Acercándonos al día
Casi sin darnos cuenta, estamos llegando al 17 de agosto, día fijado para las elecciones generales de Bolivia, en las cuales se votará por un nuevo presidente y vicepresidente, senadores y diputados que ejercerán sus funciones por los próximos cinco años.
Es altamente probable que el 19 de octubre próximo, debamos acudir a una segunda vuelta, para elegir a los primeros mandatarios, pero ya antes, al final de la primera vuelta, la Asamblea Legislativa Plurinacional habrá quedado conformada.
Pese a que el futuro es siempre incierto, a esta altura de los acontecimientos, tenemos ya algunas certezas. Veamos.
Pese a las afirmaciones contundentes de muchas personas, en sentido de que el MAS estaba haciendo mímica de división, tratando incluso de tontos a quienes sostenían que la división era real, el otrora glorioso “partido más grande de la historia de Bolivia”, llegó a estas elecciones dividido.
Su jefe supremo, ávido de poder a más no poder, encabeza una de las facciones masistas, teniendo bajo su férula a miles de bolivianos a los que somete a una cruel dictadura en busca de seguridad para no ser aprehendido.
El padre del “modelo económico social comunitario productivo”, calificado como “justo y exitoso” y presentado como de auténtica transición al socialismo (¿?), desistió de candidatear y se retiró de la justa electoral con el rabo entre las piernas, aunque satisfecho por el éxito de sus hijos en materia de obtención fácil de billetes. Nombró como su delfín al ministro de Gobierno, el insoportable Del Castillo.
El tercero en discordia, Andrónico Rodríguez, el joven profesional nacido en el Chapare, demostró no sólo su falta de liderazgo y carisma, sino una ignorancia e inexperiencia dignas de mejor causa, dejando en ridículo a sus mentores y “paridores”, los hermanos que hicieron de las suyas durante los gobiernos de Morales, uno como segundo mandatario y el otro como matón.
Que al momento de la elección algunos o muchos masistas voten por el candidato que mayor perspectiva tiene en este momento, es otra cosa. Pero el poderoso MAS dejó de existir, acabando junto con él el sueño estalinista, escrito en las paredes por los “Satucos”, de “un solo proyecto, un solo partido, un solo líder”.
Esto permitió que, después de veinte años, haya varias tiendas políticas en campaña y realizando actos de proclamación. Pasó a la historia el momento en que todo era de un lóbrego azul.
Otra certeza es que muchísima gente está cabreada con el MAS, con su proyecto y con su desastrosa gestión económica. Es moneda corriente escuchar decir “No sé aún por quién votaré, pero sí sé por quién no lo haré: por ningún candidato del MAS o filomasista”.
Otra certeza es que, pese a que Bolivia vivió desde 2006 un modelo capitalista de Estado, la población ha identificado al mismo como “socialismo”, lo que deberá contabilizarse como otra “hazaña” del MAS.
Hay cosas que aún no son certidumbre, pero van camino de serlo: Las elecciones se realizarán el próximo domingo, lo que constituirá un rotundo mentís a quienes también, agoreros como otros, afirmaban que no tendrían lugar.
Otra cuasi certeza: ningún candidato del MAS o cercano al MAS ganará las elecciones, lo que disminuye grandemente las posibilidades de fraude. Por lo demás, la población no toleraría un escamoteo a su voluntad.
¿Por qué pasó esto, cuando hace algunos pocos años había gente que creía que el MAS se quedaría para siempre en el poder? Varias razones lo explican.
Una primera es la manera en que este partido gobernó: violando los derechos humanos, individuales y colectivos, incluso los de quienes en un primer momento creyeron en el “proceso de cambio”; dilapidando los recursos económicos y financieros del país; cohonestando y fomentando inaceptables niveles de corrupción de sus militantes y sus familias; desmantelando todo lo que bueno que tenía Bolivia (que no era poco); manipulando la justicia; abusando del poder; haciendo uso desmedido e indiscriminado de la mentira; poniendo en práctica un ridículo culto a la personalidad de quien es simple y llanamente un ser humano al que pretendieron elevar a la categoría de dios; estornudándose en los resultados de un referéndum que dijo No a los intentos de reelección indefinida y pretendiendo inventar el “derecho humano a la reelección”
Pero, hay también otras razones que explican esto:
La resistencia que, pese a todo y en los peores momentos, ejercitaron diferentes sectores de la población en sucesivas oportunidades, como aquella de los médicos que consiguieron la abrogación del “Código del Sistema Penal”.
La valentía y decisión del pueblo boliviano que, en la elección del 2019, salió a defender su voto e impidió la consumación de un fraude monumental que hubiera eternizado al “mesías” en el poder, obligando a su renuncia, huida y al fracaso de sus intentos de hacer arder el país.
La decisión del expresidente Carlos Mesa de candidatear en 2019 y hacer frente a los intentos prorroguistas del masismo; la valentía de Waldo Albarracín, a quien casi asesinan y cuya casa fue quemada luego de la fuga del expresidente Morales.
¿Qué pasará el domingo 17 de agosto? No lo sabemos. Sí, que la población acudirá a las urnas sin haber leído –en su gran mayoría– los programas de gobierno de los candidatos porque, como dijo hace muchos años Jorge Majfud: “(…) la política no se mueve según argumentos, razonamientos o datos. Estos sólo sirven para legitimar un deseo popular o una acción de gobierno. El motor de los electores son los estados de ánimo. Si hay un candidato que representa una fuerte esperanza de ser o de estar –motivada por el miedo o por el cansancio–, más allá de cualquier realidad, ése será el vencedor”.
Hoy, los estados de ánimo de la población dicen claramente: ¡No más el MAS! Esa es otra certeza.
El autor es abogado
Columnas de CARLOS DERPIC SALAZAR