Candidatos
Escuchar a los candidatos a senadores y diputados en entrevistas en la televisión nos da pautas certeras de lo que saben y no saben. Nos da “cosa” como decía el Chavo del 8. Nos revela la supina ignorancia respecto a las funciones y responsabilidades que les espera asumir si son elegidos.
Las cámaras de Senadores y Diputados, a donde se postulan, son instancias en las que se generan los compendios legislativos, es decir las normas de cómo debemos comportarnos los bolivianos en ciudadanía. Además, son instancias de proposición de las líneas maestras que deben abrir las vías al bienestar de la población, a las políticas: de salud, educación, empleo, comercio, en fin, aquel multiuniverso de acciones orientadas a los fines de mejorar las condiciones de vida de los bolivianos. Es decir, serán autores del delineamiento y de establecer las políticas públicas para el conglomerado de los 11 millones de habitantes que somos.
A pesar de presentarse, muchos de ellos, como académicos, con maestrías, doctorados y otra clase de rimbombantes títulos, no parecen estar enterados de que gobernarán en dimensión nacional e incluso internacional, que sus acciones mal o bien, tendrán ese alcance, sin olvidar a sus respectivas regiones de dónde saldrán investidos como representantes.
No parecen estar conscientes de la gran responsabilidad que les espera. No tienen discurso. Salen con el manido y desgastado; “los 14 años de Evo”, como si aquellas circunstancias y corruptos hechos vergonzosos marcaran la esperanza con que aguardamos un cambio de gobierno. El pasado es el pasado, hay que ver el futuro sin olvidar aquel desgobierno.
El electorado necesita saber lo que le espera, mucho más cuando seguimos pendientes de un hilillo entre la vida y la muerte por la pandemia del coronavirus. Esta amarga y dura experiencia que seguimos viviendo no ha despertado conciencia entre los nuevos vivillos que buscan fácilmente vivir del dinero que aportamos los contribuyentes al erario nacional y que, como siempre, muestran sus intereses económicos particulares antes que su intención de velar por los intereses de la gente, revueltos entre malsanas inclinaciones, como la corrupción, inagotable acción que corroe las buenas intenciones y la democracia. Esto ya se pone más visible entre quienes desean ser parlamentarios. Seguro que ya van soñando con un nuevo auto, una casa en Miami, vacaciones pagadas, a título de que el Parlamento les desgasta y les deja sin tiempo, cuando de verdad solo se reúnen, o trabajan, dos o tres veces a la semana o cuando a ellos les vienen las ganas.
Lo peor es que los candidatos, como si fuera una contienda por las dirigencias vecinales, aseguran conocer de pe a pa sus circunscripciones, sus distritos vecinales y OTB, ofreciendo que pavimentarán calles, construirán campos deportivos, centros de expansión, confundiendo acciones con las tareas y obligaciones edilicias.
No muestran mayores perspectivas visionarias. Desconocen la región y sus potencialidades, para plasmarlas como parlamentarios. No hablan de cómo se debiera enfocar el ansiado desarrollo y bienestar cochabambino, andamos extraviados en ese sentido. La potencialidad agropecuaria de la que se preciaba nuestra región ha desaparecido por completo. La magnitud con la que se proyectaban cultivos intensivos con fines industriales, de ser un sueño se ha esfumado por las inoportunas y malas políticas del pasado. Ni siquiera para la chicha, proscrita y perseguida policialmente, hay espacio como generadora de economía.
Hay que mirar nuevos espacios en este campo, como los de educación y salud a los que nos referiremos en otra ocasión.
El autor es periodista
Columnas de JAIME D’MARE C.

















