Bufeos, final feliz
Tras un obligado cautiverio de 43 días, la pareja de bufeos rosados (madre y cría) atrapados en un arroyo de Villa Tunari fue devuelta este viernes pasado a su hábitat natural en el río Isiboro, donde se espera que pueda proseguir con su ciclo de vida con todas las condiciones que su desarrollo requiere y libres de toda intervención humana.
Las imágenes que llegan del traslado, de los cetáceos atrapados en la orilla por al menos seis pares de manos, los cuerpos envueltos en mantas como cadáveres y posteriormente encaramados a la tolva de una camioneta son estremecedoras, y a primera vista uno se pregunta si al momento de la foto estos delfines aún están vivos. ¡Cuánto estrés habrán sufrido sólo en esos breves minutos!
De todos modos, atrás quedaron esas ideas de conservarlos en el arroyo, de hacer de estos delfines unos atractivos turísticos o de ser el centro de atracción de propios y extraños; atrás quedaron las inquietudes por tomarse una selfi con los cetáceos, mientras crecía la alarma por la reducción del agua del arroyo, y atrás quedó ese “cariño” que la población de lugar les tuvo, pues hay que ver que mucha gente del lugar estaba convencida de que estaba “cuidando” a estos animalitos rosados y hasta expresaron su “tristeza” de que se los lleven sin tomar entera conciencia de que el arroyo no era lugar para los delfines.
Todo eso ya pasó y aparentemente allí termina toda la novela. Todos felices y contentos.
Sin embargo, las autoridades ambientales dan por hecho que éste no será el último caso, dado el creciente impacto del cambio climático, por lo que cabe poner sobre el papel y en la práctica las lecciones que nos deja esta historia. Una de las propuestas surgidas inmediatamente concretado el traslado es el de establecer leyes que especifiquen de mejor manera el procedimiento que se debe aplicar en situaciones como éstas, pues está visto que las leyes que tienen que ver con la fauna silvestre (especialmente con especies endémicas) no tienen reglamento.
También hay quienes miran un poco más allá y observan que las leyes por sí solas no resolverán casos como éstos. La lección es que aún nos falta educación y, sobre todo, conciencia ambiental, el tener presente que los bufeos no son atractivos turísticos, no son juguetes ni mascotas, sino animales silvestres endémicos. Se han contabilizado apenas 171 ejemplares en los ríos del trópico cochabambino, mientras que en todo el país se calculan unos 5.000. No hay bufeos en ningún otro lugar del mundo.
Y esta misma actitud nos queda con cada cóndor que cae en cautiverio, con el oso jukumari, los loritos, monitos… en fin, con todo animal cuya naturaleza es la libertad.
Pero al menos ya sabemos que dos ejemplares vuelven a su hábitat natural. Por ahora, final feliz.