La presencia de Herodes en la historia
El 28 de diciembre se recuerda a los “santos inocentes”, por la matanza de niños menores de dos años, ordenada por Herodes I El Grande, luego de enterarse por los Reyes Magos de que nacería el rey de los judíos y que éstos, advertidos por un oráculo, decidieron regresar a su tierra sin pasar por Jerusalén.
Relata el evangelio de Mateo (2,1-18) que cuando Herodes supo la noticia les pidió que, a su regreso, le dieran cuenta del lugar exacto del nacimiento para que él mismo pudiera ir a adorarlo. Sin embargo, Herodes temía como a la peste perder su poder y el que los Reyes hubieran tomado otro camino desató su furia.
Era tan autoritario que para conseguir sus fines ordenó la ejecución de muchas personas, incluidos tres de sus hijos, de quienes sospechaba que trataban de eliminarlo para sucederle en el trono.
Contextualizando la época, hay que señalar que Palestina estaba bajo ocupación romana, lo que supuso la desintegración de un modo de vida y la sumisión del pueblo en una verdadera situación de crisis estructural. La gran propiedad latifundista se fue extendiendo por el país sobre la base de la liquidación de la propiedad comunal. Se operaba también un despojo del campesinado pobre que pasó a convertirse en fuente de mano de obra “liberada”.
A comienzos del siglo I, se organizó un censo encomendado a Publio Sulpicio Quirino, mismo que comprendía dos etapas: el registro y la recaudación. Por esta razón fueron José y María a Belén, cuando nació Jesús.
Por último, tampoco se debe olvidar la enorme importancia que tenía para los judíos el Templo, lugar sagrado que era objeto de absoluto respeto.
Herodes fue uno de los que encarnó al anticristo, personaje que se arroga el lugar de Dios y se siente más allá del bien y del mal, usando a ambos, pero principalmente el mal. Llevaba en la sangre la marca que hasta el día de hoy “adorna” a los politiqueros devenidos gobernantes en muchas partes del mundo. Se sometía gustoso a los dictados del ocupante romano y reprimía cruelmente a su pueblo.
Así ocurrió cuando decidió reconstruir el Templo de Jerusalén, para hacerlo digno del Eterno… y de él mismo y, para quedar bien con el ocupante, decidió hacer esculpir el águila de Roma sobre el pórtico del mismo, lo que fue considerado por los judíos como blasfemia y dio lugar a una reacción popular. Herodes hizo quemar vivos a los autores y condenó a muerte a personas notables de la ciudad, pero ya no hizo colocar el águila en el pórtico. Hizo construir otro monumento en honor al emperador.
¿Cuántos Herodes hay en el mundo actual, que encarnan al anticristo? Muchos. Esta columna no alcanzaría para retratarlos a todos, pero sí a algunos:
El que en febrero pasado ordenó la invasión de un país vecino, sembrando odio, bronca, muerte y desgracia.
El aún presidente de un país vecino, que negó la existencia del virus de la Covid-19, negó la vacunación de millones de niños, reivindicó la dictadura militar, instruyó depredar la selva amazónica, ordenó violentos operativos militares en favelas.
El barbudo de Centroamérica que, a título de exterminar a las maras, vulnera los derechos humanos que, además, clasificó como más importantes para unos que para otros.
El que renunció a su cargo y fugó del país hace algo más de tres años y no puede dormir si no es en uno de los templos que hizo construir para sí, dándole el grandilocuente nombre de “Casa Grande del Pueblo”.
El sucesor de este, que empieza a desoír a su antiguo jefazo, aunque para congraciarse con él promueve sin rubor la persecución judicial contra decenas de bolivianas y bolivianos inocentes, y, para quedar bien con sus amos de la isla cercana a Miami, que han ocupado Bolivia hace largos años, ha ordenado la ilegal expulsión de un joven cubano que no vulneró ninguna norma que amerite semejante decisión.
Herodes I El Grande sigue presente en la historia.
Columnas de CARLOS DERPIC SALAZAR