innombrable hombre de Orinoca, quién pese a los cánticos de festín, tuvo que huir del país dejando al Estado boliviano al borde del colapso político.
Recordemos pues, que el grado de estulticia del señor Morales, llegó al punto de decir ante la opinión pública mundial que no era inquilino del Palacio Quemado y su continuidad tenía como mandato el de convertir a Bolivia en una nueva Cuba.
Presumo que la gente bien informada del mundo –incluidos los socialdemócratas con cierto grado de seriedad– ya ha tomado suficiente distancia del expresidente boliviano. Pero, al parecer los vendavales por los que algunos esbirros desean estropear la democracia boliviana no tienen cuartel ni esbozo alguno de tregua. Es pues, por parte del Grupo de Puebla –léase Evo Morales y su entorno internacional– una guerra política, abierta y declarada ante el mundo que solamente será frenada con la memoria histórica de los hechos, y no por la sazón o gusto del cobarde.
El autor es abogado
Columnas de MAURICIO OCHOA URIOSTE