Días de liberación
Ironías de la historia. Precisamente en el mes nombrado en honor a un prominente emperador, como es Julio (César), se conmemoran numerosas jornadas de procesos revolucionarios que buscaron lo opuesto a un imperio. Buscaron la libertad.
Hoy, cuando el mundo demanda cambios importantes, el cese de los autoritarismos y la renovación de la democracia moderna para poder sostener este sistema, considero pertinente rememorar particularmente tres días de liberación, que definieron la historia universal y nacional.
Inicialmente, cabe recordar el 4 de julio de 1776. Una jornada que marcó la gesta independentista de Estados Unidos y del resto del continente americano, gracias al levantamiento de 13 colonias frente al dominio colonial británico.
Ese día se proclamó la declaración de independencia de Estados Unidos de América, con un histórico preámbulo: “Sostenemos que estas verdades son evidentes, que todos los hombres son creados iguales, que están dotados por su Creador con ciertos Derechos inalienables, que entre ellos están la Vida, la Libertad y la búsqueda de la Felicidad” (America’s Founding Documents, 2020).
En esas líneas se presentaban los principios de la democracia moderna, replicados en gestas posteriores. Por un lado, la noción de igualdad, que contrastaba las marcadas estructuras coloniales de diferenciación. Por otro, la promoción y la defensa de los derechos, que pretendía garantizar la vida y la libertad, entre otros. Asimismo, es preciso destacar la vanguardista consigna por la felicidad.
El proceso de independencia estadounidense se concretó en 1783, con la firma del Tratado de París. Precisamente, esta misma ciudad viviría otra jornada juliana por la libertad, seis años más tarde.
El 14 de julio de 1789 se tomó la cárcel de la Bastilla, por el creciente y generalizado descontento de la población francesa frente a la administración de Luis XVI y lo que a partir de entonces sería el “Antiguo Régimen”. Este día marcaría el fin de la monarquía en Francia y la construcción de la anhelada República.
A pesar de los cuestionamientos al ala radical de la revolución por la violencia ejercida, el legado de Francia a la democracia y a la búsqueda de la libertad fue trascendental. Mostró la posibilidad de cambiar el destino de una nación gracias a la movilización colectiva. También promovió la defensa de los derechos y posicionó su lema para inspiración de otras gestas: Libertad, igualdad y fraternidad.
La importancia de este episodio se retrata en las palabras que Emilio Hardoy (1989) atribuye al célebre francés Victor Hugo: “(las revoluciones) son un insondable misterio que desafía a la razón humana, pero tal vez elemento indispensable al gran plan divino, como lo son los relámpagos y truenos a la perla que hacen los mares”.
Aquella “perla” podría ser reconocida como la libertad. Un irremplazable valor de la democracia, que también fue buscado por quienes habitaban el territorio de la actual Bolivia, durante la gesta independentista. Inspirados en los dos episodios mencionados, lograron otro día de liberación que “De julio se engalana”.
El 16 de ese mes, en 1809, Pedro Domingo Murillo y otros revolucionarios tomaron la gobernación y el obispado de La Paz, buscando la independencia de la corona española.
A propósito de esta fecha, los editores de las Memorias históricas de la revolución política del día 16 de julio de 1809…, publicado en 1840, dirán: “Sepan todos los amigos de la humanidad (…) que los raudales de sangre vertida, el estrépito de las cadenas, el sonido ronco de los azotes y el gemido de los proscriptos, han difundido en todas partes el entusiasmo de la Libertad”.
Y es este último valor el cual se debería recordar hoy para los cambios que se quieren gestar. Pues, a diferencia de quienes defienden autoritarismos, no hay democracia sin derechos, ni revolución sin libertad.
La autora es investigadora y profesora en estudios sociales y de la comunicación
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