El derecho de la izquierda
Hay cosas muy simples, en realidad estúpidas, que funcionan en la política, en lugares donde la democracia no funciona al ciento por ciento.
No es especular que, entre asesores políticos del anterior régimen, se haya elevado el siguiente informe: “si lo legal era que, luego de ser reelecto, una elección de yapa era legal y funcional, brincarle a la tercera con chanchullo fue una avivada que funcionó. Por lo tanto, afirmamos que la reelección presidencial indefinida es un derecho humano para un cuarto periodo, metámosle”, dice el documento.
Todos los asistentes lanzaron una carcajada y le dijeron al comité pensante, “déjense de huevadas, eso en democracia no existe”.
—¿Y quién les ha dicho que acá la democracia existe? —respondieron los aludidos.
—Pensándolo bien y analizando nuestra realidad, no existe —admitieron los otros.
Ya juntos, ambos grupos coincidieron en una estrategia para que haya democracia sin democracia. Tal tesis, que ni a Lenin se le ocurrió, fue sustentada en “tener en nuestro bolsillo a los jueces y al Tribunal Constitucional y fallar a favor de nuestro papito y, finalmente, no meterle un periodo más”. Sectores más entusiastas ampliaron los límites de su ambición creando el instrumento para que “se quede hasta que le dé la gana, ¡que miércoles! Somos más”, afirmaron.
Este cuentito de “fricción” es una cruda realidad y los crudos son los miembros de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos al considerar lo que desde un principio debía rechazarse para no permitir que el “buenito” pueda seguir meleando del poder junto a su grupo político Y eso, es lo que se debate aún para saber si la izquierda podía inventar ese derecho.
Mi suegra, firme como un hacha sostuvo al respecto que “la tiranía no puede tener carta de ciudadanía en ninguna parte del orbe, por lo tanto, la opinión consultiva sobre si la reelección es un derecho humano, me importa un huevo”, dijo.
Luego de proceder a las elecciones de nuestro núcleo político “Juntos venceremos, separados periclitaremos”, decidimos hacer una vigilia cervecera para esperar un fallo que devuelva a la democracia, la decencia de volver a serlo.
En caso de que haya pretensiones de tiranos que quieran perpetuarse en el poder, abusivos y delirantes, haremos una propuesta de vida, dejar de tomar el jugo de cebada, pero, mientras tanto, tomamos dos latitas que mi suegra tenía escondidas tras sus calcetines de invierno que tiene guardadas en el refrigerador.
El autor es humorista
Columnas de ADOLFO MIER RIVAS