Don Enredoncio
Nacimos el mismo día, en el mismo mes y en el mismo año. Estuvimos poco, pero vivimos juntos muchas cosas, compartimos diversos escenarios en diferentes ciudades. Él siempre cosechando aplausos y risas, yo entre bambalinas, gozando de sus ocurrencias.
Me refiero a David Santalla, el patrón del humor boliviano. Un cascarrabias que personificando a Enredoncio, su espectacular creación, desnuda lo que es él. Un tipo muy carismático que cuando su bronca desborda, mezcla la realidad con la ficción.
Una noche de actuación, David estaba a punto de salir a escena y buscaba, por todo el camarín que compartíamos, su bigote para encarnar su personaje y empezó a protestar como Enredoncio. Nos reclamaba algo muy en serio, más o menos así: “déjense de macanas y denme mi bigote, no estoy para bromas. Claro, ustedes dirán este se ríe, pero tengo que actuar y sin mi bigote no puedo. ¡Claro! Se habrá perdido de golpe. ¡De que golpe! Fue fraude está claro, lo habrá ocultado mi mujer dirán, pero yo les recuerdo que estamos entre gente honesta y ese bigote es único, me lo traje de Chile –claro, están diciendo– él se hace el del bigote perdido, pero no, yo quiero mi bigote, ahora, en este país y no les voy a aguantar que me lo roben, nadie sale del camarín hasta que vea mi bigote… (se interrumpió). ¡Ah caramba! Aquí había estado”. (Tenía el bigote adherido en su propio sombrero).
Dibujó una sonrisita a manera de “va a disculpar”, se puso frenteal espejo para pegarse el bigote en el buen lugar, tomó su sombrero y salió a lo suyo, a encontrarse con su público.
Como líder del gremio, nunca cambió su discurso y lo dijo mil veces enérgicamente en calidad de Santalla, el actor, el desamparado, el idealista, el soñador y luchador de sueños imposibles, cuando planificaba que el artista sea un digno ciudadano que apenas tiene un celular usado. En Bolivia un actor no tiene seguro médico, ni asistencia familiar. Menos techo, ni jubilación y ahora, en el mayor de los casos es un desocupado que hace un año, solo hace teatro, para sus hijos y sus nietos vía Zoom.
He leído que le rendirán un homenaje y eso me animó a escribir estas líneas. Me adhiero con mi amistad y admiración a las muestras de aprecio y agradecimiento que le hará el pueblo de Bolivia. Es un remador de aguas que siempre le tocó ir contra la corriente, pero nunca dejó de remar en su porfía.
A esta altura de la vida de logros y frustraciones, será una buena la señal para él, recibir merecidos homenajes estando vivo, porque al más allá no llega la tele, ni los diarios, menos las redes sociales.
Santalla, ¡no te mueras nunca!
El autor es humorista
Columnas de ADOLFO MIER RIVAS