Descolonización
Uno de los viceministerios del desaparecido ministerio de Culturas y turismo era el de Descolonización, que estuvo a cargo, desde su creación, de un señor Cárdenas, cuya mayor referencia era ser el padrastro de la hija del Presidente del Estado Plurinacional.
El asunto de la descolonización es muy complejo porque, además, se confunde con un rechazo a las raíces españolas de esta parte del mundo. Y, tal vez, porque es en realidad un discurso colonial. A lo que me refiero es a ese deseo de copiar todo lo que sucede en la parte más rica del mundo y, así como algunos con cierta cursilería copiaban la moda parisina, o la culinaria francesa, otros, más sofisticados, (o no), copian el desarrollo de las ideas.
La descolonización, como un ejercicio de pensamiento y de políticas dentro del proceso de independencia del África, en los años 60 y 70, y posiblemente hasta ahora, tiene un gran sentido, en especial debido a las circunstancias de lo que fue la colonización de buena parte de ese continente en el siglo XIX y hasta mediados del XX.
Hablar de descolonización casi 200 años después de la independencia de un país, y luego de más de 20 generaciones del encuentro y mezcla (sangrientos o no) entre conquistadores y conquistados, es algo muy difícil, precisamente porque ya no se sabe cuáles características “coloniales”, no se han convertido en rasgos de absoluta identidad local. Es en esa medida que, posiblemente, un ejercicio descolonizador, sea no solo un “gasto absurdo”, sino un real “absurdo” porque no se lo puede llevar a cabo y tampoco es deseable.
El mestizaje –presente en las gentes y en todos los aspectos de la cultura, desde la agricultura, la música, la danza, la religión, el lenguaje, la comida, etc.– es un resultado de la conquista y de la llamada colonización.
El actual candidato a la vicepresidencia del MAS se inauguró como hombre de Estado de la manera más ridícula cuando declaró, todo pancho, que él no leía libros porque “la escritura había sido traída por los españoles”. Corría el año 2006, él era el flamante canciller, el entrevistador, el “Gringo “ Gonzales, que luego sería Presidente del Senado masista, ninguno de los dos se sonrojó ante la enorme estupidez.
Creo que, en todos estos años, el trabajo que hubiera podido tener un viceministerio de Descolonización no fue otra cosa que un gran gasto de dinero, más allá de que es importantísimo luchar contra el racismo en nuestro país. El problema es que un paquete descolonizador en un país habitado por una buena cantidad de descendientes de colonizadores –que, dicho sea de paso, no eran necesariamente conquistadores, ni siquiera ricos terratenientes sino labradores, (acá y allá)– es, desde una cierta perspectiva, también una visión racista. Una descolonización en la Bolivia actual puede tener como antecedente una desjudeización ibérica de hace cuatro siglos (si forzamos un poco las cosas).
La supuesta descolonización masista fue un fraude. En primer lugar, para la propia clientela indígena de ese partido político, pero también a nivel nacional. A la declaración de los 36 idiomas oficiales era imposible darle verdadera vida, al extremo que nunca llegaron siquiera a tener un traductor al quechua o al aymara en la Asamblea Legislativa.
Curiosamente, el mayor logro cultural de tiempos de Evo, la Biblioteca del Bicentenario, ha sido un homenaje a esa república mestiza, con fuerte raigambre española de la que supuestamente tanto renegaba el partido de la “revolución cultural”.
El futuro cultural boliviano solo puede construirse a partir de una comprensión completa de su pasado, de los eventos de antes de 1532, y de aquellos que se sucedieron después de esa fecha. Casi 490 años, son tiempo suficiente para crear una amalgama que es la esencia misma de nuestra identidad cultural: el mestizaje.
No, viceministerio de Descolonización tampoco es necesario.
El autor es operador de turismo
Columnas de AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ