Ingratitud. Olvido. Esas palabras le perforan. Entre libros y agua tibia, con un diente de ajo, Marco Antonio Pumari hace su inventario matinal. Han pasado 15 meses desde su detención. Aunque asume “el alto costo” de atreverse a levantar la voz, no hay día en que no se cuestione “si toda mi lucha valió la pena”.